Koldo observaba tras un árbol cómo los de la ambulancia trataban de reanimarle, pero él sabía que no lo iban a conseguir, ya estaba fuera de su inerte cuerpo y no había esperanza. El choque había sido brutal y la Muerte le reclamaba. Una lejana luz le aclamaba con desesperación, y pese a sus reticencias, se veía impulsado a seguir su reclamo. Era cegador su destello e imposible apartar los ojos del mismo, de modo que con paso vacilante, se fue aproximando.
No sabía hacia dónde se dirigía, la luminiscencia le tenía totalmente deslumbrado y se dejó absorber por ella. Pronto sintió una enérgica atracción de su cuerpo, que avanzaba velozmente levitando hacia el fluorescente agujero.
Pero algo falló. La luz dejó de ser tan cegadora y todo se llenó de oscuridad. Su cuerpo cayó como una pesada losa y un intenso humo negro cubrió de repente el suelo. Koldo miró a su alrededor: soledad. Fue lo único que encontró.
Marisa se encontraba lista para salir. Cabello recogido, sombra de ojos, carmín rojo, escote, minifalda de cuero y perfume eran sus armas para aquella noche. La muerte de Koldo había sido un alivio para ella. Ahora podría vaciar los bolsillos de sus conquistas sin tener que dar parte de ello. Al fin y al cabo, era su cuerpo el que era explotado.
Se disponía a salir por la puerta cuando algo llamó su atención. Se giró y se dirigió al dormitorio principal. Avanzó lentamente, se oía un débil sonido y podría ser algún delincuente de pacotilla. El barrio era una plaga, no había día en que no ocurriese nada digno de ser noticia.
Entonces, llegó hasta la puerta y con un movimiento rápido, encendió la luz del cuarto y nuevamente se ocultó tras la misma. El ruido continuaba, parecía el sonido de los muelles del colchón. Ella conocía muy bien ese sonido, no en vano, siempre se prometía hacer algo al respecto cada vez que se metía en esa cama.
Se asomó con miedo, pero en la cama no había nadie. Entró en el cuarto y horrorizada, comprobó que el colchón vibraba como si alguien estuviese saltando encima.
Trató de huir, pero antes de llegar a la puerta, ésta se cerró de golpe. Algo la aplastaba contra ella con fuerza, algo invisible la obligaba a abrirse de piernas al tiempo que le subía la falda. No podía defenderse, no podía atacar, y el miedo a lo desconocido la tenía paralizada.
Fue entonces cuando su cuerpo, agarrado por los hombros, se giró violentamente. Pero ella no veía a nadie delante. Sin embargo, la presión sobre sus hombros continuaba ahí, impasible. Esa presión fue ascendiendo por su cuello hasta hacerse tal, que Marisa cayó al suelo sin respiración.
Marisa contempló una brillante luz a lo lejos que la reclamaba con insistencia. Se quería aproximar a ella, pero temía no poder volver atrás.
- Adelante, no tengas miedo. La Muerte te espera -Marisa comprobó con desazón que Koldo se hallaba justamente delante, con ese aire chulesco que le caracterizaba-. Que pensabas, que una vez yo muerto, ¿podrías acostarte con todos los que te diese la gana?. No, a partir de ahora serás mía, sólo mía.
- Has sido tu...
La luz continuaba centelleando. Marisa avanzó con Koldo siguiéndole a escasos metros de distancia. Unas voces susurraban su nombre con suavidad y ternura, voces que le resultaban conocidas y entrañables y la mujer se dejó guiar por su instinto.
Continuó avanzando sin desconfianza, ya no tenía miedo. Sabía con certeza que a Koldo no le permitirían entrar, de hecho, su figura ya había desaparecido engullida por un intenso humo negro.
La q no entendi fue esa parte en q la chica se aferro a la puerta y se le subia la falda ,en ese momento no fue nada q suceder ni extraño.............CHAU, besitos.