En aquel viejo café entré buscando refugio de la torrencial lluvia que fuera caía atronadora.
Al entrar parecía que nadie se hubiese percatado del brusco tiempo, y todos charlaban amenamente sin pararse a mirar el cielo. Por lo contrario, yo si lo hice.
Me senté en una vieja mesa de madera junto a la ventana y miré con la vista perdida entre las gotas de lluvia. El firmamento se derretía sobre el pequeño mar que reventaba furioso contra las rocas.
Durante unos minutos di por perdida la noción del tiempo. Cuando volví a mi tiempo real, vi que alguien se había sentado en la mesa de enfrente y me miraba con curiosidad. Sólo pude apreciar sus ojos verdes y la profunda mirada que tan tiernamente me observaba.
Intenté evitar su mirada con movimientos de cabeza incomodada. Vi como se levantaba y se dirigía hacia mí sigilosamente. Llegó hasta mi mesa y pidió permiso para ocupar la silla vacía. Sin mucho afán le dije que podía sentarse, estaba sola y no esperaba a nadie.
Lo miré esperando una explicación de qué tanta expectación había descubierto en mi causando sus miradas, pero permanecí en silencio, esperando que decidiera hablarme.
-Te observaba mientras mirabas la tormenta fuera..., te noté perdida entre los pensamientos y me sorprendió el carisma que desprendes...- dijo pausadamente.
-Miraba la lluvia caer..no pensaba nada en concreto...
De fondo empezó a sonar una vieja canción de piano.
Por aquel momento olvidé al hombre que sentado frente a mi, seguía hablando. Ahora ya no escuchaba qué decía, sólo oía la música de aquel viejo piano.
Me llevó a recordar los momentos cuando de pequeña, mi padre tocada una canción para mí, mientras mi madre nos miraba con ternura y decía cuanto me parecía a mi padre en el gusto por la buena música...
Sentí de pronto que la lluvia cesaba, pero las nubes seguían apoderadas del cielo con sus vestimentas turbias, grises, amenazadoras...
Comencé a cantar en mi mente aquella nana que mi padre me cantaba... Las lágrimas rodaron por la tristeza y empaparon mi sólida soledad, llenando de melancolía aquel momento.
-Un café negro, con una música suave, una lluvia intensa y un alma solitaria...Es una mezcla sólo para grandes artistas...- Dijo el misterioso hombre sin rodar su mirada de mi entorno.
No respondí a sus palabras, sólo pensé en lo molesta que se me hacía su compañía en aquel instante...
Recordé aquella conversación minutos antes del último adiós de mi padre:
-Hija, yo tengo que partir de este mundo, y en tus manos queda la vida..aquí quedará mi recuerdo en ese piano que será para ti, júrame que será tu mejor confidente, como hasta ahora lo he sido yo. Toca con furia cuando tu alma sienta ira, y con dulzura cuando tu corazón esté en calma, así, desde el cielo, sabré oír tus sentimientos y podré abrazarte con el viento...
-Papá... me has enseñado a sentir la música, igual que se siente un abrazo o un beso. Es más profunda que una palabra de cariño... ¿recuerdas cuando aquella noche me enseñaste a cantarle a las estrellas? ¿recuerdas como con melancolía, la luna lloraba al oír nuestra nana? Ahora yo tocaré también al cielo... pero esta vez será para ti....
-Entonces, querida hija, el cielo se aclarará, el firmamento traerá tu voz hacia mí, y desde lo más eterno estaré escuchando ese piano, esa música de tus manos...

Esas fueron sus palabras para mi, que aun recuerdo al ver el piano, pero he tenido miedo, miedo de no encontrar en el firmamento y en el viento su respuesta, tengo miedo que esa música de piano se pierda entre el murmullo de la noche....
Me levanto entristecida, y me acerco al viejo piano...Siento el dolor que el pianista impulsa en aquella canción, y bajito le digo:
-amigo, tu dolor es comprendido por todo aquel que algo espera entre las notas de esta melodía...
Me mira fijamente, sé que entiende lo que le digo, ve mis ojos enturbiados por las lágrimas. Toca una nota más y deja el piano libre... Lo rodeo a pasos lentos, tarareo en voz baja esa canción de mi padre para mi, entonces me encuentro con mis dedos sobre las teclas haciendo sonar la canción mas triste y desesperada que nunca pude tocar. Levanto la cabeza, en frente tengo un ventanal enorme con cristales entre abiertos, puedo ver el cielo abierto, y el viento entra acariciando mi cara y mis manos...
-Eres tu- Pienso por un momento...
Cierro los ojos y sigo tocando, se que me oyes, ahora estoy segura de que estás sentado a mi lado, oyendo tocar esta pieza para ti.
Pasados unos minutos, retiro mis dedos del piano, y miro alrededor, todos me observan, pero mi atención se centra en el chico que, instantes antes, se había acercado a mi mesa. Sonríe tiernamente y se aleja, voy viendo su rostro cada vez más nítido, hasta que lo pierdo de vista....¿Eras tú, papá? ¿Sólo pude verte yo? ¿te tuve tan cerca y no pude darme cuenta?
Tu hiciste sonar aquel piano para que pudiera darme cuenta de tu presencia....estabas en aquel hombre...