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Mirando el mar

Mi vida no estaba marcada por grandes hazañas, transcurría normal, nunca había ganado nada importante en sorteo, ni había conseguido destacarme en nada, en fin no tenía ni buena ni mala suerte. Siempre había soñado con poder realizar algún acto heroico, rescatar una bella mujer inconsciente del medio del fuego, o de una banda de delincuentes que querían secuestrarla, si la verdad que todas mis fantasías eran muy románticas, e interesadas pues mis protagonistas siempre eran hijas de acaudaladas personas que luego por agradecimiento terminaba obteniendo una gran fortuna. Pero nada de eso nunca pasó, y yo seguía preparándome por si algún día el destino me daba la oportunidad no se me escapara de las manos. Por esta razón había aprendido a hacer explosivos, practicaba con todo tipo de armas, si bien nunca pude conseguir lanzar un cuchillo y que se clavara, con el arco era bastante malo y con revólveres y automáticas no acertaba mucho, solo con un rifle obtenía resultados halagadores. Pero yo seguía aprendiendo cosas que nunca utilizaría, incluso como sobrevivir en las más variadas circunstancias, cuando en mi país nadie nunca necesito de eso pues no existen lugares inhóspitos, ni terremotos, ni huracanes, ni volcanes, ni avalanchas, ni nada. Lo más peligroso es evadir impuestos.

Pero mi vida siempre necesitaba desafíos y es posible que por eso me gustará tanto conducir una moto, sobre todo en medio de fuertes tormentas. Yo tenía en aquel entonces una honda XL 250

Pues justamente fue un día en que habían salido a recorrer las calles de mi ciudad, Montevideo, y como siempre terminé frente al Río de la Plata, observando una impresionante tormenta eléctrica, que se desplegaba sobre el mar como escenario.

Como no me alcanzaba verla desde donde estaba la moto, baje de la moto que se encontraba estacionada en la costanera, Rambla como le decimos nosotros, y llegué hasta las rocas, allí las olas rompían espectacularmente, impulsadas por los fuertes vientos de la tormenta. Yo conseguía permanecer seco gracias a un excelente equipo para lluvia y botas para ese propósito que llevaba puesto.

Así fue caminado recostado al muro de contención, este último en esa parte, termina unos cincuenta centímetros más arriba que la acera, que esta a su lado, formando un largo banco, y empieza unos dos metros más abajo donde ya están las rocas, entre ellas y él no sé si a propósito o por que así son los cimientos, hay una fina senda por donde se puede caminar, y justamente por ahí empecé a trasladare. Por lo dicho anteriormente, por más que los relámpagos me iluminaban, no se me podía ver desde arriba.

Lo cierto es que oí voces, y me asombre, pues nunca me había cruzado con nadie, y todos lo que me conocían decían que debía estar loco para hacerlo. Pero ahí arriba mío había dos personas o más hablando, conseguí escalar un poco, ya que el muro esta levemente inclinado, y sobre salen algunas irregularidades, y observé dos hombres de frente al mar, con dos maletines apoyados en justamente en el banco que se forma, gracias a que no había subido frente a ellos podía observarlos, sin que me vieran, por otro lado dos autos estaba estacionados, con por lo menos una persona más adentro.

Debía de estar soñado pero dentro de unos de los maletines habían un sin número de paquetes con polvo blanco. ¡Era droga! No podía ser, no podía pasarme a mí, que debía de hacer; nada, nunca había pensado en una situación así, nada de lo que había aprendido o imaginado me daba una pauta, sí había dinero, pero no iba a pretender robárselo, y aunque no me guste los narcotraficantes no tenía ni un celular para hacer una llamada, que era lo único que se me ocurría.

Por otro lado, se venían a mi memoria imágenes de películas donde este tipo de personas son asesinos despiadados, y sea o no cierto comencé a tener miedo, mi vida en riesgo por nada. Yo ahí inmóvil contra la pared, teniendo miedo incluso de bajar, pues podía hacer ruido, pero no era una posición muy cómoda, y deseaba alejarme de ese lugar lo antes posible, con sumo cuidado emprendí la bajada, y justo cuando el silencio que existe entre trueno y trueno, ola y ola, me caí sobre un montón de piedras sueltas que al caer al agua descubrieron mi posición, me paralice mirándolos fijamente, cuando me gritaron - - Que haces ahí - - Nada solo miraba el mar - le respondí - - Te dije que siempre existen estos locos - le dijo uno al otro - - Estas seguro que no nos espiabas - me preguntó entonces - - ¿Espiarlos yo a ustedes? No de ninguna manera. - - ¿Oíste que hablábamos? - - No la verdad que no - - Pero estabas trepado al muro y viste todo ¿no? - - Si - admití, que otra cosa podía hacer, además me asombre cuando no habían reaccionado enseguida tratando de capturarme, por lo que pensaba: ya terminará se irán y punto - pero de todas formas es como que no vi nada, pues no diré nada nadie o pensarán que realmente estoy loco. - - Si es cierto

Respiré hondo, mi pierna no dejaba de temblar, y mi mano se aferraba a una Mauser 6.35 que llevaba conmigo siempre, por las dudas, pero justamente con esa automática era un pésimo tirador por lo que ni pensaba en usarla. - - Veté ya - me gritó - - No váyanse ustedes primero será mejor - les dije sin saber bien por que. Realmente había tenido suerte todo había terminado, no eran tan crueles, y parecían bastantes racionales - - Bueno mátalo de una vez - le gritó el que menos había hablado - me daré vuelta pues no me gusta la sangre - volvió a decir - - Si pero siempre es feo hacerlo a alguien que te mira.

Dicho esto giró como para darme lugar a que huya, y para recoger una arma que le habían lanzado. No sé todo lo que transcurrió por mi cabeza, pero sé que no tuve miedo, parecía que estuviese en medio de un juego de mi p.c., en el Doom, por ejemplo, por otra parte pensé imposible que pueda yo matarlo, no acertaré a esta distancia, y él esta mucho más entrenado, ya ha matado antes, pero acaso el Bismarck no hundió al Hood en su primer disparó acertando a la única parte no blindada del acorazado. Aún hay posibilidades y levanté el arma apunte, y en el momento que aquel hombre mi miraba sorprendido de mi actitud disparé, si disparé contra él y al ver que acertaba mi disparo lo hice contra el otro que aún permanecía de espalda, y también vi que caía herido, a mis pies una escopeta de caño corto, había caído de manos de quien había querido eliminarme, la tomé y corrí, hasta mi moto, la encendí pero en vez de huir ataque ahora al grupo de hombres que se habían bajado del auto, y se disponía a prestar ayuda a los heridos, tampoco ellos imaginaron mi actitud, no cabría duda que me había visto correr, yo por mi parte seguí en mi juego, acelerando con la derecha, empuñando el arma que había recogido con la izquierda hice un disparó que hirió a un tercero, y frene al costado de uno de los autos de ellos, protegiéndome tras el espolón, los tenía cubiertos, sería muy difícil para ellos disparar contra mí en cambio muy fácil para mí hacerlo contra ellos, así que les grité tírenme los maletines ahora, - - Es un robo un maldito robo - dijo unos de los que heridos estaba en el piso que no pude identificar. - - No te equivocas, solo que hoy no fue tu día y parece que si el mío - le contesté

Tomé los maletines y huí lo más rápido que pude sin antes no olvidarme de hacer dos disparos los neumáticos delanteros de aquellos vehículos, ya a gran distancia de donde ellos estaban, pero que aún podían verme, abrí el maletín que tenía la droga, y destrozando los paquetes con un cuchillo, que también usaba por las dudas, la arroje al mar.

Nunca más use mi moto, la desarme y me deshice de los pedazos. Lo mismo la escopeta la ropa que usaba y el casco. Me mudé casi enseguida, a otro país, con mi familia, y nunca supe si solo herí o mate aquellos individuos, pero aún sigo usando la Mauser y un cuchillo, cuando las circunstancias lo permiten, y sigo preparándome por si otro día la vida me tiene preparada otra sorpresa.

Ah en el otro maletín no había mucho dinero solo 600.000 dólares.
Datos del Cuento
  • Categoría: Aventuras
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