Otra vez volvía, habían pasado sólo dos semanas desde la última vez; daba miedo, con esos ojos rojos, esa cara que me parecía se transformaba. Cogí rápidamente a la niña y la dejé en su cuna, cerré pronto la puerta,"que no escuche nada, que no tenga miedo" pensé. Corrí hasta el salón, al ser la sala más amplia no iba a pillarme fácilmente, qué tontería!! me dije, cuando quise darme cuenta ya lo tenía encima. Me empezó a gritar, más que hablar farfullaba, otra vez ese aliento a alcohol avinagrado; la primera debió de ser brutal, en la cabeza, porque después dejé de sentir, lo miraba, pero ya no sentía ese golpe había sido anestesiante, lo veía se dsencajaba pegándome, se puso más furioso porque ya no loraba ni gritaba, ya no sentía, estaba tirada en el suelo, él dándome patadas en la barriga, pensé en el niño, entonces no sé de donde me llegaron las fuerzas, le dí una patada en la entrepierna, y corrí como pude, cogí el candelabro de la abuerla y le golpeé la cabeza, tan fuerte y tantas veces como pude. Este cerdo no conseguirá que aborte a mi hijo. Llamé a la policía, les conté lo sucedido.lo demás pasó como si fuera un mal sueño, como si en realidad yo no lo estuviera viviendo.
"Lo siento Marina" -le dije al psiquiatra-"no puedo continuar".
Ese mismo día mi madre me trajo a la prisión a mi hija; estaba tan bonita iba a cumplir su 2º cumpleaños. El que ya no lo cumpliría sería mi 2º hijo, no logré salvarle la vida después de la última paliza.
Para tí Carlitos.
Pero dar muerte en defensa propia o por un hijo no es más que un accidente y un derecho legítimo. Habrá cumplido la condena, que nunca debió existir.