Desembarcado en un lugar desconocido, extraño, abandonado por Dios. Muchos soldados que, como tú, apenas llegan a los dieciocho, viven lo que ni en la más horrenda de las pesadillas hubieran imaginado; lejos de amigos y familia; solos, sin otro destino que el de yacer en una tumba anónima, en medio de un campo de batalla del cual nadie saldrá vencedor.

En un último rito, cargas tu fusil, no sólo con balas, también con lágrimas, odio y desesperación. Desde tu trinchera, esperando el momento del ataque final, echas un vistazo al mundo que tanto te decepcionó; la niebla, el mar, todo parece tan fútil en aquel frío amanecer. Ya no hay vuelta atrás, el fin está cerca, y tú lo sabes bien. Al final del día, ¿quién será más afortunado? ¿acaso aquél que se salvará para ver otro amanecer, o aquél que caiga en el fragor de la batalla y sea llevado al más allá?

El pelotón se lanza a lo que será una muerte segura. El acre olor de la pólvora se mezcla con el terror; contienes el aliento, aprietas fuerte los dientes. Imágenes de tu corta vida se entrecruzan alocadamente en tu mente y un sudor helado recorre tu ser. Corres gritando, fusil en mano, al encuentro del muro enemigo. El fuego del infierno sale a tu encuentro; gritos de dolor, ráfagas de metralleta y ensordecedoras explosiones de mortero. La lucha es cruenta, desalmada, perversa. Las arenas de Caen se tiñen de sangre. Sus playas y acantilados no son más que una gigantesca tumba; centenares de cuerpos yacen inertes, destrozados, colgando de alambres de púas.

Sientes un duro golpe y caes derribado, lanzas un grito ahogado cuando sientes la sangre correr por tu garganta. Tumbado en la arena, yaces de espaldas mirando al cielo, tu bayoneta a pocos metros. Pronto te reunirás con tus camaradas y amigos. En tu hora más oscura, olvidado y moribundo, nadie oye tu plegaria mientras una solitaria lágrima ahoga tu último suspiro....

La desaparición repentina de la imagen te sobresalta. Papi, en piyamas, acaba de apagar el monitor y te regaña ahora, mascullando sobre lo violento que se han vuelto los juegos de consolas por estos días. Pero papi te quiere; él es el verdadero héroe, aquél que siempre te rescata cuando estás en peligro, al interior del mundo virtual de Nintendo. No te preocupes, ve a dormir, ya es tarde. Mañana podrás volver a jugar ese juego de guerra que tanto te gusta.