Sentando en la mesa, pensaba en la mosca que pasaba por mi plato de sopa. Cogí un matamoscas y la maté. Levanté el arma asesina y lo dejé sobre un lado de la silla. Volví a mirar mi plato de sopa y empecé a cenar. No bien estaba por la octava cucharada cuando mis ojos se volvieron hacia un lado de la mesa. Y allí, sobre el mantel había un trozo del cuerpo de una mosca. Me dio asco y dejé de tomar mi sopa. Cogí un secador de platos y empecé a limpiar el mantel, pero, la mancha, no se deshacía, mas bien crecía hasta tomar la forma de una manito. La miré mejor y, efectivamente, era una especie de estrella, rojinegra. Me dio más asco y saqué el mantel y lo eché a la bolsa de la ropa sucia. Luego, prendí la radio y me puse a escuchar un poco de música... y no sé cómo es que me quedé dormido, y soñé, y fue un sueño terrible, claro, era un sueño de moscas, miles de moscas nadando sobre un mar del color de mi plato de sopa, y todas ellas tenían la cara de demonios, de seres extraños, pero, sin embargo, no me decían nada... ellos seguían jugando en aquel mar del color de mi sopa. De pronto, vi que una de ellas salía del mar y con una toalla del color del mantel de mi mesa, empezó a secarse la cara, y era una cara horripilante, parecía una máscara... y en verdad era eso, una máscara, pues, al tiempo de secarse, se arranchaba su faz y quedaba el rostro de una mujer, luego, se arrancó todo el cuerpo, quedando una mujer desnuda... No lo podía creer, y, como estaba en estos tiempos sin novia, me le acerqué para jugar con ella, y cuando la estaba besando, desperté, y desperté con una mosca en mi boca... La escupí y fui hacia el baño a lavarme los dientes y la boca. Hasta vomité mientras recordaba el sabor de la lengua de la mosca de mi sueño. Casi enloquezco sino fuera porque tenía que irme a trabajar. Me bañé y salí a la calle hacia mi trabajo. Subí al bus y en una ventana vi otra mosca, parecía ser mas grande que la que matara la noche pasada, pero esta vez tan solo la miré tranquilo, sin desearle nada, y observé que trataba de cruzar la ventana del bus, impotente e ignorante de su falta de visión. Sonreí y me le acerqué y le abrí la ventana... La vi salir hacia la calle sin agradecerme siquiera, eso es lo que estuve pensando hasta que vi a una linda chica, mirándome a los ojos como si tuviera una mosca en la pupila de los ojos... Los cerré, y no los abrí hasta llegar a la bajada que me llevara a mi trabajo. Bajé del bus y noté que la chica bajó tras de mí. Apuré mis pasos y ella hizo lo mismo. Corrí y ella también. Me detuve y ella se detuvo. ¿Qué quieres?, pregunté. Sonrió y le miré a los ojos, y vi que en sus mismas pupilas parecían tener dos moscas tratando de escapar de aquel cristal... Me le acerqué con una sonrisa y con una destreza desconocida por mí, le arranqué los ojos... Pero, para mi extrañeza, no salió una sola mosca, tan solo escuché los gritos de la bella muchacha que lloraba gotas de sangre a través de las ventanas vacías de sus ojos...
San isidro, mayo de 2006