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Categoría: Ciencia Ficción

Meta-Inmobiliarias

-Pero vamos a ver... que yo me entere. Usted tiene como propiedades un coche, ¿no es así?
-Y una casa -contestó el señor Martínez.
-En alquiler, por lo que no cuenta.
-Y un microondas.
-Bueno, -contestó pensativo don Mauricio, el jefe del Departamento de Tasas- por eso podemos compensarle con poco.
-Y una bicicleta, y los muebles de la habitación, y los de la cocina y el salón.
-Sí, sí, por supuesto -se rascó la barba lentamente-, eso aumentará su propiedad, aunque si no me equivoco esos muebles tienen más de 50 años, y ni si quiera son madera. Tienen poco valor metafísico.
-¿Poco valor? ¡Son una antigüedad!
-Bueno, bueno, no se preocupe -dijo mientras hacía sus cálculos en el ordenador.
-¿Qué no me preocupe? ¡Me quedan cinco días y quiere que no me preocupe!
-Mire, don... -dijo dejando la frase a medias para que el señor Martínez la concluyese.
-Don Antonio... Martínez.
-Muy bien, señor Martínez, lo único que podemos hacer es compensarle con una propiedad metafísica de 20 metas cúbicos.
-¿Qué? -preguntó don Antonio defraudado.
Todo el mundo sabía que 20 metas era una miseria, no tendría espacio ni para poder menta-edificar, es decir, construir mentalmente ni una chavola que mereciera la pena. Llevaba años trabajando para cuando llegase este momento y ahora le daban esto. No podía creerlo, esto antes no hubiera pasado. Antonio sabía que desde el primer momento de su nacimiento, se había equivocado de tiempo.
En aquel momento, Antonio se agarraba la cabeza con ambas manos, desesperado, despeinándose el poco pelo que le quedaba.
-No se preocupe, hay gente que no tiene ni eso. Se pasa el resto de su existencia vagando de un lado para otro, viviendo en otras meta-realidades, hasta que alguien le descubre en su territorio y le expulsa. Usted tiene suerte, no tendrá que pasar por todo eso.
Antonio ni contestó, si hubiera vivido en otra época se hubiera tirado por la ventana, pero ahora no hubiese hecho otra cosa que agravar la situación.
Antonio despertó sudando, sin saber concretamente dónde se encontraba. Por fin, encendió la lamparilla que tenía en la mesilla de noche y comprendió que se encontraba en su habitación. Todo había sido un mal sueño.
Fue entonces cuando recordó las palabras que su buen amigo Eduardo había pronunciado en la cena del día anterior.
Mantenían una conversación a cerca del monopolio económico que los países capitalistas ejercían sobre los países más desfavorecidos, y entonces dijo:
-La raza humana es tan codiciosa que si supiera con exactitud que hay vida después de la muerte y cómo es, comenzaría a vender terrenos para la otra vida. Las empresas inmobiliarias de este tipo se multiplicarían, y sólo los más ricos tendrían una buena posición en el más allá. Se llamarían Meta-inmobiliarias...
Datos del Cuento
  • Autor: Brinbur
  • Código: 252
  • Fecha: 19-10-2002
  • Valoración:
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