Desde la tarde estuve concentrado en la ventana; el viento la hacia girar por milímetros y, sin errores, volvía a su lugar indiscutiblemente. Sonó varias veces el teléfono.
Sabía perfectamente que se encontraba detrás de mí. Pero las voces del exterior lograban mi sanadora distracción, de otro modo hubiera yo enloquecido, con solo girar la cabeza hacia mis espaldas hubiera sido suficiente.
- Me sos indiferente –dijo.
Suelo serlo, y mucho –pensé mientras me preocupaba aún más por aquella inagotable ventana.
Me sentía examinado, sentía sus ojos penetrar en mis entrañas. Estaba celosa, yo no le reconocía presencia. Se daba cuenta de mis límites. En cambio yo no podía ir a buscar el reloj, ni un cigarrillo, ni mi lapicera... tenía que esperar a que parta. Simplemente esperar, sin dejar ni por un minuto de observar la ventana.
Tres meses creyendo que vendría, y recién ahora llega. Que desafortunado encuentro, viene justo cuando ya me estoy dando cuenta de que no existe.