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Categoría: Infantiles

Mi Nieta

Hay días que te traen mucha felicidad y el día de hoy fui muy feliz, mi nieta me dijo:
¡Abuelo, anoche pude escuchar el silencio!

Les contaré la historia para que ustedes puedan también llegar a escuchar el silencio y no piensen que estamos locos. Nosotros vivimos en el campo, nuestra diversión está limitada a poder ver la noche, a nombrar las estrellas, a sentir el sonido del viento, a pretender comprender que dice a su paso. Es la naturaleza la fuente de nuestros juegos, la inspiración a nuestras ideas, el centro de nuestras vidas. Todo lo provee, lo entrega y lo pide como un padre, nuestra vida y trabajo está en función a ella.
El visitar la ciudad nos proporciona el complemento necesario para nuestra educación pero nuestro deseo de vida es muy primitivo y simple. Ama a todo aquello que puedas ver, respeta a todo aquello que puedan sentir y vive con todo aquello que te rodea. Sé sencillo al amar y entrega todo para poder recibir. Dar y dar es más importante que recibir, esto lo aprendimos de la naturaleza ya que ella nos da más de lo que nosotros podemos darle.
Mis hijas son de la ciudad, estudiaron y se desarrollaron entre el tumultuoso ruido del modernismo, eran internas en un colegio solo estábamos juntos los fines de semana y las fiestas, momentos en que la visita al campo era una diversión, los caballos ,los conejos, las gallinas, los pavos y tantos otros animales, el viento limpio y suave; era para ellas un tiempo agradable, pero las noches eran un sufrimiento, no había el entretenimiento de la ciudad, la televisión, el centro comercial o el cinema. Aquí en el campo era solamente la noche. Nunca fuimos despreciados por esta vida pero tampoco fuimos comprendidos, a la eterna pregunta ¿pero papá como puedes seguir viviendo aquí si ya tienes todo?, ¿que te falta para poder vivir en la ciudad?. La respuesta era siempre la misma, hijas ¡no se vivir sin escuchar el silencio! Después de esta respuesta nos enfrascábamos en una discusión que no terminaba sino en las sabias palabras de mis hijas, !Papá…….. ya estas viejo, no se puede hablar contigo!
Tuvimos muchos años de simpáticas y recordables discusiones, hasta que llegaron a preocuparse por sus propias vidas y dejar a los viejos en paz, ellas estudiaron trabajaron y llegaron a formar sus familias típicas de ciudad con los entretenimientos propios que las grandes urbes dan.
Con el tiempo llegaron a tener familia y vinieron los nietos.
Esta historia se refiere a mi nieta mayor, que nos visitaba con frecuencia, nos encargábamos de ella cuando los padres viajaban y le dimos un poco de la vida del campo. Con el correr de los años ella también llegó a ser una chica de ciudad, pero con un amor por sus abuelos y una curiosidad por los animales que siempre la regresaba al campo. Cuando ella andaba por los 9 años se entretenía viendo la noche, escuchando las historias que el abuelo inventaba, sentía curiosidad por todo aquello que su viejo abuelo le contaba: de cómo el viento le hablaba, de cómo este viento podría traer noticias del mas allá, de cómo habían largos periodos en que le viento no hablaba y de cómo su abuelo escuchaba el silencio y lo que este le decía.
Las compañeras de colegio se burlaban de las anécdotas de su abuelo, de cómo él tenia un nombre especial para cada estrella, de cómo la noche y la oscuridad le podía dar tanta información y de cómo el viento le hablaba. Con su juventud, ya sus abuelos pasaron a ser menos importantes y la mayor dedicación de su vida eran los amigos, enamorados, fiestas y la vida propia de jóvenes, pero siempre se mantenía, aún a la distancia del tiempo, en contacto y con mucho amor por sus abuelos. Como todo en la vida es un proceso, ella ingresa a la universidad y comienza a cuestionar todo, jóvenes rebeldes, etapa preciosa de la vida por la cual todos hemos pasado. En medio de este cuestionamiento tuvimos la suerte de que ella nos visitara por tres meses, quería cambiar la orientación de su vida y necesitaba tener su espacio, palabras que la madre nos dijo cuando nos pidió por favor, si se podía quedar a vivir con nosotros durante sus vacaciones.
Llegó ella a buscar su propio espacio. Nuestro amor la atosigó, gran error el nuestro, ella se perdía el día entero en el campo, llegaba para almorzar, dormir una siesta y salir según ella, a meditar, pues necesitaba tranquilidad-. El tiempo trascurrió y durante dos meses solo estuvimos juntos muy breves momentos con conversaciones tirante, actitudes de jóvenes incomprendidos y resentimientos de abuelos chochos. Pero un día y pongo a Dios como testigo, amaneció otra persona en ella, nos besó en el desayuno, el cual era preparado por la abuela muy temprano con jugos de fruta fresca, pan recién horneado, huevos frescos y leche ordeñada en la madrugada. El desayuno era para nosotros la alegría de saber que teníamos la oportunidad de vivir un día más, de gozar con lo que la naturaleza nos da y con lo que el Señor nos entrega. Después del beso se quedó con nosotros, hacia mucho tiempo que no tomábamos desayuno juntos, saboreó cada bocado que se llevaba a la boca, halagó a la abuela por lo sabroso y rico de los alimentos y sobre todo se interesó por nosotros, fue ahora ella las que nos atosigó de preguntas y cariños, fue ella la que quiso saber de nuestras vidas, me pidió si podía enseñarle como ver la naturaleza, como conocer la noche y como oír al viento.
Si he de ser sincero fue mucho para mí, no podía digerir el desayuno, tanta pregunta junta y tanto amor en un solo momento, sentí como mi mente me pedía calma, de poco en poco, me decía, con sabiduría, pero nada de ello lo podía contener al sentir tanto amor en tan poco tiempo.
Fue un desayuno maravilloso, sentí el sabor de cada palabra, y aun ahora, siento como cada palabra después de muchos años viven en mí, y ese momento de amor sincero, espontáneo, desinteresado lo puedo volver a vivir.
Luego de este maravilloso encuentro, pasamos un mes encantador, lleno de aventuras y cuentos, tanto así que nuestra casa se llenó de felicidad, resplandecía en la noche como una inmensa luz en todo el valle. Nuestros vecinos notaron nuestra alegría y vieron la belleza de mi nieta en su más grande esplendor, el amor a sus abuelos y su forma de vida.
Todo llega a su fin y la temporada con ella terminó, sus padres la recogieron, volvieron a la ciudad a su vida de lucha y competencia, en la cual los sonidos de los autos, las alarmas, la televisión, los escapes de las motos y los robos son parte normal del día. Durante mucho tiempo, mi nieta buscaba su propia ubicación, el trabajo, la lucha constante para mantenerse en el área en la cual se desarrollaba, llegaron a acumularse tanta presión, que ya exhausta pidió descanso, no daba con su cuerpo y decidió visitar a sus abuelos un fin de semana. La primera noche no pudo dormir, no entendía la falta de ruido, a su cuerpo le faltaba algo, a sus oídos le faltaba alimento, a su corazón le faltaba preocupación. En la mañana me dice, ¡abuelo no pude descansar!
La noche siguiente durmió por cansancio, ya que después de todo un día lleno de actividad tenía que descansar, a la mañana siguiente, después de dormir por 16 horas, me preguntó si podía quedarse con nosotros una semana ya que estaba muy cansada.
No puedo describir ni contarles la alegría que sentimos por este pedido y con todo el amor posible tratamos de no incomodarla con nuestro cariño, caricias y alimentos. Al tercer día desayunó con nosotros y revivimos aquel famoso y recordado desayuno de hacia unos años atrás. Volvimos a sentir la vida en nuestros corazones y la alegría en nuestras almas, en la noche me sorprendió diciéndome: abuelo me puedes enseñar a ver la noche? a escuchar el viento y a conocer las estrellas?. Pedido que no tuvo que repetir, fue una noche donde utilicé todo mi conocimiento y amor para que ella pudiera ser feliz a mi lado, cual sería mi sorpresa que nos llegó la luz del alba y ella me dijo, abuelo, esta noche me sigues enseñando, por que creo que ya algo se.
Fueron cinco largas y encantadoras noches en la que hablamos no solo de lo que veíamos, sino de los que ella quería, de lo que ella esperaba de si misma, el viento, la noche y las estrellas ayudaron a que conociera su verdadero yo. El amor del abuelo fue solo el instrumento que utilizó el Señor para que ella pudiera saber que era la vida.
Pasado un tiempo mi hija nos visitó y me cuenta lo cambiada que esta mi nieta, lo fácil que es hablar con ella, lo simple que se hace todo cuando ella está presente. ¿Papá que le diste a ella que no nos diste a nosotros?.¿ Papá que le enseñaste a ella que no nos enseñaste a nosotros?. ¿Como fue tu amor con ella?
Comprendí que mi nieta entendía lo que el viento decía, que había escuchado el silencio, que había visto la noche y me alegré.
Pero no fue sino hasta después de unas semanas en que mi nieta nos visitó y me dio la alegría más grande que pude recibir.


¡Abuelo, anoche pude escuchar el silencio!



Lima, Agosto del 2003
Datos del Cuento
  • Categoría: Infantiles
  • Media: 5.74
  • Votos: 76
  • Envios: 8
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Comentarios


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3 comentarios. Página 1 de 1
maria
invitado-maria 26-05-2004 00:00:00

Estoy revisando casi todos los cuentos y que me disculpen si hiero sentimientos pero este en particular me ha fascinado, especialmente porq me recuerda a mi propia vida. continúen escribiendo cuentos así, a mí me han devuelto la ilusión de la VIDA. GRACIAS.

monica
invitado-monica 06-05-2004 00:00:00

He leido con agrado y ternura este cuento dedicado a "mi nieta". Situaciones reales que nos hacen pensar en lo significativo y hermoso de las cosas sencillas de la vida. Felicito al autor por tan tierno relato.

jaime
invitado-jaime 05-05-2004 00:00:00

su cuento me encanto es hermoso espero que siga escribiendo mas de estos

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