~~Nada tiene sentido. La vida es un caos, se decía a sí mismo una y otra vez. En realidad no puede llamarse vida, remataba, al tiempo que se comía los últimos veinticinco pesos de su indemnización. Las opciones eran: pagar la boleta de la luz o comer. Si la decisión era no tener ni una sola Navidad más, para qué pagar la luz. Además, si razonaba con claridad, ya sumaba dos meses de no pagar el alquiler, ¿cuánto le quedaba en ese departamento? De modo que había disfrutado de ese lomito con papas fritas sentado en su balcón, casi como en un restaurant cinco tenedores, velas incluidas. Es absolutamente comprensible que Renata me abandone sin dejar ni una nota siquiera. Muy feo comprobar que ya no está porque en el placard hay perchas vacías, pero bué… ¿hasta cuándo con este fracasado, no? Encendió la radio para aprovechar las últimas bocanadas de electricidad. Una multitud está destruyendo las boleterías de las estaciones de trenes por el paro de maquinistas; el reclamo por los despidos en la Renault arrojó decenas de detenidos y dos policías muertos; la empresa recolectora de basura ha suspendido el servicio por falta de pago de la cuarta cuota del subsidio. Se levantó, apagó la radio, bebió el último sorbo de Pepsi y se tiró por el balcón. No murió. Las bolsas de basura amontonadas en la vereda le boicotearon el suicidio.