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Categoría: Hechos Reales

Miss Murder

Fue en la boda de mi prima, una prima lejana, la clase de prima que quisieras que no fuera tu prima, cuando conocí a esa chica. Ella tenía quince años, yo algunos más. ¿Y a quién le importa? A mi no me importaba. Yo lo único que quería era joder y chupar y beber, sobre todo beber, porque acababa de salir de rehabilitación y llevaba seis meses muriéndome de sed.
Tuve suerte. Ella estaba en mi mesa cuando me senté. También estaba mi primo, y la novia de mi primo, y una pareja, él informático, ella socióloga, que acaban de unirse a la cienciología para conducir a la humanidad lejos de toda esta mierda, a bordo de su nave espacial. A mi todo me parecía bien: acababan de traer las bebidas: vino tinto y vino rosado y champán, y esa chica estaba allí sentada, tan calladita, con sus ojos negros y su pelo negro y todo ese negro ahí abajo, dispuesto a devorar el universo.
No recuerdo que hablamos, yo solo tenía ojos para ella; me parecía tan triste, ahí sentada, con su copa vacía, mientras sujetaba una coca-cola y se la llevaba a los labios provocándome una erección. Después del segundo plato, ella dijo que tenía que ir al baño y se excusó. Yo esperé cinco minutos, apurando mi copa, y luego me levanté y fui a buscarla. Rondé un rato por los lavabos, pero no la vi, así que salí afuera a fumarme un cigarrillo. Y allí estaba ella, apoyada en una columna, fumando un cigarrillo rojo incandescente, con su rostro de perfil.
"Allá vamos" pensé yo.
-No le digas a mi hermana que me has visto fumar -dijo ella cuando me acerqué.
Su hermana era la novia de mi primo. Yo no pensaba decirle nada. Fumamos y hablamos un rato, no me acuerdo de qué, y me enseñó las palabras que ella misma había grabado con un cuter en su muñeca: MISS MURDER.
A mi todo me parecía bien.
-Los cienciólogos nos salvaran - dije yo, y eso la hizo reír.
Se acercó a mí, muy despacio, con sus ojos de gato, y me besó. Dios, puede que fuera el alcohol, pero yo nunca había probado unos labios como aquellos. Sabían como los primeros labios que besé en mis sueños, cuando solo era un crío que tiraba piedras a los trenes que pasaban bajo el puente; sabían a coca-cola fría en un día de verano.
-Ahora se bueno y tráeme una copa -dijo ella.
Me contó que no podía beber delante de su hermana. Había tenido un coma etílico a los catorce años. Por eso no podía beber. Fui un buen chico y fui a por las copas, una para ella, otra para mí, y regresé a su lado. Seguimos hablando. Seguimos besándonos. Pero cada vez teníamos menos que decirnos y los besos se hicieron menos frecuentes y supe que todo había acabado.
Me jodió, pero así son las cosas.
Al cabo de un rato, ella se marchó con sus padres, y vino mi primo y me pasó un brazo por los hombros y me llevó adentro, donde la fiesta agonizaba mientras la orquesta tocaba, una y otra vez, la misma canción.
-Eres un hijo de puta -dijo mi primo-. Te he salvado el culo cubriéndote las espaldas esta noche.
Yo me reí, me tambaleé un poco, le abrace. Le dije que estuviera tranquilo. Le dije, que aquella noche, todos estábamos salvados.
Y era cierto.
Datos del Cuento
  • Autor: Osobucco
  • Código: 22153
  • Fecha: 18-01-2010
  • Categoría: Hechos Reales
  • Media: 5.28
  • Votos: 43
  • Envios: 0
  • Lecturas: 2932
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