Estaba sola, la casa vacía y sin luz. La noche en la ciudad, era una oscura sombra del ayer. Hacía un frío desolador y mi teléfono ya estaba descargado. De pronto, se escucha la puerta. A éstas horas la gente duerme, se abraza o sueña, pensé. —¿Quién es? —preguntó el miedo antes que pudiera emitir sonido. —Abríme soy Yo —dijo la voz de un hombre. Tragué saliva dudando y temiendo y lo dejé entrar. Había llegado para quedarse, para recomponerme y torturarme. —Jamás te voy a soltar —me dijo. Y yo sabiendo que era el fin, le respondí al pasado: —Mátame lentamente! pero por favor, Ámame antes.