Mira que rápido pasa el tiempo, nena. Ayer jugabas con muñecas y hoy te encrespas las pstañas, te arreglas la blusa para que tus incipientes senos se desborden como deliciosos primores y te pintas esos labios carnosos que deben saber a pecado, vaya uno a saberlo, muñeca. la noche te entrega cada vez nuevos secretos, vida mía, hija mía. Recorres las sombras buscando algo que ni tú sabes que es, pero yo lo tengo muy claro, preciosa. Es una comezón que de pronto comenzó a manifestarse en tu alma y de allí se escapó a tus sentidos y te llama y te llama y te molesta como una imprudente espinilla que comienza a tomar una primaria forma. Claro, mañana dirás que es el amor y elegirás a un macho para que te enseñe el punto exacto en que se aplacan estos ardores. Que rápido te vas alejando, pequeña mía. Me lo dice ese cuerpo tuyo que sufre con violencia la metamorfósis de la plenitud, pronto volarás, circundarás tu hogar y en ese planeo breve, atisbarás la infinitud del universo. Se abrirá el apetito en tus visceras virginales y para satisfacerlo, necesitarás distancia y curiosidad, mucha curiosidad. Pero ya no hablemos más por ahora, mi pequeña. Mañana será otro día y si por algún motivo ya no te encuentras a mi lado es porque esa molesta comezón te impulsó esta vez a abandonar tu nido para encontrarte con la mujer que avizoro en el umbral.