Mis padres se conocieron siendo muy jovenes.
Se querían, hicieron los preparativos y se casaron.
Los primeros años su matrimonio fue ejemplar.
Deseaban tener hijos pero no llegaban, así que perdieron la esperanzas de tenerlos.
Mi madre habló con mi padre le propuso adoptar un niño, él se opuso.
Un día después de muchos años, le cumunicó que estaba en estado, tanto tiempo deseando ese hijo que le costó creerlo.
Al cabo de unos meses nací yo, eso afianzó más su unión. Yo crecí como cualquier niño, ya no tuve más hermanos.
Mi padre tenía una empresa y paraba poco tiempo en casa. Yo era muy joven cuando empezaron sus desavenencias.
Mi madre no cesaba de reprocharle a mi padre que existía otra mujer en su vida, naturalmente él lo negaba, le decía que todo era infundado.
Yo sufría mucho cuando los oía discutir, hubo un momento que llegué ha costumbrarme, pero me aislaba en mi habitación.
Las peleas llegaron ha hacerse habituales entre ellos.
A veces mi padre le daba un portazo a la puerta y se marchaba y volvía cuando comprendía que estaba calmada.
Aquella tarde fatílica yo me encontraba en mi habitación. Empezaba a oscurecer, salí a dar mis paseos cosa que hacía habitualmente.
A mi regreso, me alarmaron unos gritos.
Con paso presuroso entré al jardín, el resplandor
de la luna se refrejaba en el césped, veía como los jazmines se desprendían, se percibía un olor a geranios.
Al pasar a mi casa, la sangre se me paralizó por un momento, ante la ecena que contemplaba.
Mi padre tenía las manos todas ensangrentadas terminaba de matar a mi madre, todavía llevaba el arma homicida en la mano.
Me dijo que llamara al cualtelillo descorgué el teléfono marqué el número, con voz temblorosa hablé con el agente que permanecia en ese momento de guardia. A los pocos minutos llegó la pareja de la guardia civil.
Taparon el cuerpo que llacia inepto en el suelo, a la espera del médico forense y la presencia del juez para el levantamiento del cadáver.
Mientras tomaban declaración a mi padre.
Iban a ponerles las esposas, cuando él le pidió que le permitieran subir a su habitación para cambiarse de ropa.
Si en algo se destacaba era por su arrogancia.
Se puso el traje que guardaba para las grandes ocasiones, iba impecable.
Lo vi bajar por las escaleras con la cabeza erquida, dominaba bien la situación, pero se podía
apreciar cierta preocupacion en su rostro.
Sofia la sirvienta cuando lo vio empezó a llorar, él le pidió que cesara su llanto y se tranquilizara, que no lo juzgara mal.
Las cosas habían llegado a un extremo que era difícil de contenerse, ahora aceptaría su condena.
Le pusieron las esposas, me miró con tristeza, acarició mi cara y me sonrió.
Lo vi subir al coche, tral el cristal pude ver como por sus mejillas se deslizaban unas lágrimas.
Mientras uno de los guardias se me acercó, con voz altanera me dijo ¿eres tú su hijo? menudo padre tienes arreglado estás.
Yo le miré con gesto desafiante, clavé mis ojos en los suyos con ira.
Él quiso sacar la porra con intención de agredirme
pero la voz del superior le hizo desistir de su intento. Se llevaron el cadáver de mi madre, yo me quedé llorando había perdido a los dos seres que más quería.
Han pasado varios años, mi padre sigué en la cárcel cumpliendo su condena.
Yo quedé marcado para toda la vida.
Intento olvidar, pero los recuerdos viven en mi mente y no los puedo borrar, ese dolor lo llevo latente en mi corazón.
Perdoné a mi padre aunque la muerte de mi madre no tenía justificación.
No sé si hubo traicción no lo pude saber jamás.
A mí me dejaron un hueco muy difícil de llenar.