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Maldito Cali

En el dia de acción de gracias, mi madre no podía estar ausente en misa. En realidad, sería ilógico; tantos años de conocer al cura Jeremías que faltar sería desilucionante. Además, nunca lo defraudaría, él me quiere casi como a una hija. Si se conocen desde antes de que yo naciera. ¡es tan bueno el curita Jeremías!. Siempre se compadece de los niños que no tienen que comer; lástima que él no pueda hacer nada; con los arreglos de la iglesia se va toda la plata, "ya habrá pa' los que no tienen", lo he escuchado decir. Ojálá el Taita lo oiga padrecito.

- ¿Madre?, ¿estás lista?- le pregunté
- Si... espera... un minuto- respondió un poco agitada

Salió un aroma muy delicioso de su dormitorio. Pareciase al aroma de aquel incienzo que quemaba cuando había luna llena. Dice que siempre lo enciende en honor a mi padre; le recuerda cuando le quitó la virginidad. ¡que bonita atención de parte de mi padre! Para apurarnos, preferí ir a buscarla, quizás estaba poniéndose, o mejor dicho, tratando de ponerse ese collar especial, que Dios sepa de donde lo sacó.

- Madre, ¿te ayudo- pregunté. Pero no respondió. Fui rapidamente a su alcoba a ver que ocurria. Pase por el baño primero. La llave de agua de la tina estaba abierta, y ésta a punto de rebalsarse. La cerré. Parece que nunca me había costado tanto cerrar la maldita llave. Cerréla puerta del baño y fui al dormitorio de mamà. Desde el pasillo se veía la luz de la lámpara del velador.

- Madre!!!!!!!!- grité horrorizada. La escena que vi ese día, no era como para contarla: Mi madre a medio vestir y... el cura Jeremías practicamente encima de ella. Y hay que decir que para ser cura, vaya que dominaba la ciencia de un beso. Vaya si esa lengua no parecía lengua, parecía... ni yo se lo que parecía, pero langueteó a mi madre por todo recoveco. Ufff!! No dije nada. Me quedé sin palabras. Solo sentí que mi madre gritó "hija, perdóname". Vaya que coraje para gritarme eso. Por respeto, no solté la lengua, pero ganas no me faltaron de saludar a las abuelas de ambos. Perdóneme abuelita, no es mi intención. Gracias a Dios que mi papito desapareció antes de yo nacer, por que con éste escándalo se iría "pa' onde los callaos".

Cuando logré salir de la casa, mis mejillas estaban mojadas, y el Padre Jeremías salió tras de mi, bajándose la sotana. Pasó a mi lado y me susurró al oido: "La misa empieza a las 8, HIJA". Esas palabras gatillaron tantas preguntas, pero con respuestas inmediatas en mi cabeza, en especial el ultimo vocablo. Él, siguió su paso tranquilo, tal como lo hacía todos los días.

Luego salió mi madre. Sentí su mano humeda y cálida sobre mi brazo, el cual todavía tiritaba de la impresión. No dije nada. Nada había que decir... o quizás si. El despejar de mis dudas:
- Mi "padre" siempre ha estado conmigo. Ahora entiendo por que nunca me sentí tan "huacha".
Datos del Cuento
  • Autor: Carolina
  • Código: 395
  • Fecha: 21-10-2002
  • Categoría: Sin Clasificar
  • Media: 4.77
  • Votos: 35
  • Envios: 0
  • Lecturas: 4545
  • Valoración:
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Comentarios


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1 comentarios. Página 1 de 1
Alberto
invitado-Alberto 28-03-2003 00:00:00

Este cuento es muy bueno, yo diría que originalmente bueno. No podía imaginarme que tendría tal final. Felicidades.

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