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La Música del Dolor

NOTA: Inspirado en el cuadro "La danza de la vida" del pintor expresionista Edvard Münch, para ver el cuadro pueden teclear la siguiende dirección: http://www.mundofree.com/pintura_nordica/danza_de_la_vida.jpg

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LA MÚSICA DEL DOLOR.

Hacía fríos, dos fríos, el de la noche despejada al lado de un lago inmenso y el mío, el de mi boca nunca calentada por otra boca, el de mis carnes ajadas, el de mis ojos perdidos en el suelo de vergüenza, esa vergüenza que siente la mujer que nunca se ha dejado tocar y que patéticamente lo ha deseado mil veces y lo ha soñado otras mil veces más para después seguir gastando las cuentas de mi rosario de tanto pedir perdón.

Buscando el calor, escapé de mí y me vi parada al otro extremo del jardín donde se celebraba el baile, vestida de blanco floreado, con el cabello atado en dos colitas infantiles, joven, diáfana, hermosa, inocente y feliz; vi las flores que crecían justo frente a mí y vi mi alma pura, mi mente sin picardías por no tener miedo de tenerlas, soñando con mi amplio futuro, con ese hombre alto, de mirada penetrante que algún día llegaría para mirar fijamente mi boca, mientras yo, ahora vestida de rojo, con mi cabello libre para ser acariciado, y mi boca ligeramente abierta, esperaría que me besara mientras apretaba mi mano y giraba conmigo, solos nosotros dos en el medio del amplio jardín y de danzantes de rostros con facciones desdibujadas gracias a su ínfima importancia, otra vez me vi feliz y sin temor a las envidias provocadas, a mi propia envidia de mí misma en mis sueños.

Pero de tanto pensarla la vi, al borde del lago, al final de un particular claro de luna, un claro de luna nunca sublime, de líneas rectas que no permitieran el pecado, era mi claro de luna y la máscara que estaba al final, tirada en el piso, de ojos incendiados de odio, con colmillos horribles ávidos de succionar la felicidad de los demás, de mí misma siendo inocente y siendo amante, era la envida, esa maldita envidia de ser lo que nunca pude ser porque no podía traicionar a mi Dios, ese Dios que castigó a mi padre con la muerte y me hizo verlo sufrir con esa terrible enfermedad después de haberme ultrajado cuando apenas empezaba a ser una mujer, crecer era mi pecado y a ese Dios le debía mi vida y a él siempre dirigí mis rezos para que purificara mi alma, y me hiciera doler menos el cuerpo, pero ahora, después que la muerte ya calmara los embates de la enfermedad, ahora después de muerta, no me acogió en su seno, morí siendo demasiado mujer y tal vez por eso me dejó parada acá, en el otro extremo del baile, vestida de negro, con las manos grises, llena de rabia, con las carnes ajadas y con frío, mucho frío.
Datos del Cuento
  • Autor: Kassandra
  • Código: 3742
  • Fecha: 29-07-2003
  • Categoría: Sueños
  • Media: 5.32
  • Votos: 60
  • Envios: 1
  • Lecturas: 14068
  • Valoración:
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Comentarios


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2 comentarios. Página 1 de 1
Andrea May
invitado-Andrea May 31-07-2003 00:00:00

Acá de mi parte no hay lisonjas. Esto que escribiste es bueno, realmente señora, me saco el sombrero ante usted y hago una reverencia. Felicitaciones!!!!!!!!!!

Juan Andueza G.
invitado-Juan Andueza G. 30-07-2003 00:00:00

Excelente. Kassandra no acaba de sorprender con sus relatos que van abarcando varios géneros. Este es muy sentido y profundo, además de original. Felicitaciones.

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