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~~Los habitantes de Corea observan sorprendidos como a veces, en los días de eclipse, el sol o la luna se cubren por una sombra
misteriosa. ¿Cómo se puede explicar este extraño fenómeno? Este mito coreano nos relata el modo en que, en realidad, ésto obedece a
la voluntad de un perverso rey que quiere a toda costa robar la luz de la Tierra para iluminar su oscuro país, en el que habitan los feroces perros de fuego que tendrán que ayudarle en su objetivo de raptar el sol y la luna. ¿Tendrá éxito en su empeño?
La historia que así empieza se cuenta en Corea desde que los hombres tienen memoria. Se dice de ella que mucho antes de que los reyes del mundo construyeran sus castillos, había ya en el cielo, algo por encima de las nubes blancas: unos poderosos reinos que gobernaban reyes
muy sabios.
No es difícil darse cuenta de ello, basta con mirar al cielo en una noche despejada para ver las estrellas y fijarse que, en
realidad, las estrellas no son más que luces lejanas que colman las murallas de las fortalezas.
En una de las partes más oscuras del cielo habitaba el rey que protagoniza nuestra historia. Su reino, llamado el “País de la Oscuridad”
carecía por completo de luz, ya que una espesa y envolvente tiniebla, densa como el humo de una antorcha, la alejaba de los
astros que
iluminan el cielo. En él habitaban los perros de fuego, casi exactos en su forma a los perros que conocemos pero mucho más grandes,
y de los que emanaban llamas rojas, amarillas y azules, que los hacían bellos y temibles a la vez.
Hundido en su trono, el rey meditaba horas y horas sobre como podría resolver el problema de su reino, y traer la luz a la larga
noche en la que se encontraba su país. Finalmente, sólo se le ocurrió una forma de conseguir su objetivo. Tal era su desesperación
que decidió robar el sol,que iluminaba la Tierra con sus cálidos rayos. Con voz de trueno ordenó al más fiel de los perros de fuego que
atravesara las nubes y le trajera el sol a cualquier precio. El perro dio media vuelta y veloz, pintó de fuego el cielo, como un cometa que
cruza la noche. Cuando tuvo al sol a su alcance, se lanzó sobre él como una exhalación y lo prendió de un mordisco… ¡Pero estaba quemando!
El perro lo soltó dando un gran salto atrás, y con el hocico humeante y dolorido, emprendió el regreso al castillo del rey, con la cola entre las piernas.
Cuando el rey supo del fracaso del perro de fuego, volvió a llamarlo ante él y después de una regañina por no traerle el sol, le ordenó
que trajera la luna en su lugar. Convencido de su éxito, el perro de fuego esperó a que anocheciera y tan pronto vio que la luna se
dibujaba tenue en el cielo, se abalanzó sobre ella y la mordió con sus fauces para llevársela al reino negro. Lo que no podía saber de
antemano, y que notó nada más tocarla, era que la luna estaba completamente helada, y su frío le golpeó del mismo modo que lo había
hecho el fuego, obligándole a escupirla inmediatamente. Pese a los muchos intentos del perro, no pudo de ningún modo sostenerla más de un segundo en su boca, y finalmente, tuvo que alejarse totalmente derrotado.
El rey del “País de la Oscuridad” no se rindió fácilmente. Lo intentó una y otra vez, enviando de vuelta al obediente perro de fuego, y según dicen las gentes de Corea, hoy aún sigue intentando robar los dos astros para llevárselos a su reino. Es justo después de que el perro de fuego haya mordido al sol o a la luna, que éstos se oscurecen por las señales de sus dientes, y se produce el eclipse.
Para quien no lo crea, se dice que puede observarse al perro de fuego justo antes de que empiece el eclipse, pero jamás debe buscarse mirando directamente al sol, ya que su brillo es peligroso y podría dañarnos los ojos. Solo lo podremos ver si observamos el reflejo del sol con un plato lleno de tinta negra, o en una superficie oscura, donde veremos la sombra del perro mordiendo y escupiendo después los astros.
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