Uno
“Estaba eufórico, pues cara a cara se comunicaba con Dios… Le confesaba toda su vida descargando sus penas y alegrías, mientras Dios le escuchaba con infinita atención. Y luego, después de una eternidad, Dios se alejó sin decirle nada de nada… Y mientras el hombre retornaba a su hogar, sintió que todo su ser estaba contento, flotando como una pluma…”
Dos
“Bajé de mi montaña después de mil años. Los animales y las plantas me observaban con silencioso respeto. Y cuando encontré al primer hombre de todos los hombres, me alegré mucho. Deseaba contarle todo lo que había aprendido en los mil años sobre mi montaña, pero cuando estuve frente a frente al primero de todos los hombres, me di cuenta que no tenía ojos ni orejas ni boca… Desilusionado, pero no derrotado, continué mi camino hasta llegar al primer pueblo de todos los pueblos. Me sorprendí mucho cuando observé que toda la gente caminaba y caminaba como las hormigas sin parar, como si eso fuera lo más importante. Decidí perseguir a uno de ellos, y cuando estuve en la puerta de su casa, quise conversar un momento con él, pero este hombre hizo algo que muchísimo me sorprendió… Apenas abrió la puerta de su casa se arrancó el disfraz de carne que llevaba de hombre, quedando un ser de metal con ruedas. Me retiré de su casa, y desde aquel momento supe que debía volver a mi montaña por mil años más…”
Tres
“Después de hacer el amor con mi mujer, le dije que la quería, y que por ello tenía que abandonarla para siempre por “ella”. Mi mujer me miró con ojos de loca y, aún desnuda, saltó de la cama como si yo fuera un demonio. Salió del cuarto y trajo a nuestros hijos, y, con una cara de Maria Magdalena les contó que yo estaba loco... Mis hijos dejaron de mirarme con ojos de respeto e inocencia, por ojos inquisidores y fríos como el acero. Salí de mi cama, y hubo un silencio total. Cogí mi pluma, papeles, textos y poemas y, cubriéndome con ellos me fui lejos, muy lejos, y con “ella” en mi corazón para siempre…”
Cuatro
“Eran dos hermanos pobres y abandonados que tenían que lo único que buscaban era alimento y abrigo. Mendigaban alimento y ropa a la gente, y cogían todo resto de comestibles en los basurales. Y bajo un techo abandonado encontraban su gran abrigo, durmiendo pegados para darse calor como perritos… Aún así, en su extrema pobreza, sentían que vivían en un paraíso, como las flores de un jardín, pues obtenían todo aquello que necesitaban, por ello jamás se quejaron de su suerte y desamparo. El regalo más grande que gozaban era el tenerse el uno para el otro…
Un hombre rico y solitario, embriagándose de la alegría de los dos hermanitos, decidió coger al más pequeño de ellos para abrigarse de su triste y fría soledad. Hizo las gestiones y, por su gran poder, tomó al menor de ellos, rompiendo la gracia vital del paraíso que latía entre ellos… No era malo el hombre rico, pero era necio, aun así, no tardó en entender que había quebrado la flor que unía la gracia de ambos niños. Avergonzado, trató de regresar al pequeño al lado de su otro hermano, pero cuando llegó, lo encontraron sin gracia ni vida, tirado por el suelo como un despojo de basura… El hombre pidió perdón al pequeño, de pronto, vio que este caía al piso como un capullo quebrado de la gracia vital del agua y del jardín…”
Cinco
“Mi madre me mandó a comprar, con una bolsa, un poco de pan a la panadería. Cuando regresé con la bolsa llena de pan caliente a mi casa, encontré a mi madre tirada en el suelo convertida en carbón. La cocina había explotado, y toda la casa estaba llena de humo, y un poco de fuego que ya empezaba a extinguirse… De pronto, vi en un rincón de la casa la olla con leche caliente. Cogí uno de las tazas tiradas por el piso, y empecé a tomar mi desayuno antes que mamá despertase de aquel largo, negro y apestoso sueño…”
Lima, junio del 2005