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Categoría: Aventuras

Nueva York

En una ciudad sin importancia vivía el Sr. Berdis como otras miles de personas. Todas se movían por el sentido del amor, saludándose cordialmente unos a otros al cruzarse por la calle. El trabajo y la familia les permitían ser conciudadanos, en mayúsculas, de la localidad de Pristong.

Sus moradas eran sólidas, de estructura de madera. Situadas al fondo de la parcela, lo que dejaba un jardín bordeando toda la línea de la calle. El césped era lo que más predominaba y el del Sr. Berdis estaba protegido mediante una verja pintada en color verde.

El grupo de casas se perdía en la lejanía, sobresaliendo los edificios públicos como la biblioteca o la iglesia. El conjunto era un manto que cubría toda la llanura y en él, se bordaban la multitud de calles y encrucijadas sin un rumbo concreto.

Berdis tenía descanso esa mañana, como la mayoría de empleados, y decidió ir a la biblioteca para buscar libros de ciudades ejemplares que tuviesen fotografías panorámicas. Su sueño, Nueva York, avenidas largas reguladas por infinitos semáforos.
Encontró un libro en el que empezó a ver las imágenes detenidamente y allí sentado relajado, como en una nube de inspiración, se dio cuenta de que había agotado su tiempo. Siendo en la última hoja cuando cerró el libro, volviendo de golpe a encontrarse con la misma ciudad de siempre.

Tenía algo más de cincuenta años, había nacido allí, en Pristong. Desde pequeño le enseñaron el valor de la familia, y esa era su razón de vivir. Su mujer había criado a tres hijos, y aunque todos ellos estaban libres y viviendo lejos, él procuraba aún trasmitirles su entender. Ahora sólo le esperaba su esposa, y en estos momentos era la hora de comer.

Paseó por entre la encrucijada de calles y llegó a su verja. Se quedó mirando el jardín y pensó que cuidar todo aquello era mucho trabajo para él. Su casa, de dos plantas, estaba ocupada sólo en aquéllas estancias principales. El resto estaba sin uso; ya no jugaban como antes, sus hijos, aquellos que creían que los valores morales de su padre, no eran tan importantes.

Aquella tarde la pasaron en el sillón, sentados frente al televisor, a su alrededor colgaban las fotografías que les hacían felices, las miraban una a una (¡tantos años reflejados en una sola pared!). Y cuantos recuerdos.

El césped estaba para cortar, y después del descanso Berdis salió al patio. Pensó que no podía permitir un mal ejemplo para la comunidad, y empujando la cortadora soñó con su ciudad.
Recogió en bolsas de plástico los rastrojos llevándolos a la acera, junto a su verja. Luego engrasó la máquina, para poder tenerla a punto la próxima vez.

Las noches eran eternas, por eso se levantaba a primera hora de la mañana, lo que le permitía cumplir la secuencia de rituales de los que se había apropiado a lo largo de los años. Cuando terminaba, cogía las llaves y se encaminaba al trabajo: unas oficinas “de préstamos”, con clientes por toda la nación y una excepción, Pristong, en el pueblo los conocían, y sería por ese conocimiento, que nadie, que se sepa, pedía sus servicios.

En la pantalla de su ordenador quedaban reflejadas las gráficas de todas las ciudades en las que operaban. Hoy era un buen día, habían subido el porcentaje global un 5%.

Berdis, estaba revisando cada una de ellas y aquello que era importante lo anotaba en su cuaderno. Cuando llegó a la gráfica de Nueva York, percibió que el porcentaje registrado era del 2% en negativo. Se encaminó al despacho de su jefe, pues era una noticia que debía saber.

Salió al cabo de unos minutos, estaba inusualmente nervioso, con un pañuelo en las manos protegiéndose del sudor. Su misión: ir al Estado de Nueva York, y hacer, por todos los medios, subir el porcentaje.

Tenía todo el día para preparar el viaje y plantearse la localización y argumento de sus nuevos clientes.

Sacó una guía de hoteles y dijo: Ahí está mi labor –Hudson-. A unas cien millas al norte de Nueva York.

Tardó 2 días en llegar, entre autobuses y trenes; ya en el hotel, se puso a organizar la agenda para el día siguiente.

Sacó su formulario y fue presentándose en los domicilios con el fin de conseguir la firma de un ciudadano que pudiese activar una más, de las tarjetas American Expres. El día fue muy duro y aunque había conseguido más clientes de los necesarios, la segunda jornada no quería desperdiciarla.
Ya descansando, por la noche, soñó con su ciudad, Nueva York, a la que tenía sólo a un paso.

Si los sueños se cumplen, este es el mío. Bajó al buffet del hotel y desayunó con ganas, preguntó por las comunicaciones que había hacia la gran ciudad y cogió el primer autobús que pudo.
Después de hora y media se aproximó a Nueva York, corriendo a gran velocidad por las anchas carreteras del norte. Tenía sólo un día para poder aprovechar la aventura que le esperaba y no le iba a dar la espalda. Miró por la ventanilla y vio que había un tráfico intenso, empezaban a circular más despacio. Él aprovecho para ver el paisaje.
El tiempo previsto se alargó una hora, pero no le importaba, ya en la ciudad, bajó del autobús y se dirigió a la primera cafetería. Se apoyó en la barra y pidió: - ¡un café por favor!.

Era el inicio de su aventura.

Se encaminó hacia el túnel Lincoln, sobre el río Hudson. Allí había una luz muy intensa, ningún rincón en penumbra; era como un proyector que le llevaría a la isla de Manhatan y como si fuera una vía mágica, presintió lo que aquella luminosidad quería anunciarle: dos kilómetros y medio de sensaciones vividas únicamente en su imaginación y que ahora podían hacerse realidad.


Ya en el exterior cogió la octava Avenida y se dirigió a Central Park.

Cruzó la verja del parque y respiró profundamente. Se dirigió sin rumbo fijo, cruzándose con multitud de personas haciendo deporte, paseando, patinando, niños jugando y demás. Decidió al poco sentarse en un banco. Miró al frente. Se veían la parte superior de los edificios cercanos y cerró los ojos durante un momento. Sentía el movimiento de la gente al pasar, los pájaros, el bullicio lejano y el “poder” de estar allí sentado, en la ciudad de Nueva York.
Datos del Cuento
  • Autor: voltant
  • Código: 22751
  • Fecha: 31-05-2010
  • Categoría: Aventuras
  • Media: 5.98
  • Votos: 56
  • Envios: 0
  • Lecturas: 5049
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