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Marie Curie, la extraordinaria científica

Hace más de 150 años, en la ciudad polaca de Varsovia, nació una niña muy especial: María Salomea Sklodowska. María Salomea era la quinta de cinco hermanos, pero a pesar de ser la pequeña, era la más inteligente de todos.

El padre de María era profesor de física y matemáticas, y su madre era maestra, así que la niña pronto descubrió su amor por las ciencias naturales y la física. ¡Le parecían alucinantes!

Así es. La pequeña María prefería leer y estudiar por encima de todo. Los libros de ciencias eran su auténtica pasión. Y también su refugio.

María no tuvo una infancia feliz. En aquella época, Polonia estaba bajo el dominio del Imperio ruso y los polacos no podían practicar sus costumbres ni ser ellos mismos: todo lo que hacían tenía que ser como los rusos querían que fuesen. ¡Incluso se prohibió el idioma polaco en los colegios!

Pero Władysław el papá de María no estaba de acuerdo con renunciar a su identidad, su idioma y su país. Cuando los rusos se enteraron, se enfadaron muchísimo. Como castigo, solo le ofrecían trabajos mal pagados, por lo que el dinero empezó a faltar en casa de María. Un buen día, su mamá tuvo una idea: acogerían a niños en su casa para poder ganar un dinero extra. ¡Pero claro, eso acabó siendo un poco locura!

La pobreza no fue el único motivo de tristeza: antes de que María cumpliera 9 años, su hermana Sofía murió de tifus, una enfermedad que transmitían los piojos y las pulgas, para la que todavía no había vacuna. Y la desgracia fue a más: cuando María tenía 10 años, su madre murió de tuberculosis, una enfermedad de los pulmones, muy contagiosa, para la que tampoco existía una vacuna en aquellos tiempos.

Pero la pequeña María no creía en Dios, sino en la ciencia. Así que no encontraba consuelo en estas palabras. Sólo hallaba refugio en los libros de ciencias. Por eso no paraba de leer y estudiar.

En la Polonia bajo dominación rusa estaba prohibido que las mujeres estudiaran en la universidad. ¡Y resulta que el mayor deseo de María era estudiar Física en la universidad! Así que ella y su hermana Bronislawa se matricularon en la conocida como “Universidad Flotante”, una escuela secreta llamada así porque cambiaba constantemente de lugar para que los rusos no la descubrieran.

Pasado un tiempo, Bronislawa se fue a estudiar a La Sorbona, una de las universidades más importantes de Europa, que estaba en París. María deseaba hacer lo mismo que su hermana. Trabajó muy duro para poder ahorrar y matricularse en La Sorbona. ¡Y al fin lo consiguió! Sin embargo, el dinero solo le alcanzaba para pagar el alquiler de una pequeña buhardilla sin calefacción, así que María pasaba días enteros sin poder siquiera comer. Lo único que devoraba era un libro tras otro.

A pesar de ello y de que no sabía hablar francés, pocos años después María se licenció en Física. Y no sólo eso: ¡Fue la número uno de la clase! Pero la sociedad parisina de la época no estaba acostumbrada a reconocer los méritos de las mujeres y no se lo pusieron fácil. María no estaba dispuesta a rendirse y continuaba esforzándose con una idea en la cabeza: “Es más difícil cambiar lo que está fuera que lo que está dentro”.

Un año después conoció a un hombre muy especial: Pierre Curie. Un científico que, al igual que ella, era un apasionado de la física. Así que muy pronto se hicieron buenos amigos y luego se enamoraron. Pronto se casaron y Maria Salomea Sklodowska cambió su nombre por Marie Curie.

Pierre y Marie eran tal para cual, sabían reconocer las cosas importantes de la vida. Por eso, en lugar de gastar dinero en un banquete de boda o en unos anillos, compraron una bicicleta y se fueron de luna de miel a recorrer Francia subidos en ella.

A pesar de que ya era licenciada en Física, Marie Curie quiso seguir estudiando y comenzó un doctorado. En esa misma época, el físico alemán Wilhelm Roëntgen había descubierto los rayos X, que servían para ver a través de los objetos; y el científico francés Antoine Henri Becquerel​, había descubierto la radioactividad. Fue por casualidad. Antoine había guardado en un cajón unas placas fotográficas junto a un trozo de uranio. Cuando volvió a abrir el cajón, las fotografías se habían vuelto negras, lo que le hizo darse cuenta de que el uranio emitía una potente radiación.

Estos descubrimientos maravillaron a Marie Curie, quien decidió comenzar sus investigaciones sobre sustancias radioactivas. La investigación de Marie iba tan bien, que su marido decidió aplazar sus estudios sobre magnetismo para ayudarla. ¡Y fue una gran decisión! En poco tiempo, Marie y Pierre descubrieron dos nuevos elementos químicos mucho más radioactivos que el uranio. Y, además, tuvieron a su primera hija.

Marie y Pierre Curie pasaron cuatro largos años intentando demostrar a los científicos el valor de su hallazgo. Por fin, en el año 1903, recién iniciado el siglo XX, Marie se convirtió en la primera mujer de la historia en recibir el premio más importante del mundo: el Premio Nobel de Física. Eso sí, fue un reconocimiento compartido con su marido, Pierre, y con Antoine Becquerel.

A pesar de que Marie había contribuido mucho más que Pierre y Antoine a las investigaciones sobre la radioactividad, no tuvo el mismo reconocimiento, pues la sociedad de la época aún dejaba de lado a las mujeres. Un año después de recibir el premio nació su segunda hija. Así que mientras que a Pierre Curie le nombraron Catedrático de la Universidad de París, Marie cuidaba de sus hijas y continuaba investigando por su cuenta.

Por fin, la vida parecía sonreír a Marie Curie, hasta que un día la desgracia volvió a visitarla: un carro de caballos atropelló a Pierre y éste murió. De modo que Marie tuvo que continuar con sus investigaciones sobre el radio ella sola.

Gracias a su empeño los siguientes años, Marie Curie realizó otro importante descubrimiento: la radioterapia como tratamiento del cáncer. Y fue gracias a eso que, en 1911, ganó otro premio Nobel; esta vez, de Química. Se convirtió entonces en la primera mujer (y única hasta nuestros días) en ganar dos premios Nobel.

Tres años después, estalló la I Guerra Mundial. Marie Curie pensó en cómo podría poner sus investigaciones al servicio de los soldados heridos en combate. Entonces tuvo una idea: ¡compraría viejos vehículos y máquinas de rayos X portátiles y crearía ambulancias radiológicas para ayudar a los heridos! Su idea funcionó y salvó la vida de muchos soldados al facilitar que los médicos pudieran ver sus cuerpos por dentro, encontrar las balas y poder curarles.

Gracias a su iniciativa, Marie Curie se convirtió en directora del Servicio de Radiología de Cruz Roja francesa durante la guerra. Cuando la paz regresó a Europa, Marie continuó estudiando, formó parte de varias academias científicas y recibió muchos reconocimientos.

Marie Curie murió con 67 años de leucemia, un tipo de cáncer que, seguramente, desarrolló por estar tanto tiempo expuesta a la peligrosa radiación de los elementos que estudiaba.

Pero Marie Curie no murió del todo: de ella nos quedan sus asombrosos descubrimientos y unos cuantos cuadernos de laboratorio con anotaciones científicas de su puño y letra. Cuadernos que, todavía hoy, siguen siendo muy radiactivos. ¡Tendrán que pasar 1.600 años para que desaparezca gran parte de la radiación que aún impregna sus páginas!

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