El túnel
Estaba allí. Me sentí segura, porque ese sí era mi hogar… por fin.
Por fin en casa.
Nunca me había sentido tan viva, tan a gusto, tan sin frío, tan sin calor.
Por fin supe lo que era sentirse parte de algo, o de alguien.
¡Qué dicha no sentirse extranjera!
¡Que dicha no tener que esforzarse para ser entendida!
¡Qué alivio ser solo ser, sin tener que no ser para ser aceptada!
Los ancianos de túnicas blancas y melenas canas que blanqueaban al trasluz,
no hablaban, pero podía escucharlos:
Todo lo sabían.
Todas mis preguntas respondieron. Todas las respuestas comprendí.
Mi mente, lúcida en extremo, fue capaz de entender la astronomía,
El cálculo, la ciencia, habituales enigmas, para mí.
Y la respuesta que me hizo más feliz fue que sí, que Dios existe.
Existe por las mismas razones que dicen que no existe.
Entonces supe que no imaginé respuestas.
- Tienes que regresar-
- ¿A dónde si yo soy de aquí?
- Debes regresar.
- ¿A dónde, si yo no conozco otro lugar más que este?
- Debes regresar. No es tu momento para quedarte.
- ¿Cómo, en qué, por cuál camino?
- Déjate llevar como una hoja por el viento
y entra por la cabeza.
Y me deje llevar a través del firmamento, girando, girando, girando en el vacío.
Y allí estaba la vestimenta.
La que acostumbraba a ver en el espejo.
La tomé por los pelos y por allí introduje mis pies.
Y me quedó tan estrecha.
No me dejaba respirar, y debí escoger entre el dolor y la náusea.
¿Cómo pude olvidar preguntar cuándo sería mi momento?
¿Por qué tengo que esperar mi momento?
Sólo quiero estar en mi hogar.
Ya no soporto esta nostalgia.
Quiero regresar.
No había un túnel, pero era mi hogar.
Me dejaste pensativa amiga, muy interesante tu cuento, el hogar se hace donde uno siente su sueli propio, sin sombras ni túneles. Mi diez grande y mi admiración Besitos Solecito!