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ILUSIÓN CUMPLIDA

Un nuevo día, en principio una mañana como otra cualquiera, lo único que tenía aquella de especial o de diferente era que en la empresa nos iban a dar un lunch navideño y nos juntaríamos todos los compañeros alrededor de una gran mesa, unos mirarían a un lado y otros a otro, pero... en fin... no era nuevo, sucedía año tras año.
Para mi, al igual que para muchas mujeres de treinta años, las fiestas de Navidad no eran sino unos cuantos días de descanso en el trabajo, y únicamente en el trabajo porque en casa... muchas compras que hacer... muchos regalos que elegir... mucha comida que preparar... por todo ello no sentía en mi ánimo nada especial durante estas fechas.
Aquel día, al salir del trabajo, recorrí calles y calles con la única intención de hacer compras, caminaba a paso ligero entre la multitud que se agolpaba frente a los escaparates adornados con luces y motivos navideños... ajetreada como iba no tenía tiempo para respirar, mucho menos para sentir.
Pasé por delante de mil escaparates, pero, justamente allí, al pasar por delante de un colegio y dar uno de mis acelerados pasos, resbalé cayendo al suelo, necesitando para levantarme la ayuda de varias personas que salieron de él, no podía apoyar mi pie derecho en el suelo y mi atolondrada cabeza no debaja de dar vueltas.
Pronto me vi dentro de una de las aulas, sentada en un pequeño pupitre de parvulario con mi pie derecho en alto y rodeada de niños que, entre risas y grititos de alegría colocaban una a una todas las figuritas del Belén.
En aquel momento me vinieron a la memoria recuerdos de mi infancia cuando entre mis compañeros y yo preparábamos el Belén en el colegio, grandes piedras por montañas... un río de papel plateado... ramitas que recogíamos en el patio y que simulaban árboles... serrín y horribles figuritas de plastilina en las que nuestras torpes manitas habían puesto toda la ilusión del mundo para darles la forma deseada.
Un dolor en mi pecho mucho más fuerte que el que sentía en el pie hizo que me levantara y me acercara al profesor, le saludé y vi que iba a colocar la última figura... el Niño Jesús... sentí un cosquilleo y le pedí que por favor me dejara poner el Niño en su cunita de madera y paja.
El hombre me sonrió y mientras dejaba al Niño en mis manos me dijo "¡Vaya! al igual que yo tu tampoco eras muy bueno y nunca te dejaron ponerlo en el colegio"

QUE NUNCA FALTE EN EL CORAZÓN DE NUESTRO HOGAR UN BELEN PUESTO CON LA ILUSIÓN DE UNAS MANOS INFANTILES.
Datos del Cuento
  • Autor: Susana
  • Código: 845
  • Fecha: 19-12-2002
  • Categoría: Sin Clasificar
  • Media: 5.72
  • Votos: 89
  • Envios: 2
  • Lecturas: 5246
  • Valoración:
  •  
Comentarios


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3 comentarios. Página 1 de 1
nilda
invitado-nilda 09-01-2003 00:00:00

este cuento me ayuda a sacar toda la ternura del niño. Las fiestas a mí también me parecen un lío, pero creo que es precisamente para que mi niña no aparezca y me muestre tal como soy.

maria victoria
invitado-maria victoria 07-01-2003 00:00:00

NO ES NECESARIO.. A MI EDAD NO NOS DEJABAN HACER NADA...

Jesssica Elizondo
invitado-Jesssica Elizondo 07-01-2003 00:00:00

GRACIAS PUES ASI SI VALE LA PENA LEER CUENTITOS REFLEXIVOS COMO ESTE. SALUDOS

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