Murió el sacerdote. Una vez pecó contra mi cabeza y me hirió en los pies al cortar mis pasos. El fue quien atacó mi razón cuando me convenció que me niegue al don más preciado...mi instinto, hoy veo que ese don es el único de salvar mi vida.
Dicen que está en su iglesia, igual sé que no esta solo. Yo iría a verlo pero me trae malos recuerdos.
Cuando toco mis pies, soy consciente de aquel dolor punzante como un afilado ayer nostálgico y seco como el que no tiene remordimientos.
Algunos ni se enteran cuanto los hirió y cuanto les sangran sus pies.
Una vez él repartió zapatos hermosamente decorados, con adornos de brillantez infinita, hay quienes quedaron cautivados, pues le calzaban a medida. Yo me los probé, parecían suaves pero raspaban, parecían confiables pero no los podía guiar y parecían livianos, pero tenían mucho peso.
Me acuerdo que algunos salían gustosos con sus zapatos y los relucían altivos, parecían ignorar las gotas de sangre que caían y ! cuanto manchaban las baldosas!
El sacerdote decía que cualquiera podía caminar fácilmente, pero solo aquellos que querían hacer sus piernas fuertes y dar brillo a sus zapatos, encontrarían el verdadero camino. Yo me miré y me dije; tengo piernas flacas, mis pies están descalzos ¿adonde puedo llegar así?-. ¿Porque debo usar estos zapatos que tienen tanto peso, raspar mis tobillos, y encima no los puedo controlar ?...talvez el camino lo justifique, talvez la sangre derramada deje una huella para que me sigan, talvez el camino lo justifique me repetí...talvez puedo probarme unos zapatos, perder velocidad por su peso, relucir su brillo ante los demás para dignificarme, sangrar un poco sobre las baldosas y dejar que me controlen a su rumbo, pero encontrar un camino.
Por lo que veo el sacerdote debía haberse olvidado de avisar, que tenían que atárselos bien, porque siempre cuando yo salía encontraba todos aquellos zapatos desparramados en la puerta de la iglesia, creo que el sacerdote no había encontrado mi talle, tampoco.
Murió el sacerdote, al menos no le tengo rencor.Lo recuerdo con gracia. É fue quien atacó mi razón cuando me dijo que me niegue al bien mas preciado que conozco...mi instinto, mi instinto me dio alas y sigo con los pies descalzos ya no tendré huellas, seguro...pero puedo ver todo desde arriba y no tengo contrapeso para caer de nuevo, veo que ese don fue el único capaz de salvar mi vida.
04/04/98
(pido disculpas por ignorar la forma correcta de escribir un cuento)