Una vez caminaba por la calle la tristeza, caminaba agarrada de la mano del dolor. Buscaba tener amigos, porque nadie los quería. Todos al dolor le huían y a la tristeza la miraban con mucho miedo. Se sentaron en un banco a ver la gente pasar. Algunos estaban alegres, otros no se veían muy contentos, otros corrían con temor. La tristeza le dijo al dolor: "Ves compañero, la mayoría son felices, nadie nos puede querer, nos huyen por causar tristeza y dolor." "A mi me odian, nadie quiere vivir con dolor, soy muy malo, el más malo entre toda la gente." "Mira compañero, algo tenemos que hacer. Quiero tener amigos, quiero ser querida por todos, no quiero causar más tristezas." El dolor respondió: "Estoy de acuerdo contigo, yo ya no quiero causar más dolor, nadie me soporta." En eso pasó una anciana llorando amargamente. La tristeza se le acerco y muy amable le dijo: "¿Qué le ocurre noble anciana? ¿Puedo ayudarla en algo?" "¿Y quién eres tú?" pregunto la anciana. "Yo soy tristeza, quiero ayudarla." La anciana lloró más fuerte. "¿Ayudarme tú a mí? ¿Acaso estás ciega? Llevo en mi alma una tristeza muy honda. ¡Apártate de mi!" El dolor se le acerco y con un poco de timidez, le dijo: "Noble anciana, dígame su tristeza, quizás pueda ayudarla." La anciana lo miró, con sus ojos llenos de lágrimas. "¿Y usted quién es, y cómo me puede ayudar?" "Yo soy el dolor, pero puedo calmar su sufrimiento." La anciana se enojo muchísimo. "¡Vete de mi vista dolor! ¡Tú eres el causante de mi tristeza! ¡Llevo en mi alma un dolor muy profundo!" La tristeza y el dolor siguieron caminando juntos, todos los despreciaban.
En el camino se encontraron a una joven mujer, muy bonita. Caminaba despacio, se detenía, volvía a caminar, se veía desorientada. La tristeza se le acerco. "Hola linda mujer. ¿Qué le aqueja, se siente bien?" "Estoy muy triste -dijo la joven mujer - tengo muchos problemas en mi casa. Tengo dos hijos y mi esposo nos abandono. Estoy sola y no sé que hacer." La tristeza abrazo a la mujer con cariño, pero esta se puso más triste. La joven mujer le cogió miedo. "¡Apártese de mi! Al abrazarme me he puesto más triste! ¿Quién es usted?" La tristeza le contesto: "Yo soy tristeza, y este es mi amigo dolor, la queremos ayudar." La joven mujer los miró con espanto y exclamo: "¡No se me acerquen, no quiero más tristeza ni dolor en mi vida! ¡No necesito su ayuda!" La joven mujer salio corriendo. La tristeza y el dolor siguieron su camino.
Todos le temían, nadie los quería. En eso vieron pasar un hombre maduro, como de unos cincuenta años, en una silla de ruedas. Se veía muy contento y cantaba, mientras empujaba su silla de ruedas. No tenia piernas, empujaba su silla con una sola mano, solo tenia un brazo. La tristeza y el dolor se miraron, por primera vez se sintieron culpables de la desgracia de aquel pobre hombre, y a la misma vez sorprendidos por su actitud tan positiva, a pesar de su incapacidad. Se pararon frente a él, la tristeza le dijo: "Hola amigo. No lo veo llorar, no lo veo enojado, y menos triste. Usted no camina, no tiene piernas, y le falta un brazo. ¿A qué se debe tanta felicidad? Debe estar enojado con la vida." El hombre los miró sonriente, y pregunto: "¿Quiénes son ustedes? No se ven muy contentos a pesar de que caminan muy bien por la vida." El dolor respondió: "Yo soy el dolor, por lo que veo he estado alguna vez en tu vida." El hombre no dijo nada. La tristeza habló: "Yo soy la tristeza, creo que yo también he sido parte de tu vida." El hombre los volvió a mirar con cariño, les pidió que se acercaran y los abrazo con mucha dulzura. "Ustedes fueron mis compañeros por quince años. Tuve un accidente y perdí a mi familia, perdí mis piernas y como ven también un brazo. El dolor fue tan fuerte que no sé como pude sobrevivir. La tristeza me acompaño por mucho tiempo, junto con la soledad. Le pedí a Dios que me llevara a mí también. ¿Para qué quería seguir viviendo? Lo había perdido todo. El dolor, la soledad, y la tristeza eran mi única compañía."
"Papá Dios me escuchó, pero no me quitó la vida, me dio una nueva vida, y ahora me he vuelto a amar, porque me odiaba, y he aprendido a querer a los demás." La tristeza estaba asombrada por lo que escuchaba, se puso a llorar. El dolor sintió compasión y se abrazo a la tristeza, sentía que se hacia daño, porque sentía su propio dolor. El hombre sonrió con ternura y amablemente dijo: "No sufran por mi. Ahora soy muy feliz. He aprendido a vivir con el dolor de una gran perdida, ya casi no lo siento. La tristeza la saqué de mi vida, estoy alegre, porque Dios es mi compañía. Solo de mis ojos brotan lágrimas de alegría. Amigos, gracias a ustedes pude darle un cambio a mi vida. Gracias dolor, si no hubieras tocado mi corazón, hoy no sé donde estaría. Gracias tristeza, fuiste mi compañera por muchos años, hasta que llegó a mi vida la felicidad y la alegría. Estoy en una silla de ruedas, pero ahora llevo una vida más tranquila, no necesito mis dos piernas, me acostumbre a vivir como estoy, no me siento inferior a nadie. El dolor se fue, pero no vuelvas, la tristeza la bote muy lejos, te recuerdo, pero no te necesito. No estoy solo, y lo más importante, tengo mucho amor para dar y estoy vivo. Adiós para siempre dolor, adiós para siempre tristeza."
El hombre se fue cantando mientras empujaba su silla de ruedas, con una sola mano. Cantaba una canción muy movida y alegre. La tristeza y el dolor se abrazaron de nuevo fuertemente. Sabían que no eran bienvenidos por todos, pero a veces eran aceptados por aquellos que tenían coraje para vencerlos, y aceptar que muchas veces el dolor y la tristeza podía ser algo pasajero, no todo es eterno. Aunque pareciera que ellos dos si eran eternos en el mundo. Pero lo que si era muy cierto, es, que nadie los quería como íntimos amigos.
Fin.
Carmen: Tu narrativa es una moraleja. Miremos hacia atrás para darnos cuenta que debemos dar gracias a Dios por lo que tenemos y que algunas veces no sabemos valorar. Tu voto de diez. Escribes bello. Ivette Rosario.