Vengo de la clínica "Q", en la que está hospitalizado mi buen amigo don Salustiano. Ayer sábado, cuando telefonearon dando la noticia de su hospitalización pasé un susto morrocotudo, pues a la edad de mi amigo, -los noventa años-, siempre temes lo peor. Lo he encontrado en cama, pero leyendo "Lolita", de Nabokov. Al verme, ha demostrado un cariño que me ha conmovido. En tono de broma, le increpo:

-¡Vaya enfermo! ¿No cree don Salustiano que esa lectura no es para una persona enferma? ¿Qué ocurrirá, si la hormona gonadotrópica se estimula con la lectura? Piense que su edad ya no está para esos trotes.

-No te preocupes, mi buen amigo, pues, para mi desgracia, mis glándulas ya no se activan aunque se presentara la Mona Lisa en 'deshavillé'

-No será porque las tenga atrofiadas, pues dudo que en ningún momento las haya tenido inactivas. Bien lo prueba las aventuras que usted me cuenta, en que la libido juega un papel substancial.

-Pero para esas aventuras a que tú te refieres se precisa la intervención de otro ser, que será mujer en caso de tratarse de un heterosexual, como es mi caso, y dudo que haya ninguna dispuesta a complacerme sexualmente al contemplar mi lamentable estado físico.

-Bueno, admito que ahora que está enfermo no esté usted en condiciones de acometer un embate de ese jaez, pero quién ha vivido las aventuras que me contó, y que yo he recogido en la novela "Paquita", y otras muchas que aún no han salido a la luz, no se arredra por arruga de más o menos en el rostro.

-Hay, querido amigo, tú siempre tan dispuesto a atribuirme atributos que no me corresponden; aun qué te diré la verdad, me llenan de optimismo. Todavía recuerdo la historia de mi vida que narrasteis en verso. Pues bien, lo que te dije del pensamiento sobre mi estado físico, que tu recoges en la última estrofa, está más vigente ahora que en el momento que te lo conté. Por cierto ¿cómo lo titulabas?

-"Entreverado de sucesos pecaminosos vividos y holgados por un amigo"

-La verdad es que el titulito se las trae. Menos mal que mi nombre no consta en ninguna parte, pues me dolería que mis nietos supieran que su respetable abuelo había sido tan pendón.

-No se preocupe, que por mi parte no lo sabrán. ¡Ah!, se me olvidaba. Le he traído un ejemplar de "Paquita", para que me diga si he sabido contar bien lo que le ocurrió en su escapada a Marsella.

-Te lo agradezco, y como te conozco, sé que no te habrás excedido en ningún sentido al escribir aquella aventura, que aún la recuerdo con añoranza. La leeré con sumo gusto, y aún te diré más: voy a dejar a "Lolita" y la emprenderé enseguida con "Paquita"

-Qué el cambio de mujeres no le suponga la enemistad de cualquiera de ellas. Y mucho menos que esta noche le lleven a concebir sueños lúbricos con las dos. Bueno, don Salustiano, le dejo, pues creo que me excedido en mi visita para un enfermo.

-No te preocupes, pues me ha servido de distracción. Y ya sabes, vuelve cuando quieras. En cuanto a los sueños, hace tiempo que dejé de soñar despierto y dormido. Tú, siempre de broma, y que Dios te conserve ese carácter tan jovial.

-Cuídese, don Salustiano, y ¡hasta otra!

-Adiós, mi buen amigo.