Me vi encerrado en un cuarto sin ventanas, tan solo el orificio de la puerta dejaba pasar un hilillo de luz que caía exactamente sobre mis ojos... Como no tenía nada que hacer comencé a jugar con aquel brillo, cerrando y abriendo los párpados todo el tiempo que mis padres me habían castigado en aquel cuarto sin luz ni ventanas, encerrándome como esos reclusos que han comedio delitos contra toda la sociedad. Mi caso era diferente. Me encerraron por haber espiado a mis padres mientras copulaban. Esta pasión la tuve desde niño cuando vi por primera vez a mi madre y a mi padre desnudos bañándose en el baño de mi casa. Y desde aquella vez no hubo noche en que no me provocara espiarlos observarlos... Este vicio lo tuve durante años pero se acabó cuando una tarde en que mis padres estaban desnudos y tirados en su cama, mi madre, ante mi estupor y su asombro, abrió los ojos y, lanzando un grito al ver mis ojos fisgones, mi rostro ansioso por descubrir mi rostro ansioso por ver sus zonas privadas, se dio cuenta de mi inusual pasión de mirón...
Y aquí estoy, ya hace ocho horas. Y ya es de noche porque aun tengo un reloj y veo como los minutos se deslizan antihorariamente y sin sentido, indicándome que el mundo avanza continuamente, con o sin mi diminuta presencia. Y estoy aquí porque he repetido mi vicio incontables veces. Al principio fue un buen jalón de orejas, luego, una excelente pateadura de mi padre con sus respectivos jalones de mis mechas por parte de mi madre, y luego, una cita al psiquiatra amigo de toda la familia, y por último, aquí y por elección, pues el otro lugar sería el sanatorio de la ciudad...
Me gusta estar aquí, en la oscuridad, mirando de frente aquel hilillo de luz que cuando bajo los párpados, pareciera que su brillo se expandiera hasta llegar a iluminar mi espacio interior que nunca antes le di importancia... pareciera como si yo fuera un botecito que navegara sobre las aguas mas negras y silenciosas que nunca antes he visto y me voy y me voy como si fluyera a través de ondas silenciosas y, para mi suerte, pacíficas... en verdad, fue un buen descubrimiento. Pero cuando aquel brillo que tiene la forma de una nube se esfuma, me quedo en la nada, y, por temor a la nada, abro los ojos y, de nuevo, estoy en mi cuarto oscuro con un hilillo de luz que pasa a través del orificio de la puerta.
No sé si me hubiese quedado para siempre así, pero, de pronto, escuché una fuerte detonación, como si un meteoro hubiera caído en mi casa... Escuché gritos, luego, susurros, y por último el susurro terrible de las llamas de fuego. Entendí que mi casa estaba quemándose por alguna extraña razón y que si no hacía algo, yo, quedaría como carbón para parrillada... Pateé la puerta pero parece que nadie me escuchaba, sin embargo, pude ver como las lengüetas de fuego empezaba a pasar por los lados de la puerta. Sentí que si la puerta se abría conocería el infierno real... ante aquel sentimiento, retrocedí. Me arrodillé, mientras veía como el humo parecía un informe fantasma que, con sus curvilíneas extremidades, empezaba a ahorcarme. Recordé mi mundo interior y cerré los ojos como si dentro de mí se hallara un camino secreto que me llevara hacia el otro lado de mi casa, pero, como no encontré más que oscuridad y aquella nube blanca que parecía querer escucharme, empecé a rezar. Y recé y recé pidiéndole mi salvación a cambio de que nunca mas volvería a dejarme llevar por mi vicio de mirón...
De pronto, como por arte de magia, sentí que dos brazos me cargaban y, colocándome una sábana mojada me hicieron cruzar toda mi casa que en esos momentos era la casa del diablo... Una vez afuera, me dejaron sobre el jardín de mi casa... Estas personas eran los bomberos de la ciudad que trataron de apagar el incendio pero sin poderlo lograr. Yo, como cautivado de aquella visión, me quedé observando como mi casa era devorada por extraordinarios seres de fuego y humo.
Así, parado durante toda la noche me quedé frente a mi casa, hasta que llegó el día, y pude ver con otros ojos que todo no era mas que cenizas, hollín, y paredes derruidas por las brazas... Vi a mis padres, aún estaban juntos, atados, copulando, pero ahora, eran como una escultura de carbón... Desde aquella fecha, todas las veces que cierro los ojos encuentro aquella nube, y aun me siento en un bote navegando en aquella oscuridad; yo, le agradezco, y como para honrarla, me he convertido en escultor. Mis obras son negras como el carbón, con pinceladas de color fuego y ceniza, pues son los colores y formas con las cuales me identifico...
Muchas veces que escucho el sonido de un incendio salgo del lugar en que me encuentro y, con una lente, filmo toda la escena y espero, espero que los demonios de fuego terminen su jornada, mientras tanto las observo como si estuvieran copulando entre ellos, y cuando aprecio lo extraordinario de su obra, cierro los ojos y contemplo la nube blanca que alumbra mi camino interior... Le agradezco, y camino rumbo a mi taller, lleno de inspiración...
San Isidro, julio del 2005