Luego de haber entrado a la catedral, el aroma
de las flores me hizo cerrar lo ojos e inhalar
profundo aquel perfume delicioso que pensé,
provenía del jardín mismo del paraíso.
Abrí los ojos nuevamente y pude ver que de las
bancas de la iglesia habían florecido rosas,
jazmines, claveles y azahares.
Caminé hacia su interior pisando la suave alfombra
roja que conduce al altar. Sentí que había entrado
a un lugar santo y mágico, eleve la vista y me
maravillé con la semiesfera de la cúpula principal
donde entre nubes, los ángeles costudian la entrada del cielo.
A los costados de la Iglesia, los santos
miran hacia el centro con su gesto piadoso e inmaculado.
Nuestra señora del Pilar domina el altar desde un
lugar privilegiado y vestida pulcramente sostiene en sus brazos al Salvador del Mundo.
Es por cierto, la reina de este dominio de los cielos.
A este punto, bastante gente ha llegado a la ceremonia y esperan impaciente la llegada de los novios. Busco un lugar para sentarme y observo que todos se preparan para dar comienzo a esta unión sagrada.
Veo como el señor organista se sienta frente a su instrumento y ensaya con sus dedos sobre el teclado aun cuando no se puede apreciar sonido alguno.
Los sacristanes revisan cada detalle del altar que en la ocasión, luce bello y luminoso. En ese instante, llega al altar el señor cura con su vistoso traje de sacerdote otorgándole a dicho lugar , una solemnidad especial.
Me siento fascinada por el entorno majestuoso que
me rodea y miro hacia lo alto de la gran iglesia,
la luz de la mañana penetra triunfante por ojivas y vitrales formando haces de lineales arcoiris que descienden para estrellarse y destellar sobre los sagrados objetos de oro, plata y bronce.
Vuelvo a mirar la cúpula principal y veo como los
ángeles agitan sus alas para mantenerse en ese pequeño trocito de cielo.
De pronto, un murmullo general. Todos miran hacia la puerta de la catedral... Sí, el novio ha llegado y permanece en el umbral para cumplir la tradición de esperar a la novia en ese lugar. La gente se agita,mi corazón salta de emoción y me pregunto cuanto ha de demorar en su arribo la novia.
Suspiro y vuelvo a sentir el perfume embriagador de las flores con las que se ha adornado el lugar, al costado de mi asiento ha florecido una rosa majestuosa de firmes pétalos rojos que parecen sonreír.
Otra vez el murmullo... esta vez más intenso aún. Miro hacia la puerta y es la novia la que ha llegado ahora. Todos se preparan para el momento de inicio de la solemne ceremonia. Los padrinos custodian a la novia y dos niñas con aspecto de princesa, toman y acomodan la cola del velo de la chica que ha de convertirse en esposa pocos momentos más.
Todo se ha dispuesto, los novios están preparados para marchar en demanda del altar donde han de recibir el sacramento sagrado del matrimonio. A una señal casi invisible, el órgano de la catedral nos inunda con sus primeros compases
de la Marcha Nupcial de Wagner.
La música recoge el corazón y los novios junto a su séquito, comienzan a caminar al compás de la inmortal melodía.
Es un andar lento, el señor organista los quiere llevar así con su ritmo nupcial, los veo acercarse poco a poco. Mis ojos comienzan a arder, tal vez una lagrimita
los pudiera aliviar mas no así la emoción de mi
corazón. Se acercan... más y más, la música los trae tomados de la mano con su maravillosa armonía, no sé si caminan o flotan en el aire llevados por el canto de ese teclado maravilloso.
Ya están muy cerca de mí, creo que no me voy a contener, la emoción me embarga;por instantes no sé que hacer, se acercan y nada los puede detener...Ya están casi encima de mí y en un
instante indefinido de incontrolable emoción, arranco la rosa que florece en mi banco y con ella en mano aún hiriendome con sus agudas espinas, me abalanzo sobre el novio para darle un inmenso beso en la mejilla y mirarle con ojos nublados y húmedos.
Le sonrio y luego acudo donde la novia, la beso igualmente en la mejilla mientras pongo entre sus blancas manos la rosa roja hurtada a la Iglesia.
Ella confundida deja caer su ramito de azahares sobre la roja alfombra y en ese instante, la solemne Marcha Nupcial cantada por el órgano, se derrumba como castillo de arena alcanzado por una ola traviesa. Un profundo silencio invade en ese instante el lugar mágico y sagrado donde los novios acuden a dar fe de su amor ante
Dios.
El señor cura extiende sus manos a modo de
súplica y mirando hacia el cielo parece decir : "Dios mío, ¿qué ha hecho esta mujer?". Los santos de la Iglesia cubren su mirada con sus manos avergonzados de mi atrevida acción, y creo que las mejillas de nuestra señora del Pilar se han sonrojado.
El niño que sostiene la Virgen en cambio, ha sonreido y los querubines invitados al sacramento, han dejado de batir sus alas con gran riesgo de estrellarse en el piso de la Iglesia.
Seres del cielo y de la tierra posan sus ojos en mí juzgándome por mi inexplicable acto. Me encogo de hombros y trato de explicarles que ha sido algo involuntario, en ese instante el novio a modo de perdón, me abraza sonriente y me dice
al oído : Querida hermanita, todo está bien.
Luego me besa y desde ese instante todo vuelve a tomar su pulso perdido. El señor del órgano reconstruye los compases de la Marcha Nupcial, los santos retiran sus manos de su vista y vuelven a contemplar la bella ceremonia con sereno mirar.
Los querubines vuelven a batir sus blancas alas y la Virgen recobra el albo color de su piel, el niño en sus brazos me ha sonreído nuevamente con luminoso dulzor.
El señor cura agradece a Dios que esta mujer no haya detenido el curso de tan sagrado sacramento y los novios reinician su marcha hacia el altar.
Las pequeñas princesas portan la cola del velo de la novia que se agita ondeando sobre la roja alfombra que conduce a la presencia de Dios.
El sendero llega a su fin y los novios enfrentan
finalmente el principio de la eternidad de su amor
al unirse en unos instantes más, en sagrado vínculo.
El señor cura les sonríe y pronuncia las palabras
tradicionales y emocionantes: "Hermanos, nos hemos reunido hoy para unir en santo matrimonio a este hombre y esta mujer.... "