Había una vez un pájaro azul, era tan bello y tan grande ese pájaro que era la envidia de todos cuantos lo veían.
¡Mirad el pájaro azul!, ¡mirad el pájaro azul!, decían los niños al verlo sobrevolando por encima de sus cabezas.
Aquel pájaro estaba tan convencido de lo que era que no admitía que nadie menospreciara ni de una sola de sus plumas.
Un buen día mientras volaba hubo un gran viento y aquel pájaro fue a caer en un enorme charco de barro por lo que sus alitas, su pico y todo su bello plumaje quedó totalmente deslucido con un feo color marrón.
El pájaro se sintió muy triste, pues no comprendía porqué en un segundo todo podía haber cambiado de aquella manera y donde antes había un pájaro bello ahora todo era lodo y barro. Entristecido se acercó a un pequeño charco de agua reposada que había cercano a una fuente y al ver su reflejo comenzó a exclamar: pero qué feo pájaro soy!!, ya no soy bonito!!, ya no soy un pájaro de bellas plumas!!, qué desgracia!, qué inorpotuno ese viento! ya nadie me querrá igual que antes.
Pero una niña que estaba sentada junto a la fuente al escuchar la voz de un pájaro triste que se estaba lamentando le preguntó con tono infantil: - ¿porqué lloras?
El pájaro miró a la niña que le había preguntado. - ¿Por qué crees tú niña tonta que puedo llorar con este aspecto?, dijo el pájaro aún con el semblante entristecido pero manteniendo el orgullo.
La niña tan solo le dijo: - pues no sé, yo no veo nada, la verdad es que no veo nada por lo que puedas estar tan abatido. Ven acércate y cuéntame qué te pasa. El pájaro cabizbajo se colocó sobre el borde de piedra de aquella fuente para poder estar cerca del oido de la niña y le dijo con gran enfado:
¿Qué no ves nada? ¿tú eres boba? dijo manteniendo un cierto tono de orgullo herido mientras se recorría con rabia todas sus plumas manchadas de lodo. Hay que ser muy estúpido para no ver que soy un pájaro que está hecho un trapo de horrososo, concluyó cada vez más enojado.
No, no veo nada, repitió la niña convencida. Verás, veo que eres un pájaro, no careces de plumas, pues estás posado sobre el borde de esta fuente que está elevada soobre el suelo así que puedes volar, tu pico está sano y es fuerte porque me hablas mientras te recolocas las plumas y tienes un tono enérgico por lo que debes poseer suficiente carácter para no dejarte acobardar por nadie. Por tu voz diría que tienes una buena edad para haber volado lo bastante como para saber sortear peligros y reponsabilizarte de tu vuelo y ya no eres tan pequeño como para necesitar la supervisión de nadie. Te enfadas cuando te llevan la contraria así que tu estima no se ha resentido por ese percance e intuyo que tienes buen oido puesto que me has escuchado lo que he dicho desde el principio. Dispones de tiempo para ti mismo y para dedicárselo a los demás y por eso estás aquí lamentándote por algo que no sé bien qué es, porque es que de veras que yo no veo nada. No, la verdad es que no veo el motivo por el que puedas estar triste.
- Estoy sucio!!, muy sucio niña boba!!!, es qué no ves que mis plumas están desastrosas!!! estoy lleno de barro!!, me he caido en ese charco sucio!! protestó el pájaro, perdiendo la paciencia y gritando a la niña.
- Anda, mira, - dijo la niña sin inmutarse por el enfado y con tono gracioso, - pues entonces tienes suerte!!, junto a ti hay gran cantidad de agua!! así que tu gran problema tiene solución: lávate la cara!! exclamó la niña con tono directo e imperativo.
Entonces el pájaro se quedó pensativo con tales palabras y contrariado por aquella imposición miró de nuevo su reflejo en el agua de la fuente, tal había sido la espontaneidad de aquella niña al hablarte que entonces ya no se vio como un pájaro sucio, no vio ese pelaje marrón y oscuro que le desmerecía tanto sino que apreció la figura de un pájaro fuerte, de buen pico, de buenas alas, de buen porte, que lo mismo podía caminar que volar que detenerse a mirarse en un charco.
Y ya mucho más convencido le dijo a la niña en tono más tolerante: - tienes razón!, mis plumas están marrones porque me caí a un charco pero solo fue eso!, tienes razón, eso no tiene importancia!!!
Entonces la niña sonrió y le dijo: - Ánimo, solo necesitas agua para estar bonito de nuevo, ánimo!, un jarro de agua fría es lo único que puede cambiarte y parece que te hace falta!. Y dicho esto comenzó a salpicar agua de forma divertida y juguetona sobre el pájaro. El pájaro se quedó quieto, confiado y complacido mientras aquella niña echaba agua y más agua, más bien parecía que se estaba bañando ella con toda la cantidad de agua que lanzaba con sus pequeñas manitas. Pero al poco tiempo todo el lodo, barro y suciedad se desprendieron de su plumaje y fueron al suelo a confundirse con las piedras de la calle. El pájaro al verse limpio rápidamente se miró de nuevo en la fuente y al ver su reflejo de nuevo azul intenso se puso a saltar de alegría y alivio.
La niña, sin decir nada más, se dio media vuelta y a punto estaba de irse sin despedirse cuando el pájaro le llamó y le dijo: - eh, niña, no te he dado las gracias, no te vayas, ¿hay algo que pueda hacer por ti? me has ayudado a volver a ser quien era, ¿hay algo que pueda hacer por ti?
La niña le miró con ternura sin decir nada pero fue extraño, el pájaro al mirarla de frente vio que en sus ojos no se reflejaba ningún brillo. Aquella pequeña a tientas, tomó su pequeño bastón que estaba posado en el suelo de la fuente de piedra, se levantó y tanteando el camino comenzó a alejarse. El pájaro se quedó tan sorprendido viendo que era ciega que no acertaba a moverse de la impresión. Pasaron unos segundos y finalmente el pájaro reaccionó y se fue volando hasta la niña: - oye, le dijo con tono comprensivo, pero.. ¡si eres ciega!, no entiendo, cómo, cómo, pero ¿cómo has podido decirme tantas cosas de cómo soy yo... si tú no me ves?
La niña sin sorprenderse por las palabras del pájaro simplemente le dijo: - es fácil, eres un pájaro, no? tu mismo me has dicho que eres un pájaro, así que yo solo he descrito a un pájaro, porque yo sé cómo es un pájaro!, me lo enseñaron en el cole, dijo la niña con su pequeño orgullo infantil. Lo único que no podía ver, añadió la niña con naturalidad, era eso que te tenía tan triste, tu suciedad, y al contarmelo tú me he puesto muy contenta... porque tenía solución!!, agua!.
El pájaro comprendió la lección que aquella niña le daba y prometió no volver a enfadarse por cosas sin importancia y fijarse más en los pequeños detalles que delataban las verdadera cosas que debían preocupar.
- ¿Puedo pedirte algo? dijo entonces la niña interumpiendo el pensamiento del pájaro.
- Eh, sí, claro lo que quieras, contestó el ave.
- Verás, - dijo la niña, - yo siempre he querido tener el pelo azul, no sé si quedaré ridicula o estaré guapa, pero como no me veo pues no me importa, ¿podrías ayudarme tú a tener el pelo azul???
El pájaro sonrió ante aquella loca petición y mirándo su plumaje le dijo repitiendo frase: pues tienes suerte!!! porque yo soy azul! y sin más arrancándose varias de sus plumas las fue colocando en su cabecita cubriéndola sus pequeños rizos por completo. La niña, feliz, comenzó a saltar de alegría, tengo el pelo azul!, tengo el pelo azul!! decía con estusiasmo. El pajaro se quedó muy complacido con la reacción de la pequeña y tímidamente se asomó de nuevo al agua de la fuente. Contempló que en una de sus alas había una pequeña calva en donde la ausencia de plumas denotaba un agradecimiento...
- Curiosamente, aunque me faltan plumas, no sé porqué pero ahora me veo mucho más bello que antes, - le dijo entonces el pájaro a la niña.
- Sí!!!, yo también me veo mucho mejor con mi pelo de lindas plumas azules, - dijo la niña con natural inocencia.
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Moraleja:
Hagamos de lo que nos ha dado la naturaleza una virtud para nosotros y un regalo para los demás.