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Erase una vez un niño de ojos azules como el mar, dientes como las perlas del tesoro de los piratas, cabellos blancos y rizados como la espuma que se escurre entre las rocas del litoral, y piel del color de la arena mojada una tarde de verano.
Su nombre Tritón y su apellido Atlántico. Cuando Tritón reía, era como oír cientos de delfines pegando grititos alegremente. Cada mañana para desayunar, Tritón comía galletas de algas y un vaso de leche de ballena.
Ya fuera invierno o verano, Tritón siempre usaba bañador a rayas y calzaba unos pies de pato.
- Así estoy preparado para sumergirme en el océano de la vida moderna, decía con optimismo. Cuando Tritón salía a pasear siempre iba rodeado de gaviotas que revoloteaban a su alrededor.
A veces, algunas se posaban en sus hombros y sobre su cabeza para poder saborear su piel salada y respirar su brisa fresca. En el colegio, Tritón tenía dos amigos: Delfín y Coral, con los que cada sábado iba al espigón a pescar.
-¡Mirad, un río de plata! Centenares de sardinas brillaban bajo los rayos del sol girando de repente dibujando un relámpago plateado.
- ¡Ay Tritón que cosas tienes! - reía su amiga - Sólo es un banco de sardinas saltarinas.
Muchas noches tritón se quedaba mirando al horizonte. Soñaba con lanzarse al agua y pasearse por el fondo del océano, hablar con los langostinos y jugar al escondite con las medusas. A Tritón le gustaría diluirse en el agua salada y desparecer entre los arrecifes, y así poder observar a los tiburones y a las rayas, quería ver atardecer desde las profundas y cristalinas aguas de la costa.
Pero todo era un sueño, sólo un sueño imposible.
- Tritón deja de soñar, - le decía su madre pacientemente. "Nunca podrás vivir dentro del mar, tú no eres una sardina, ni una gamba, ni un alga, ni una caracola de mar. Eres solamente un niño".
Aunque su madre le decía siempre lo mismo, Tritón estaba resuelto a sumergirse en el mar. Si no podía vivir en él, al menos haría lo posible para poder estar el mayor tiempo en el agua, por eso decidió salir todas las tardes con su padre a pescar en el viejo Poseidón: un barco con más remaches que su tatarabuelo el pirata pata palo, conocido en el mundo entero.
Durante muchos años, Tritón Atlántico acompañó a su padre a faenar todas las tardes después del colegio, con él aprendió todo sobre el mar y sus misterios. De las sendas de las ballenas, de los barcos fantasmas, de las Venus del bosque marino y sus cantos hipnóticos. Su padre le contó historias de piratas y monstruos colosales, del calamar gigante y de la isla de los esqueletos danzarines.
- Eran tiempos de grandes tempestades marinas, de rayos y truenos, tiempos en que el mar embravecido se tragaba la vida de muchos hombres de bien. Tu tatarabuelo Pata palo era uno de ellos. Todo lo que sé lo aprendí de él.
Según su padre, su tatarabuelo había sido un pirata bueno que buscaba tesoros perdidos para luego entregarlos a las gentes pobres. Tritón sentía envidia por qué él no podía ser también un pirata, ahora ya sabía por qué tenía aquellas inquietudes, por qué poseía un corazón tan salado y tan agitado como las velas de un galeón un día de viento.
-¡Yo seré también pirata! Cuando acabó sus estudios de secundaria, decidió ir a la escuela superior del mar. Allí, le enseñaron todo lo que necesitaba saber para ser un buen navegante. Aprendió cómo vestirse de pirata, cómo mirar por el catalejo, cómo usar una brújula, cómo abordar un galeón enemigo y cómo preparar un estofado de cangrejo y calamares. ¡Vaya, todo lo necesario para ser un buen lobo de mar!
También allí Tritón Atlántico conoció por primera vez el amor. Ella era una sirena muy atractiva, de cola de escamas brillantes y plateadas, de cabello largo y ondulado y voz embaucadora. Anfitrite, que así se llamaba, estudiaba canto y buenos modales para ser una experta sirena.
- ¿Quieres que te cante Tritón? - le decía dulcemente Anfitrite, la mujer pez, con una sonrisa en los labios.
- No, mejor lo dejamos que todavía no estoy entrenado para resistir a tu voz melodiosa.
Con el tiempo aquella bonita historia de amor fue haciéndose más sólida, y cuando acabaron los estudios Anfitrite y Tritón decidieron casarse. La boda se celebró en playa dorada. Coral fue dama de honor y Delfín el padrino. Serpentinas de espuma surcaron el cielo aquella tarde de verano.
Anfitrite lució un collar de perlas negras recién recolectadas y un tocado de algas en su cabeza, Tritón vistió sus mejores galas: camisa con chorreras y chaqueta y sombrero de terciopelo negro, herencia de su tatarabuelo el pirata pata palo.
Por fin Tritón había conseguido lo que había querido siempre, ser como Francis Drake, el capitán Blood, Jack Calico o Barbanegra, ya era un pirata titulado y se había casado con una ninfa marina de belleza inigualable y de cantos irresistibles. Lo único que le faltaba ahora a Tritón era un hogar flotante para vivir su amor acuático junto a la mujer pez y tener muchos niños o peces.
Su padre, el señor atlántico, sabía de las inquietudes de su hijo y durante años, a escondidas, le había construido un galeón de madera para que pudiera surcar todos los mares del planeta.
- Aquí tenéis vuestro regalo. Espero que lo podáis disfrutar muchos, muchos años, y surquéis juntos los mares y océanos con alegría. A Tritón le asomaron dos lágrimas saladas como el mar de sus ojos azules y abrazó a su padre, ¿Qué más podía desear? Lo tenía todo: amor, salud y un galeón imponente con un mascarón de Proa representando la figura de su amada Anfitrite y una estrofa de la canción del pirata impresa en su casco con letras doradas.
Así fue como Tritón y su amada emprendieron el viaje de su vida, una vida repleta de sal, agua, arena, monedas de oro, telas delicadas, joyas, aventuras, playas paradisiacas, cofres escondidos y tempestades.
¿Qué es si no la vida? una aventura, que discurre día a día entre olas y corrientes marinas, con buen tiempo o con mal tiempo todos debemos seguir hacia delante y buscar nuestra felicidad aunque este escondida en la profundidad de la mar salada.
FIN
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