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Mauricio Kramer (Motek)

Mauricio "Motek" Kramer
MI PAPA

Muchas, pero muchas veces fueron las que le pedí a mi papá, me contara lo que le había sucedido en los campos de concentración, en los cuales pasó todo el tiempo que duró la guerra y la respuesta siempre fue la misma, no quería revivir el pasado, no quería recordar lo sufrido, no podía compartir lo dolido. Me acercaba a mi mamá quien había nacido en América, y descubrí, que ni tan siquiera a ella le había confiado su historia.
Algunos momentos suyos de meditación, me permitieron hacerle a veces recordar pequeñas cosas y con una melancolía hacia sus raíces pensaba en voz alta. "Eramos una familia numerosa, papá, mamá, mis cuatro hermanas y yo el único varón. Nacidos en Polonia cumplíamos con la obligatoriedad de ir en las mañanas al colegio público y por las tardes al Jeder, donde aprendíamos Torá. Ya en esa época siendo niño recuerdo la persecución contra los judíos, nos repudiaban y de encontrarnos solos los demás niños nos golpeaban. Por el instinto de conservación nos reuníamos en grupos y dentro de lo posible era así como nos manteníamos para evitar que nos pegaran".
Recuerdo vivamente el momento en que papá nos relató cuando los alemanes se llevaron a toda la familia al campo de concentración, "nos hicieron separarnos en dos filas, en una estaban mis padres mis dos hermanas menores y mi primo y en la otra estaba yo con mis dos hermanas mayores, en esa época yo tenía once años y tuve la experiencia mas injusta e inhumana que cualquier ser vivo haya podido experimentar. Mi familia entera la de la otra fila fueron cremados vivos. Luego hicieron lo mismo con mis hermanas mayores".
A varios años de distancia y luego de un atropello automovilístico casi mortal que tuvo mi padre en Montecarlo. Nos dijo que a él lo habían mandado a trabajar en una fábrica de armas, municiones y de bombas. Que trabajando con una sierra eléctrica se hizo un corte muy profundo y peligroso en el pie. ¡Pensar en ir a la enfermería ! eso era autocondenarse a muerte, ya que un judío herido no les convenía, era mas fácil eliminarlo y suplirlo con cualquier otro. Esta situación hizo que mi papá escondiera su herida, y por supuesto su dolor. Y ni hablar de medicinas, el tuvo que automedicarse, tratar su herida con orines, y así salió adelante.
"A veces las flotillas de aviones de los aliados pasaban por encima del campo, esto hacía que los alemanes se resguardaran en los refugios antiaéreos hasta que paraban de bombardear y cesara el peligro. Para nosotros esos momentos eran felices ya que nos dejaban solos a nuestra suerte indefensos, pero libres durante el tiempo que duraba. Eran esos los únicos momentos de descanso durante el día. Ninguno de nosotros trabajaba, aún por el contrario nos sentábamos conscientes del peligro, pero sin ningún tipo de esperanzas, a ver volar a los aviones. Y ver el gran espectáculo, la caída de las bombas".
"Al finalizar la guerra a los pocos sobrevivientes que quedamos, los aliados nos llevaron a un hospital de la cruz roja para poder recuperarnos ya, que la desnutrición y otras muchas enfermedades habían afectado a cada uno de nosotros tanto física como mentalmente. En este hospital éramos bien atendidos y alimentados. Pero por las noches nos escapábamos a la cocina a robarnos lo que encontrábamos de comida y pedazos de pan. Todas las mañanas las enfermeras conseguían restos de comida debajo de las almohadas. Ellas nos explicaban que ya no hacia falta robarla o esconderla, que ellos nos alimentarían mientras permaneciésemos bajo su cuidado. Sin embargo cada noche se volvía a repetir la misma historia". El hambre que sufrieron y que fue su fiel acompañante tantos años, era más fuerte que la razón y que cualquier lógica explicación. Mas aún pienso que a pesar de los muchos años transcurridos el hambre, estaba siempre presente como una sombra acechante.
De sus recuerdos son pocos los que pudimos compartir pero me consta que tanta amargura, dolor y hambre que le tocó vivir, lo hicieron ver de un modo distinto a los necesitados, para con ellos siempre estaba dispuesto a tenderles la mano. Mi papá siempre tenía un consejo y una ayuda para quien se le acercara y para con nosotros; mi madre y mi hermana al igual que para con sus nietos fue en vida y aún hoy en su permanente recuerdo, el mejor de los hombres, el mejor de los padres, ¡Mi papá!
Datos del Cuento
  • Categoría: Hechos Reales
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