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Categoría: Historias Pasadas

Mercedita, una historia de amor

Finalizaba la década del treinta y en aquel pueblo de la provincia de Santa Fe... Humboldt , moría la tarde musicalizada de trinos , en un arrebolado cielo que doraba a fuego los campos y las casas...
Los violáceos del crepúsculo y las primeras estrellas, no calmaron la ansiedad de las jóvenes que esperaban la alegría de la diversión. Estas no eran tan asiduas, en aquel pequeño mundo de trabajos y privaciones donde se movían los habitantes, inmigrantes italianos y suizos y descendientes... algunos ya nacidos en el país... que con gran sacrificio habían adquirido su tierra, en aquel sueño aventura “Fare l´ América dopo retornare”, que concluyó con entregar sus vidas por aquella causa que terminó siendo familiar, individual y estrictamente material . El gringo se conformó con esa posesión y mató la nostalgia en el trabajo sin tregua; fue su óbolo a la diosa pequeña tierra de su pertenencia
Era la comedia teatral, que llegaba a la localidad Tan apreciada sobre todo por el público femenino que tarde a tarde escuchaba las audiciones del radio teatro . Cuando los elencos visitaban los pueblos, eran muy festejados por sus seguidoras y también porque en los entreactos se bailaba al compás de una orquesta.
Mercedes Strikler, una encantadora joven de veintidós años, no había sido la excepción , nieta de colonizadores suizos y alemanes, había trabajado duro como todos los días en la chacra, pero también había arreglado su hermoso cabello rubio , y alistado su mejor vestido . No solo era el atractivo la obra de teatro , sino también el baile , oportunidad de conversar con jóvenes del sexo opuesto.
Integraba el elenco aquella noche, un apuesto, poeta y a su vez excelente guitarrista, Ramón Sixto Ríos, oriundo de Entre Ríos, criado en Goya, Corrientes
Fogonazos de amor, entre giros de danza y destellos de luces . El sentimiento anidó en la mirada clavada en unos ojos diáfanos color cielo, en un talle espigado, en un cabello de mies madura. En la dulzura de esa chacarerita, que conquistó el corazón del poeta, al punto de comenzar un romance. El que se extendería en nutrida correspondencia, donde se ahondaron sentimientos firmemente correspondidos
La enredadera trepaba rozando la primavera. Mercedes soñaba, mientras realizaba con entrañable amor, las duras tareas del campo, ordeñaba las vacas, cuidaba de la huerta, de las aves de corral y como no tenía hermanos varones, ayudaba a su padre a pasar la rastra, sembrar con maquinarias, entonces tiradas por caballos.
Solía llevar a su abuelo, otrora un alto y apuesto suizo, hasta los surcos recién abiertos, y ponía en sus manos puñados de tierra que este acariciaba.
Su abuelo había quedado ciego cuando realizaba un viaje en carro para visitar otras propiedades al sur de Córdoba. Una tormenta que lo sorprendió en el camino, y alguien que tratando de ayudarlo, le colocó gotas en sus ojos, que lo dejaron ciego
Pero ella sabía que era para él, caminar por las amelgas recién abiertas preparadas para recibir la simiente.
Un día Ramón Sixto (de ascendencia alemana por parte de madre) viajó a Humboldt, con los anillos para comprometerse. Ella se negó. No se supo exactamente que pasó, quizá la severidad con que actuaban en aquel momento los progenitores, determinó la actitud de la joven. Ella se justifico diciendo, que no quería dejar solos a sus padres. En realidad, el aporte de su trabajo en el grupo familiar era importante.
Mercedes se negó a casarse. Ramón Sixto regresó muy triste a Buenos Aires y escribió la letra del chamamé que había compuesto anteriormente. Así nació la letra de "Merceditas", que expresa con exquisitez la nostalgia por la mujer amada, una bella chacarerita santafesina.
A su vez Mercedes Margarita, con sus esplendorosos veinticuatro años, envolvió su dolor en crespones de noche, un solo de grillos acompaño su vigilia y el cansancio de aquel día agotador, colmado de emociones dolorosas.
Al amanecer, al terminar las tareas del tambo, cuando el aroma del café con leche y pan recién horneado, daba calidez a la reunión de la familia en la cocina, la niña precipitó todo su dolor en lágrimas y enfermó, la tierra no le había quitado la vida, pero si el corazón.
Los paraísos apostados junto al alambrado, vieron la progresión de los días.
Sombrearon los estíos aliviando al ganado, desparramaron hojas amarillas en otoño, se desnudaron en invierno y sus flores lilas en primavera regalaron su aroma particular... Y los ciclos se sucedieron...
Pasó el tiempo, Mercedes se fue integrando cada vez más a su paisaje: Murieron sus padres y también su hermana Ernesta. Ella continuó haciendo el tambo en forma tradicional, los avances de la tecnología no estaba a su alcance, pero ella no quería dejar su campo.-
Cargo años y soledades en la casa que envejeció con ella, en compañía de numerosos perros y gatos. A veces compraba alimentos y bebida en el bar de campo, donde también existía un surtidor de combustible. Un día consultó con la hija del dueño, porque ella ignoraba todo sobre asuntos legales, la consultada, era estudiante de ciencias económicas, pero nunca se recibió, y puso en sus manos, ante su requerimiento, las escrituras del campo. La estudiante, en complicidad con un abogado, traspasó estas propiedades a su nombre.
Se la veía a veces caminando por la ruta, rumbo al pueblo, mal vestida, siendo objeto de burla de los transeúntes. Sólo unos pocos sabían, que ella era la Merceditas inspiradora del chamamé, que se escuchaba y bailaba, en todo el territorio de la patria.
Pero la vida le reservó una sorpresa. Periodistas de la revista "Semanario",de capital, llegaron al pueblo, la descubrieron y le hicieron un reportaje, donde ella contó el suceso mas importante de su vida. Una prima de Sixto leyó la nota y se la dio a conocer El se había casado, pero en ese momento estaba solo. Volvió a escribir a Mercedes, invitándola para que vaya a Buenos Aires.- En el pueblo le dijeron que no fuera, porque se iban a reir de ella. Su amiga Virginia la animó y así contestó la carta. Compraron ropa adecuada y las dos viajaron a Buenos Aires. Allí participaron en la fiesta de los ochenta años de Ramón Sixto.
Desde entonces las regalías por derecho de autor, que percibía por esa composición, fueron para Mercedes, depositadas en su cuenta de ahorro.-
La tierra ante ese amor generoso, nada pudo hacer. Abrió sus manos oscuras y de sus entrañas, devolvió el corazón a su prisionera.-
Los tiempos fueron distintos, pero a ella siguió pareciéndole muy guapo, y el al verla con su pelo rubio, ya algo canoso, siguió evocando su romance con la bella flor silvestre, junto a los trigales de la provincia de Santa Fe.

Maria del Carmen Obregón Scaglia
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2 comentarios. Página 1 de 1
maritza
invitado-maritza 13-04-2006 00:00:00

Muy bien escrito y realmente la historia es bella y evoca momentos de vida que fueron reales muy buena.

Aretino
invitado-Aretino 08-03-2006 00:00:00

Excelente relato, magnífica la forma de expresarte en un muy claro y diáfano idioma español. Mis felicitaciones.

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