...Robles recordaba haber leído en su dossier el terror que a la médico forense le inspiraban los lugares cerrados.
-----------------Fin del prólogo---------------

Muerte blanca. Capítulo primero.

En algún lugar entre el centro comercial céntrico y la Campana estaba en plena y discreta huída Julius, el particular prófugo. Con agitación y calma a su vez recorrió la plaza abombada con un ojo puesto en su andar y otro en la carretera, un taxi a estas horas le vendría de perlas, en ausencia de servicio de autobuses.
Cerca de un contenedor decidió deshacerse del sobre de papel arrugado que contenía los restos inyectables del líquido que acabó con ella.
"Sí, ella...Que dulce y refinada, que difícil resultó su seducción. ¿Para qué tanta resistencia, Jul? Si al final, el dolor es el mismo." Sus pensamientos recibieron el apoyo de una débil sonrisa demente.
Con un ruido sordo la jeringuilla envuelta cayó sobre una montaña de basura.
Al final de la calle apareció tétricamente aquella luz que iba buscando, con un centelleante fulgor verde un taxi blanco paró ante su señal.
- ¿Adonde, jefe?
- Nr. San matías, la Corza, amigo. Apresúrese.
En cuestión de minutos apareció en aquel barrio de elevados edificiós blancos, pagandole la cuota correspondiente al taxista echó a andar por un camino inesperado, se sentía seguro y confiado, podría engañar a la policía judicial otra vez más.
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Martín y su compañera recorrieron las asfaltadas parcelas del parking buscando el Audi negro del jefe de criminalística, a su encuentro el coche "saludó" con un campnailleo que les indicó que el cierre centralizado estaba inactivo, ya dentro Robles reparó en la pantalla del salpicadero que le advertía de un nuevo mensaje que contenía los datos más relevantes del nuevo crímen, leyendo con atención miró a Lidia y dijo:
- ¿Sierpes 51? ¿En pleno centro? Qué locura.
- A veces la obviedad es lo que más cuesta ver.
- Bien dicho srta. Salazar, démonos prisa, con suerte le habrán visto y no ha tenido más remedio que esconderse en un soportal o contenedor.
Como acompañamiento a sus palabras Robles pisó el acelerador para salir al asfalto sevillano, encaminando aquel magnífico bólido al lugar donde es reclamado.

Continuará...

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