Martín Robles, jefe del laboratorio criminalístico, se hallaba tras la mesa de su despacho ojeando unos informes mientras con una mano despistada buscaba en los cajones un encendedor para el cigarro que desde hace ya bastante andaba merodeando entre sus labios.
Con la llama del zippo flotando frente a sus narices su mirada se volcó sobre el reloj, las tres de la madrugada no era una hora demasiado adecuada para andar forzando la vista con informes secundarios de los que podría encargarse su secretaria a su reincorporación (estaba de vacaciones en algún lugar de las islas Seychelles)
Al tiempo que el humo blanquecino se elevaba sobre su cabeza poblada de cabellos negros alguien golpeó impacientemente la puerta de su despacho, lo que le hizo pensar que fuera Lidia, la nueva, quien estaba ahí fuera intentando entrar.
- Pase -la puerta se abrió inmediatamente tras la que apareció la nueva ayudante de Robles con aspecto cansado y ojeroso- ¿Qué ocurre?
- Es nuestro asesino, ha vuelto a las andadas...
Como un resorte Robles saltó de su butacón de cuero y enfundo la nueve milímetros en su pistolera, saliendo sin más al pasillo.
- Srta. Salazar, acompáñeme a la escena del crimen, quiero que colabore conmigo en la investigación -Le dijo Robles a su ayudante, pese a que se trataba de un eslabón más en la cadena de asesinatos en serie que últimamente habían sucedido en la ciudad española de Sevilla.
- Claro, Robles, aunque no parece este asesinato más fuera de lo normal que los otros tres, el mismo móvil, la misma firma...De todos modos, la práctica continuada me conducirá a la experiencia.
Sin obtener respuesta el jefe del laboratorio y su ayudante pararon frente al ascensor, que anunció con un tintineo su llegada a la planta tercera (donde ellos se encontraban). Accedieron al interior e introdujo Martín una llave en la ranura sobre la que figuraba un pequeño cartelito que decía: -2. El segundo sótano, el parking. Extrajo la llave cuando el ascensor se puso en marcha, y observó a Lidia, estaba fébril y sudorosa, Robles recordaba haber leído en su dossier el terror que a la médico forense le inspiraban los lugares cerrados...
Continuará...
Esta requete bien escrito, hace mucho que no leia una historia de esas de policias Queremos más