Mi reloj tardío, con horas muertas que dejaban pasar el aire entre el espacio y el descontrol.
Mi mente recorre mi alrededor y pienso en él, en sus lágrimas tristes mientras me regalaba un último beso.
-No llores- le dije con una sonrisa amarga.
Su abrazo fue el más fuerte que recordaba que me hubieran dado, hasta ese momento.
Las puertas de un viejo tren, lleno de grasa y viejo combustible se abrieron frente a mi, ofreciéndome la última oportunidad para mi felicidad. –Andemos de prisa antes de que me arrepienta- le dije a mis pies y a mi corazón en voz interior. Suspiré y con un último deseo volví a recorrer las cristaleras que quedaban tras mis pasos.
No puede verlo atravesar esa puerta, y ver su cuerpo acercarse al mío... Sólo recuerdo un gran golpe en la espalda, y un color negro que invadió mi vista. Cuando volví a despertar, una luz me dio de frente, y fueron sus ojos los primeros en recibirme a mi nueva vida.
-Por poco no lo cuentas, pero has salvado dos vidas al mismo tiempo; sin ti, yo tampoco habría podido sobrevivir.
De nuevo sus besos y abrazos me terminaron de devolver la vida que por poco pierdo.
Entonces volví a mirar mi muñeca, pero en ella ya no permanecía mi reloj de horas muertas. Ahora no existiría el tiempo, ni la fuerza de voluntad para abandonar a la felicidad.
Es el precioso trofeo que puedo darte por tan magnifico regalo, y un infaltable diez