Nadie te imagina llorando, nadie te imagina traspasando con sudor en la frente el umbral de tu propia huida, nadie como yo sabe ni comprende ese silencio herido que me regalas todos los días, como si fuera un presente de soledad que necesitas entregarme a cada instante. No hay hora ni minuto de mi vida que no acepte internamente tu abandono. No hay momento de calma que no derrame por dentro las lágrimas de mis propios sueños desvanecidos en la distancia, no existe lugar ni rincón de flores que no riegue mi paisaje con una lluvia de deseos escondidos, de nostalgias desgarradas, rondando por entre las esquinas de mi alma. Cada día con más dolor, cada día con más incertidumbre se difuminan mis ideas de lo que fuiste, de lo que eres, de lo que serás.

Duermes en las reposadas sonrisas laureadas de los demás y hay tantos triunfando...

Nadie como yo comprende que huyes de afrontar tu vida con la misma intensidad que huyes de mis sentimientos y ni lo uno ni lo otro sabes cómo recuperarlo con honestidad y en la justa medida en que yace en el entendimiento, en el corazón.

Solo tú sabes, tú entiendes, tú conoces, tú aceptas los afilados colmillos de cinismo que necesitan mostrarte cada día los demás para seguir manteniéndose intactos en tu vida.

A nadie le niegas tu apoyo, tus palabras, tus sonrisas, por eso nadie necesita recordar lo que ha perdido.

Tan solo yo.