Comenzaremos mal, eso se los aseguro. Ya ven, un mal inicio. Lo importante es escribir estos hechos; para que aunque alguien pueda capturar o acabar con esa plaga o peste que nos está consumiendo el alma.
Era un lunes en que yo leía un cuento inútil; era de esos cuentos que encantan por su misma inutiladad. Lo leía en mi sillón cuando intuí que alguien me espiaba. Volteé, y solo una sombra que desapareció al instante pude ver desaparecer en un lugar aquél. Busqué ahí y un poco más allá, en los rincones en que nunca una sombra de ese tamaño entraría. Indagué hasta pensar que estaba paranoíco porque no había desayunado, o si lo había hecho, tampoco lo recuerdo. Pero si recuerdo que al voltear intuí lo mismo; y volví a mirar; y la misma sombra que desaparece; y la volví a buscar.
A los días siguiente de estar andando a cada lugar pegado de espaldas a las paredes; a los meses siguentes en que dormía con los ojos abiertos sin dar la espalda; porque eso fue lo que algo me decía. Me decía que quería mi espalda.
Un año pasó, y no me había percatado que la gente envejecía; por las calles uno podía encontrarse con niños con caras de pasas y sin dientes, y canas en las axilas. Algo había, y yo recién me estaba percatando. Pero con cautela entonces me puse al frente de un espejo; y, oh, horror, eso no era yo; no podía ser; pero era yo.
Un día más era vivido solo por sobrevivir. Y la maldita cosa esa que no me dejaba en paz. Yo ya no podía. Se los juro; yo ya no podía.
Y así fue en que decidí escribir. Primero lo hacía en un sitio muy escondido; pero en donde estaba, él estaba conmigo; Dios, es horrible.
Al fin, la resiganción que tarde o temprano, eso, o como se llame, vendrá por mi espalda. Y ya sé lo que quiere hacer conmigo. Quiere introducirme un puñal que mide 30 centímetro de largo, y es muy glacial dentro de mis organismos.
Todo aquí se está muriendo; los niños maman hasta la sangre de las arterias de sus madres; los perros comen seres humanos que suspiraron mientras buscaban comida en los basurales; y los que llegaban a ellos, en donde se reñía con los gallinazos en una batalla que los plumíferos salían ganando siempre. Esto se está acabando; pero ha nadie le importa.
Yo y eso. Día y noche. ¿Quién se preocuparía?.
Lo he imaginado tantas veces, a eso, que ya me he aconstumbrado hasta en el dolor que sufriré. Y es por eso que escribo tranquilo; y en estos instantes, sí, se está acercando; solo le falta dos pasos. Y, ah!, ya ven, yo se los dige, era de treinta centímetros de largo y como un hielo dentro de mí. Pero ya..., pero ya..., ya sé..., eras tú..., oh, mierda.
La verdad es que en mucho tiempo no había leído una historia...TAN MALÍSIMA!!! PÉSIMA!!! Por favor, yo aconsejaría que dejaras de escribir y que mejor vayas a lustrar zapatos, por que de escritor te mueres de hambre!!! eche! cule vaina mala!!!!