Corría el primer mes, del primer año, del resto de mi vida. Estaba con mis amigos, hablábamos y reíamos como cada tarde al salir de clase. Ese día comenzó como cualquier otro, sin diferencia alguna, salvo que esa tarde cambió por completo mi vida. Y no cambió mi vida ni una gran nota que asegurase mi futuro ni nada parecido, fue una chica que rompió por completo mis esquemas. Hasta ese momento basaba mi vida en mi familia, mis amigos y los valiosos momentos de soledad conmigo mismo y mis pensamientos. Pero llegó ella, una dulce chica que apareció una fría tarde de invierno, lo cual contrastaba con la llama de amor que había brotado en nuestros corazones en el mismo instante en el que nuestras miradas se cruzaron. Puede que fuera amor a primera vista, eso que muchos llaman "flechazo". Con este cruce de miradas me di cuenta de que no sería una chica más, que no sería como las demás. A partir de este momento empecé a creer en aquel amor que tal solo creía existir en esos cuentos de príncipes y princesas que mi madre me leía antes de dormirme.

Fuera lo que fuese, aun no era mas que una chica que había aparecido en mi vida. Ahora quedaba sin duda lo más dificil para mí, hablar con ella. Me aproximé armándome de un valor que ni creía tener. Según avanzaba, el corazón se me aceleraba por momentos, y los pocos segundos que nos separaban parecieron una eternidad. Ahí estaba ya, frente a frente con la belleza más maravillosa que jamás habían visto mis ojos. Lucía una larga y rizada melena rubia que le llegaba por la cintura, ondeandose al son que marcaba el viento. Sus mejillas, sonrojadas mitad por el frío helador de enero, mitad por mi acercamiento, quizás inesperado para ella, daban a su rostro un aspecto jovial, casi infantil. Sus ojos, unos hermosos y penetrantes ojos azules, llegaron hasta mas adentro de mi ser de lo conscientemente imaginable. Un fino rostro y una esbelta figura completaban la descripción de una belleza indescriptible.

Comenzamos a hablar, y en ese mismo instante el tiempo se detuvo, como si el mundo hubiera dejado de girar. Entre cada palabra que salía de su boca no podía dejar de contemplar sus ojos, esos brillantes ojos que parecían hablar sin palabras.

Pasó el tiempo inexorable, cuando esa chica casi desconocida para mí me contaba algo que me iba estremeciendo el alma. Me contaba como tenía que partir a otro lugar, muy lejos de aquí, que en breve se alejaría de mi vida quien sabe si para siempre. Sentí la imperiosa necesidad de alejarme de ahí, sumido en temblores y escalofríos. Necesitaba alejarme de aquel lugar, lugar en el que en poco tiempo había pasado de sentir la gloria al desasosiego y la desesperación. Sin poder evitarlo, de una manera casi insconsciente, una lágrima brotó de mis ojos, descendiendo por mi rostro, rostro que reflejaba a la par mas sentimientos de los que pudiera haber imaginado hasta ese día.

En efecto, mis peores presagios se veían cumplidos, la bella musa de mi inspiración desapareció un día, así sin más, sin dejar rastro a su paso mientras se alejaba de mi vida para siempre.