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Cuento
Categoría: Románticos

Mi melodía

El bote se deslizaba suavemente.
El fresco de la mañana nos acariciaba la cara.
Román remaba lentamente y yo tendida de espalda, mirando las nubes pasar,
con los brazos abiertos dejaba que el agua del río corriera entre mis dedos.
Cantaban los benteveos entre los árboles isleños, y un martín pescador cruzó rasante entre los remos.
Un cardume de mojarras se arremolinaba bajo la vieja chalana, y en alegre danza,
convertía el río en iridiscencias de plata.
Se detuvieron los remos.
¡Qué quietud! ¡Qué dulce calma!...
- ¿Por qué silvas suavecito con la cabeza gacha, la mirada fija y aletargada?
- Por qué estoy pensando.
- ¿Y en que piensas hermano?
- En el futuro.
- Me gusta lo que silvas. ¿Cuál es esa melodía? ¿La toca papito en el violín?
- No. Es mi melodía interior.
- ¿Tu melodía?
- Si, la inventé yo, para darle música a mis sueños.
Cada persona debería tener su propia música, un sonido único que brota desde lo profundo del alma. Que solo vos podés entonarla. Ella te inspira, te consuela, te anima, te da valor para levantar la espada y lucharle a la vida. Hermanita querida, tu también tienes que buscar tu melodía interior.
- Pero cómo, papito solo me enseñó a solfear. y cuando papito hace sonar su violín lee la música escrita en sus libros.
- No. Cierra los ojos. Piensa en algo hermoso, imagina que estas completamente sola en medio de un paisaje que te emociona. Imagínate inmersa en el silencio. No escuches los ruidos que te rodean. Escucha dentro de ti la melodía que va emergiendo, una sonata se apoderará de tus oídos. Comienza a entonarla suavecito, tararea lentamente... esa será tu música interior. Esta que escuchaste ahora es la mía. No tenés que imitarla. Cuando la tengas, sabrás entonarla...
Seguimos avanzando por el río, callados y pensativos...
De pronto... supe cómo era mi melodía interior y comencé a tararearla. Suavecito, lentamente.
El empezó a entonar la suya, yo a responderle con la mía.
Fuimos increscendo. A viva voz, nuestras melodías internas se convirtieron en ópera.
Yo tomé un remo, y al unísino íbamos dejando una estela de espuma y un concierto que se elevaba al cielo.
Aquella mañana en el río, unimos las voces de nuestras almas hermanas en un canto celestial...

Y a pesar de los años, a pesar de que te has ido, sigo cantando, como en aquel río, tu melodía y la mía.

Estela Foderé
Datos del Cuento
  • Categoría: Románticos
  • Media: 5.86
  • Votos: 90
  • Envios: 2
  • Lecturas: 4006
  • Valoración:
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