¿Quién soy? Ya casi ni me reconozco. Es como si se hubiera parado el tiempo para mi, mientras que los demás siguen con su vida: sus alegrías, aventuras, tristezas... ¿Y yo qué? Me siento sola e incomprendida y después de casi un año no he podido entender aún lo que ha pasado en mi vida.
Es que todo es tan triste...

A los 14 años me enteré de que mi padre tenía cáncer de pulmón, en ese momento nunca piensas en lo que realmente significa esa enfermedad y lo miras con optimismo, pensando que todo se va a arreglar tras la operación.
Pasé unas semanas muy malas, ya que mis padres tuvieron que viajar a un hospital de fuera de la ciudad para la operación. Menos mal que todo salió bien.

Pasó el tiempo y parecía que todo había vuelto a la tranquilidad, cuando en una de las revisiones periódicas de mi padre, le diagnosticaron otro tumor. Esta noticia fue terrible, peor incluso que la primera vez. Otra vez tenían que viajar mis padres para la operación.
Fue muy duro, recuerdo que casi no podía dormir y apenas salía con mis amigos. Toda la responsabilidad de la casa caía sobre mí mientras mis padres no estaban y eso a los 16 años es un poco difícil de asumir.

Pero lo peor estaba por llegar, después de mucho tiempo acudiendo a revisiones y en tratamiento de radioterapia, le dijeron a mi padre que tenía que recibir quimioterapia. En mi familia sabíamos que iban a ser unos meses difíciles pero, que una vez acabada la quimioterapia, todo volvería a ser como siempre y podríamos estar todos tranquilos y felices.

Por desgracia, no fue así. Yo ya me estaba preocupando al ver que mi padre, al empezar con la quimioterapia, estaba cada vez más débil, cansado, no tenía apetito, estaba muy triste. También veía como mi madre estaba muy preocupada pero intentaba tranquilizarme con palabras poco convincentes.

Un día, ingresaron a mi padre en el hospital porque tenía mucha fiebre y se encontraba muy mal. Todo ese día fue de nervios e incertidumbre, ya que no me contaban todo lo que pasaba, me ocultaban cosas para no preocuparme, pero al contrario, eso hacía que me pusiera peor.
Por la noche sonó el teléfono y todos mis temores se confirmaron: mi padre había muerto.

Han pasado 10 meses y aún no he podido asumirlo, pero creo que hoy he dado un gran paso ya que no había vuelto a hablar de ello desde que ocurrió.
Hay días que me siento con más ánimo para seguir adelante, otros, sin embargo, no tengo ganas de luchar y no le veo sentido a nada. Pero intento no rendirme, sobre todo por mi madre y por mis hermanas (que también están haciendo un gran esfuerzo). Además tengo una familia y unos amigos estupendos que han estado siempre a mi lado y eso me está ayudando mucho. Pero no puedo evitar tener momentos en los que me siento sola y me gustaría dejarlo todo.

Lo único que pido es que pase pronto el tiempo y que disminuya este amargo dolor que deja la marcha de un ser querido.

No soy la más adecuada para aconsejar, pero lo único que te puedo decir si estás pasando por lo mismo, es que no te rindas nunca, lucha y saca fuerzas de dónde puedas, hazlo por tu familia y por tus amigos pero, sobre todo, hazlo por ti mismo.