Hace tiempo que nada sé de ti...
hace varios años que te escribo, mis manos ya no son tan ágiles, mi voz está más bien quebrada, titubeo en cada nueva carta, no sé muy bien cómo me expreso, en realidad ya no sé muy bien lo que digo, solo prosigo intentando recibir esa respuesta que no me diste, que no me darás...
Deje ya de escribir madre, apague la luz, ya es tarde y hay que dormir.
La anciana prosiguió escribiendo sin hacer caso:
Llevo años escribiéndote, y tú como respuesta, callas, no sé ni lo que escribo, tan solo sé que si dejara de hacerlo morirían mis ilusiones, me
mantengo atada a un no sé qué, que cuando me invade de nostalgia me hace recordarte, escribirte, llamarte desde mis letras, pretender de forma ilusa que mis palabras te besen el alma...
Apague la luz madre, es muy tarde, mañana se va a encontrar muy cansada, apáguela ya.
Ya voy, un segundo más, solo un segundo, y la apago, de verdad que sí, prometido, dijo con sencillez la anciana mientras continuaba escribiendo.
Esta ya preveo que será mi última carta, me han comentado que hay una posibilidad de verte, pero no me atrevo, sola no, tengo miedo, ¿cómo se quita el miedo cuando no sabes lo que vas a ver? ¿y si me desprecias? ¿y si me rehuyes? no sabría que hacer, cómo comportarme, no quiero disimular, no puedo verte, no se alcanza la calma a través del silencio sino de la certeza de saber porqué callas, y tu silencio hace tanto tiempo que se implantó en mi vida que ya es como un compañero de noches de nostalgia, te pregunto y tu silencio me responde, te llamo en sueños y de nuevo en mi habitación, el silencio lo dice todo, mientras tú continuas como siempre, sin decir nada.
Bueno, ya es tarde, te dejo ya, tal vez te vea un día, o quizá no, no creo estar preparada para tal circunstancia, hay que tener mucha valentía para hacer el esfuerzo de tratar de comprender a alguien sin entender de esta vida, de los sentimientos, apenas nada...
Buenas noches mi amor, ahora voy a descansar, mañana te sigo escribiendo, ¿de acuerdo? ahora te dejo ya, me encuentro agotada...
A la mañana siguiente la hija encontró a su madre tumbada en la cama, mirando hacia la ventana, inerte, con una dulce sonrisa en sus labios y en su mano, apretado y arrugado, un desgastado papel...
Comenzó a leer y una lágrima surcó su mejilla, comprendiendo, asimilando las noches desveladas de su madre y esas sus últimas palabras:
Querida hija, recoge por favor esta última carta y hazme un favor... entrégasela. Le he escrito tantas veces, tantas palabras ... pero ahora estoy segura de lo que hice mal... cometí un tremendo error... se me olvidó enviárselas.
La hija entregó todas las cartas y él al verlas simplemente, rompió su silencio de años y con una lágrima brotando de su rostro, su mudez se tornó en un sentido "Gracias".
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En esta vida podemos tratar de entender y como respuesta no entender nada y trascurre el tiempo y pasan los años y quizá una vida entera sin darnos cuenta y seguimos sin comprender, hasta que un día, sin saber cómo ni porqué terminamos entendiendo lo fundamental, que si no hay actitud de cambiar algo en vida... realmente, en vida, no cambia nada.
"NADA CAMBIA..." (LÁGRIMA AZUL) El relato me transmitió una gran tristeza y mis lágrimas acompañaron a esa mujer que, hasta el final, respetó por amor,la distancia y el silencio que la otra persona eligió. Pau