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Mi diario

Martes, 25 de Marzo de 2000
Hola, me llamo Lucía y tengo 15 años. Hoy es el día de mi cumpleaños y mi abuela, para no darle mucho a la cabeza, ha decidido regalarme un diario.
-Para que escribas tus pensamientos secretos. – Me ha dicho, y me ha dado un beso de esos que te dejan la mandíbula descolocada.
Pero lo que debería haber hecho es darme el diario y a mi madre darle la llave, porque como de todas formas lo va a abrir, pues mejor ahorrarle tiempo. Por cierto: ¡Hola mamá!, desde aquí te saludo y te felicito por haber tardado tan poco en volver a hurgar en mi vida privada.
Estoy encerrada en mi cuarto, mirando a través de la ventana, viendo a la gente pasear, cosa que yo no puedo hacer porque otra vez estoy castigada. El porqué no lo sé, porque cuando me lo estaban diciendo yo estaba pensando en el libro que me estoy leyendo. De todas formas iba a ser la misma razón de siempre: no he hecho exactamente lo que ellos desean, que no es otra cosa que ser la hija perfecta.
Estoy escuchando música cuando debería estudiar, y mi madre parece haberse dado cuenta de eso, porque creo que me está gritando desde el salón (ya ni se esfuerza en moverse). Volveré a escribir cuando tenga algo interesante que contar. Besos:
Lucía

Viernes, 28 de marzo de 2000
Cuando estabamos calentando en clase de gimnasia me he caído al suelo y he perdido el conocimiento. Ha sido durante cinco minutos pero cuando he despertado no era capaz de recordar por qué me había caído. Me han sentado en un banco del pasillo y toda la clase estaba a mi alrededor preocupados y preguntándome cómo estaba. Mi mejor amiga Sara me ha sacado de aquel interrogatorio y me ha acompañado a casa. Mi madre, al verme llegar tan pronto quiso investigar aquel hecho tan sorprendente, y como de mi no obtenía más respuesta que un “me encuentro mal” estuvo insistiendo a Sara hasta que ésta se tuvo que marchar. Yo me encerré en mi cuarto y aquí sigo, haciéndome la dormida cada vez que creo que mi madre se acerca por el pasillo. Como no le parece suficiente con saber todos los detalles de la vida de las vecinas, tiene que investigar sobre todo lo que me pasa en cada momento de mi vida.
Lo cierto es que no me encuentro muy bien, estoy un poco mareada y tengo el estómago revuelto, pero no le voy a dar a mi madre el gustazo de que se lo cuente a toda mi familia. Ésta noche no voy a cenar y ya se me pasará. Voy a dormir un poco. Besos:
Lucía

Domingo, 30 de marzo de 2000
Llevo todo el fin de semana en la cama sin comer casi nada y mi madre, fingiendo ser una madre preocupada de su hija, dice que mañana me va a llevar a urgencias. Lo cierto es que yo estoy empezando a cansarme de vomitar todos los yogures que me como. Pero no creo que sea nada grave.
Sara me llama todos los días preguntándome como estoy, pero al final siempre acaba contándome que tal está con su nuevo novio, un tal Jaime, y yo no hago más que escucharla. No es que quiera que esté pendiente de mí, pero me empiezo a aburrir de escuchar siempre la misma frase “Jaime dice que…” una y otra vez. Al fin y al cabo, Sara terminará dejando a este chico como lo ha hecho con todos los que ha salido desde hace bastante tiempo. Sale con un chico que conoce desde hace dos días durante un mes, se cansa de él y le deja por otro más guapo y con menos cerebro. Ella sabrá lo que hace, yo no soy quien para meterme en su vida.
Es curioso, estoy escuchando una canción de Aretha Franklin, Freedom, y es precisamente eso lo que más anhelo, libertad. Libertad para decir lo que quiera sin que me miren por encima del hombro, libertad para andar con quien yo quiera y que no importe si es alto o bajo, guapo o feo, pobre o rico, si no simplemente que sea alguien en quien confiar. A veces es tan difícil conseguir algo tan sencillo como cinco minutos de escucha sincera, con el corazón. Si cada uno de nosotros empleáramos unos minutos de nuestro tiempo en escuchar a la persona que pide nuestra atención, sin pensar en el trabajo que te queda por hacer o el tiempo que te queda antes de marcharte, si no simplemente callando y escuchando, el mundo sería un poquito mejor. Pero a quien le importa eso teniendo dinero que conseguir, exámenes que aprobar o batallas que ganar, sean del tipo que sean. Realmente el mundo y la gente que vive en él son algo muy triste.

Miércoles, 2 de Abril de 2000
Como me prometió mi madre, el lunes fuimos al hospital. Los médicos estuvieron mirándome durante media hora y me dejaron en observación “para vigilar la evolución de los síntomas”. Después de pasar toda la noche en el pasillo del hospital me llevaron a una habitación. Y aquí sigo. Me han hecho todo tipo de pruebas, desde análisis de sangre hasta ecografías, todo en dos días. Parece que hoy han decidido darme un descanso. Son las cuatro y media y todavía no he visto entrar a ningún médico. Espero que ésta paz dure todo el día. Mi madre ha dormido los tres días en el hospital y Sara me llamó el martes para decirme que los compañeros de clase preguntan por mí. Por primera vez en mi vida la gente está de verdad preocupada por mí.

Jueves, 3 de Abril de 2000
Es cáncer. Cáncer de estómago. Según ha dicho el médico, estoy en la cuarta etapa. El tumor se ha reproducido y ha dañado el hígado y la vesícula. He echado de la habitación a mi madre y al médico. Ahora estoy sola y muy asustada. Me gustaría que Sara estuviera aquí para ayudarme y escucharme, pero no está. Tengo pánico, me gustaría salir a la calle, gritar, quedarme tendida en mitad de la hierba esperando que ocurra un milagro que salve mi vida. Pero quien soy yo para pedir un milagro. Sólo soy una chica de 15 años a quien ya le ha llegado su hora. Me quedaré aquí llorando, esperando la muerte sin nadie a mi lado.

Jueves, 10 de Septiembre de 2000
Hace cinco meses que no escribo y han pasado muchas cosas. Operaron el tumor del estómago y comenzaron con la quimioterapia, pero no ha servido de mucho. El tumor ha seguido expandiéndose hacia los pulmones, aunque ha crecido más lentamente. Durante todo este tiempo mi madre no se ha movido del sillón de mi habitación y Sara ha venido todos y cada uno de los días, incluso ha dejado de irse de vacaciones por mí. Sé que me queda poco, a pesar de lo que me quieran decir. Los médicos aún tienen esperanza, pero yo ya la he perdido. Siento que cada día me cuesta más respirar y estoy cansada de tener que llamar a las enfermeras para ir al baño. Hace meses que no me miro en el espejo, porque he perdido veinte kilos y ya casi no tengo pelo. Me da miedo mirar mi reflejo y darme cuenta que me he convertido en un monstruo. Llevo cinco meses luchando por sobrevivir, pero creo que esta vez he perdido. Sólo deseo salir al parque que veo cada día desde mi ventana, sentir los rayos del sol en mi piel, sentir vida por última vez. No tengo miedo de dejarlo todo, tan sólo temo dejar tristeza a mi paso, como sé que ocurrirá.

Domingo, 25 de Septiembre de 2000
Escribo desde el parque que hay debajo de mi ventana. Son las cuatro y veinte, la hora en la que las enfermeras relajan la vigilancia. Después de mucho insistir, Sara ha accedido a sacarme de mi cuarto para respirar aire puro. En una silla de ruedas y tapada con una sábana, me ha llevado a través de los pasillos hacia la salida. Allí me he encontrado con mi madre, que venía de comer, pero no me ha regañado. Me ha mirado con lágrimas en los ojos y me ha acompañado al parque. Nos hemos sentado las tres en un banco de madera oscura, sin decir nada, escuchando el trinar de los pájaros y hemos llorado abrazadas en silencio. Presiento que ésta es la última hoja que escribo en éste diario y me gustaría dejarlo todo claro antes de irme. Gracias a mi abuela, que tuvo el gran acierto de regalarme este diario, gracias a mi padre, por permanecer en la sombra apoyando a los que han sufrido la enfermedad conmigo. Gracias a mi madre, por sentir mi dolor, mi rabia, saber irse cuando debía y saber permanecer cuando más la necesitaba. Gracias a Sara, por comprender y llevar a la práctica el verdadero concepto de amistad. Gracias por perderse unas magníficas vacaciones por mí. Gracias a las dos por luchar conmigo, dormir conmigo, soñar conmigo, llorar conmigo y adelantarse a lo que más deseaba. No sufráis cuando me vaya, porque yo estaré bien. Gracias a todas las personas por preocuparse y perdonarme si alguna vez os he fallado. Gracias por todo. Adiós.
Datos del Cuento
  • Autor: Almudena
  • Código: 2240
  • Fecha: 27-04-2003
  • Categoría: Metáforas
  • Media: 5.68
  • Votos: 66
  • Envios: 5
  • Lecturas: 4273
  • Valoración:
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Comentarios


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5 comentarios. Página 1 de 1
María Eugenia
invitado-María Eugenia 02-04-2006 00:00:00

He estado mucho tiempo en estas páginas, he leído muchos escritos. Lamento no haber encontrado éste antes. Creo, sin temor a equivocarme que la confianza entre madre, padre .. e hijos es importante. Respetar la privacidad de nuestros hijos, callar sus secretos y vivencias compartidas, son cosas que les permiten confiar en nosotros. Escucharlos ... (qué difícil decir algo) Tal vez podamos darnos cuenta de esos cambios en el estado de ánimo... tal vez ... no sé que decir, me toca muy de cerca. ... Mi madre era demasiado buena pero sin querer no supo darme confianza y a los 12 años no me atreví decirle que me sentía cansada y orinaba oscuro. Casi muero de hepatitis. No fue hasta que comencé a arder en fiebre que me llevaron al hospital. EXELENTEMENTE NARRADO. TOCA EL ALMA.

susana
invitado-susana 01-04-2006 00:00:00

Hola espero que te encuentres bien, quisiera saber mas de ti que fue lo que paso despue.pues han pasado ya varios años y aunque acabo de leer tu diario. me gustaria que nos platicaras mas de ti. suerte y sigue adelante.

tanais
invitado-tanais 14-06-2004 00:00:00

Me ha encantado tu historia,me ha hecho llorar por meterme en la piel de esa muchacha.

Toni
invitado-Toni 03-06-2003 00:00:00

Hare que la lea toda la gente que quiero y ojala ellos hagan lo mismo,es sencillamente la mejor torta que le puedan dar a nadie. Eres extraordinaria y sigue escribiendo,te lo ruego. gracias por siempre.

Almudena
invitado-Almudena 08-05-2003 00:00:00

Todos los dias abro esta pagina para ver si habeis votado o comentado algun cuento mio. No es por egoismo, si no porque me hace creer que lo q

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