¡Mi reino por un café!, tal era la premura de mi existencia en aquella mañana fría y lluviosa de un atroz invierno que nos tenía a mal traer (léase tiritar, toser, resfriarse, engriparse y otras yerbas más), a los pobres transeúntes que forzosamente teníamos que andar por la ciudad por un motivo u otro.
Por eso, me abalancé sobre una cafetería cuando la divisé y para mi desconcierto, estaba atestada de gente. No había un solo sitio disponible donde se pudiera tomar un café.
Merodeé por allí, hasta que un hombre desocupó la mesa junto a la ventana y desde luego, a la velocidad posible que me permitía tal gentío, me encomendé.
Gracias a Dios, pude llegar y ubicarme de inmediato pero al mismo tiempo que otra persona hacía exactamente lo mismo. Nos sentamos a la misma mesa, frente a frente, y aquella persona manifestó en son de guerra:
-¡Yo la vi primero!
Observé a esa persona sin ningún reparo y me dije a mí mismo; un ejecutivo importante como yo, de una empresa prestigiosa, tener que liar a media mañana con un extraño por una miserable ubicación, en un miserable café de Buenos Aires. De ningún modo era mi estilo ni encajaba en mi nivel, pero unos instantes antes de abandonar el campo de batalla, también me dije a mí mismo, que no tenía permitir tales atropellos a mi persona y que debía hacer valer mis derechos y por sobre todas las cosas, mi punto de vista, por eso fue que dije que yo la había visto primero. La otra persona se sonrió en calidad de sarcástico y expuso que presentara una prueba o un testigo de aquello que yo aseveraba.
Califiqué de irrelevante su exposición y decidí que un hombre como yo, que tenía grandes y apasionados debates con empresarios de la Argentina y del extranjero, debía cortar de inmediato el hilo de enfrentamiento y guardar mis energías para mejores ocasiones. Si aquella simple mesa, de un simple café, era considerada por esa persona como un trofeo, allá ella.
En ese momento mi fortuito contrincante manifestó que bebería un café y se marcharía enseguida. Consideré que no se dirigía a mi persona y por tal motivo no le di entrada a su comentario, pero cuando llegó el mozo, extrañamente pedí dos cafés y ahí si, tronaron los cañones.-Pero... ¿cómo se atreva a...? –replicó aquella persona, que tenía los ojos grandes y claros y... llenos de fuego.
Mi capacidad intelectual se nubiló y no supe que decir, pero el mozo intervino preguntando sí eran dos cafés. De la vereda de enfrente, digámosle así, protestaron diciendo que no, que sólo era un café y yo, por mi parte, pedí otro café.
El mozo, que esa mañana ya tenía una ardua tarea y al parecer carecía de paciencia, soplando con cierto aire de fastidio e intolerancia dijo: -¡Entonces son dos cafés!, y sin aceptar un consentimiento afirmativo, dióse la vuelta y se marchó.
-¿Está satisfecho?. –arrojaron de la vereda de enfrente estas dos palabras en mi cara.
Desde luego que no iba a responder a tal acto de agresión, lo que debía hacer e hice, fue echar una mirada circundante para hallar otra ubicación, pero mi contrincante de esa mañana, era veloz, intuitivo y sin medias tintas, mientras encendía un cigarrillo y expulsaba el humo entre sus labios rojos, aconsejó que no buscara otra mesa porque no la había.
Mientras llegara el mozo, me incliné a cambiar mi punto de vista sobre aquella persona y al no verle más como mi fortuito contrincante, sino como la causa desconocida, curiosa e indescifrable aparecida en mi destino, comencé a descubrir que se trataba simplemente de una muchacha de ojos claro y vivos, de cabellos cortos y oscuros, que parecía decirme con esa mirada electrizante: ¡Qué mira usted!, por un momento me entusiasmo la idea de decirle: ¡A usted!, pero creí razonable no abrir la boca y callar para siempre.
Después que bebió su café y se fue, llamé al mozo para averiguar quién era esa muchacha que estuvo sentada a mi mesa.
-¿Cuál muchacha?. –me sorprendió el mozo, sabiendo que no hubo ninguna muchacha en mi mesa. Insistí pero el resultado fue el mismo.
Cuando hace frío y llueve, en una ciudad gris y mojada, las nostalgias andan por doquiera.
no tengo palabras para alabar tus palabras. lo mejor seria que quienes puedan lo lean para que juzguen tu gran capacidad para escribir. voy a leer todo lo tuyo. mil gracias por la oportunidad.