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Noa

Lo primero que Larkin vio tras haber despertado de su criogenización fueron las caras envejecidas de los doctores descriogenizadores . Lo primero que sintió fueron las típicas náuseas, el dolor de cabeza y la debilidad física, y lo primero que hizo fue vomitar.
Era el año 2213 estándar, eso significaban tres años congelado, apartado del mundo, de su familia, sus amigos, y de Noa. Se bebió de un trago el zumo de naranja que siempre daban a los descriogenizados, se vistió con el uniforme habitual de la Confederación Imperial. Le dieron las malas noticias, muertes de familiares y algún amigo, pero no era algo que le importara demasiado, Larkin solo podía pensar en Noa.
Tres años de viaje interdimensional había tardado la nave Asimov  en llegar desde Ciudad Iris en Marte, hasta la capital del pequeño planeta Tanit, Isstvan.
Tanit era un planeta dedicado mayoritariamente a tareas burocráticas y militares, también era conocido como el planeta administrador. En Isstvan se encontraba el centro del brazo armado del Imperio de la raza humana, la Confederación Imperial.
La Confederación Imperial contaba con miles de bases repartidas en los 4 planetas y 3 lunas que el Imperio había logrado colonizar. En sus filas se encontraban soldados y especialistas de todos los lugares. 
Larkin tuvo que esperar veinte minutos más de lo previsto antes de que le indicaran que ya podía entrar en la sala de reuniones  número dos. Dentro le esperaban los generales y comisarios que le darían los informes de la situación y las órdenes de la misión.
Larkin ya sabía cual era la misión antes de leer los informes, era justo lo que él esperaba.
Su misión consistiría en viajar al planeta Helio, con un equipo compuesto por siete de los mejores soldados de las fuerzas especiales. La mayoría de estos soldados eran viejos amigos o conocidos, uno de ellos era Kassad, un antiguo amigo con quien hizo las primeras pruebas de acceso para la Federación Imperial, y con el que posteriormente coincidió en algunas misiones.
Una vez establecidos en el planeta Helio, se tenían que infliltrar en la base enemiga llamada en clave Laberinto Rojo, en la cual deberían rescatar a Noa. 
A Larkin le perturbaba mucho la idea del secuestro de Noa por parte del enemigo para sonsacarle información tres años atrás. No sólo porque ella era una compañera de regimiento, sino porque también era su hermana.
La secuestraron mientras defendían la última ciudad de Imperio que quedaba en Acua. Cuando se vieron obligados a retirarse, Larkin pudo comprobar cómo se había reducido la compañía, entre muertos y secuestrados apenas quedaron la mitad de efectivos . Al finalizarse esa campaña, Larkin solicitó participar en una misión de infiltración y rescate, sabiendo además que Noa suponía una pieza muy importante para la federación, tanto por sus habilidades, como por toda la información que poseía como una de las mejores Psíquicas que era.
Desde aquel día la Confederación Imperial había mandado dos misiones de observación que consistían en recabar información acerca de la base y de las defensas que esta poseía. De esas misiones la primera fracasó estrepitosamente cuando a los cuatro días los agentes de la Confederación fueron descubiertos y asesinados. La segunda misión fue un éxito. Lograron hacer un mapeado de la base casi por completo, tomando nota de las salas de control, de las unidades defensivas que protegían los diferentes lugares y, lo más importante, localizaron la sala de rehenes especiales, en la que Noa se encontraba.
Gracias a esta misión Larkin y los demás disponían de un mapa muy preciso de la base, todos eran consciente de la peligrosidad de la misión pero también de su importancia.
La Confederación Imperial estaba preocupada acerca de la información que Noa tenía. Sabían que al enemigo no le sería nada fácil extraerle información, un psíquico crea sus propias defensas mentales, defensas que sólo pueden atravesarse con el poder de otro psíquico, pero tres años podía ser demasiado tiempo, incluso para una psíquica como Noa.
El Equipo Siete –así es como se hicieron llamar- se trasladó al espaciopuerto para coger la falsa nave comercial que primero viajaría a Esmeralda 12, una de las Lunas mayores de Acua, para cargar materias energéticas. De allí iría directamente a Acua, a la ciudad de Ulthuan, donde cogerían un aeroplano a dos Kilómetros de la base enemiga.
- Estos trajes son una mierda –gruñó Loken-.
- Y que lo digas –convino Brawne-.
- No nos queda otra que llevarlos puestos, al menos hasta que despeguemos de esa luna –dijo Larkin- serán tres días de viaje en total, no os quejéis. 
Entre el equipo se encontraba Milo, un psíquico que muy de vez en cuando lograba establecer contacto telepático con Noa, gracias a él sabían que ella aun vivía.­ 
El viaje que la nave comercial realizó a Esmeralda 12 no tuvo ningún problema. Una vez allí pasaron 2 horas cargando tanques de Helio 3, la mayor materia energética que existía en el universo conocido. Algunas lunas estaban llenas de esa sustancia, todas ellas colonizadas. El Helio 3 era la fuente de energía que más se utilizaba, desde el combustible de toda clase de naves, hasta la iluminación de una ciudad entera. Es una fuente de energía de lo más duradera, y no demasiado cara.
Cuando llenaron la nave con los tanques partieron a Acua. El viaje desde la Luna sólo duraría seis horas. Seis horas para comenzar la misión.
Una vez establecidos en el planeta enemigo el equipo siete no perdió ni un minuto de tiempo. 
Fueron a la base desde un pequeño aeroplano cargado con un tanque de Helio 3, así fue como se infiltraron. Una vez dentro mataron a los 3 guardias que les aguardaban con un sigilo que nadie se enteró. Se dirigieron a la sala de rehenes donde se encontraba Noa, encontrándose en el camino a decenas de guardias que no se lo pusieron nada fácil. Los disparos enemigos arrancaban trozos de la pared, la mayoría de ellos desviados por el poder psíquico de Milo, de esta forma pudieron avanzar rápidamente.
Los ojos de Noa brillaron intensamente al ver a Larkin, y el alivio que este sintió al verla de nuevo lo dejó unos segundos sin habla. Pero pronto ese alivio se transformó en urgencia. Él mismo la cargó a sus espaldas, pues estaba muy debilitada. Salieron a toda prisa de la sala ya que el enemigo no volvería a tardar en echárseles encima. A cada pasillo que dejaban atrás Kassad ponía una cargas detonantes de plasma para retrasar a los enemigos que les pisaban los talones. Por fin llegaron a la salida donde les esperaba el aeroplano, en el que no tardaron en subir y despegar. Una andanada de disparos les rozaron las cabezas, y un miembro del equipo resultó herido en el hombro derecho, donde ahora sólo se apreciaba una masa de carne medio chamuscada de un color carmesí.
Todo había sucedido demasiado deprisa, pero la misión había sido un éxito, y por primera vez en tres años, Larkin se sintió feliz.

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