El sol se asomó tímidamente por la colina. Sus rayos bañaron la aldea de Altair; tan solo se oía el trinar de algunos pájaros, que anunciaban al pueblo aquella alegre mañana de Mayo.

Olaf caminaba hacia el bosque acompañado de Helendir. Habían acordado que se encontrarían temprano para ir al bosque y buscar aquella criatura mítica que le había elegido como jinete: un auténtico dragón.

- Te han cambiado los ojos .-dijo de repente Helendir, mirando las redondas pupilas de Olaf.
- ¿Cómo que me han cambiado los ojos? -respondió él, un tanto sorprendido.
- Ahora son de color azul.
- ¿Como que son de color azul?? -gritó Olaf, palpandose los ojos con las manos.
- No te hagas tantas preguntas.-respondió Helendir con una voz tranquila.- Recuerda que ahora tienes los mismos ojos que el dragón; es el pacto que os une, la alianza sellada. Debes serle fiel, y, recuerda, nunca le trates como si fuera un animal, trátale como si fuera un ser de tu misma altura, un amigo. -Helendir miró a la lejanía- nos acercamos al bosque.
Cuando hubieron llegado, se internaron en la espesura por el camino que Olaf recorría todos los días. A los pocos minutos, llegaron a la zona donde Olaf había sido cegado.
- Aquí es. -Dijo Olaf.
Señaló un trozo del terreno irregular. -Ahí fue.-Helendir se arrodilló y examinó con detenimiento el terreno, palpando la tierra con la yema de los dedos y cogiendo pequeñas porciones para examinarla.
- No era un dragón muy grande, según dicen sus huellas. -dijo Helendir.- te debería llegar más o menos a la altura de las rodillas. Una cría. -Olaf se sorprendió.- ¿Una cría de dragón me ha elegido para ser su jinete?
- Sí, eso parece. -respondió Helendir.- pero los dragones crecen rápido, nunca lo debes de olvidar. Deberás irte de Altair antes de que el dragón crezca demasiado. En un año aproximado, podría superar los veinte metros. Quién sabe; el crecimiento de un dragón es impredecile. Los más viejos eran como montañas; en dos meses, deberá tener unos seis o siete metros de longitud, la estatura ideal para que lo cabalgues.
- ¿Debo cabalgarlo? -preguntó incrédulo Olaf.
- ¿Como esperas ser un jinete sin cabalgarlo? -dijo Helendir.- Cuando tenga la edad suficiente, deberás cabalgarlo, e irte de aquí para ocultarte hasta que te hagas fuerte para pelear. Quién sabe lo que puede hacerte Raganok si sabe que hay un dragón en Tizna... Si se entera de que se ha creado un nuevo jinete, intentará matarte.
- Raganok.. -susurró Olaf.- supongo que a él es a quién debo destruir.
- Exacto. -respondió Helendir.- Bueno, dejemos de hablar. Debo enseñarte a llamar a tu dragón. Ahora memoriza este silbido.
Helendir emitió un trino que se asimilaba a la llamada de un águila desde las alturas. La melodía envolvió a Olaf, que se esforzó por memorizarla.
El silbido duró varios segundos. cuando Helendir hubo acabado, se puso la mano en la frente a modo de visera y miró hacia el cielo, esperando divisar alguna mancha.
- Entonces... es verdad que tu antes fuiste un jinete.. -dijo Olaf, con un toque triste en la voz.- ¿Porqué lo dejaste?
- Ya te lo dije. -susurró Helendir.- No fui lo suficientemente fuerte. Los sirvientes de Raganok mataron a mi dragón y me robaron las armas. Nunca me lo perdonaré.
No quiero que te pase lo mismo, así que te instruiré en la lucha y en la magia, hasta que seas lo suficientemente fuerte para vencer a el malvado Raganok. Entonces, Tizna valorará tu justicia y poder, y el tiempo de los Jinetes... -Helendir bajó la voz.- comenzará de nuevo.
De repente, se oyó un chillido que venía del cielo. Olaf y Helendir miraron al cielo. Un ser bajaba en picado desde una gran altura.
- Ponte el colgante que te dí. -Dijo Helendir a Olaf, quién, sin dejar de mirar al dragón, se sacó del bolsillo la figura y se la colgó del cuello.
La pequeña criatura frenó su bajada y aterrizó majestuosamente. Debería medir uno o dos metros.
Sus escamas eran grises claras como la plata. Todo su cuerpo emitía destellos de un azul metalizado, como si las escamas fueran priedras preciosas. Los ojos del dragón eran azules oscuros, de pupilas alargadas. La cabeza era ligeramente triangular, al igual que sus alas, perfectas para planear y volar en picado. Finas venas recorrían sus membranas.
- Es precioso. - dijo Olaf, incrédulo ante la belleza del animal.
- Tienes un buen dragón. -Le respondió Helendir. Deberás darle un nombre. Todos los dragones de Tizna son de una misma raza. Los dragones de distintos colores están agrupados en castas, y, a los dragones de cada casta, se les da un nombre específico.
- ¿De que casta era tu dragón, Helendir? ¿Qué nombre me recomendarías para el dragón? -Olaf miró al dragón, que estaba jugando y mordisqueando una rama.
"Mi dragón es precioso" pensó Olaf, mirando a la criatura. De repente, un pensamiento le vino muy fuerte a la cabeza...
"No soy tu dragón. Yo no soy propiedad de nadie"
Olaf se asustó. Helendir seguía hablando, ya que no se había dado cuenta.
- Mi dragón era de la casta azul, llamada casta del cielo, pues sus escamas relucían como tal. Le llamé Orzuk, pues así se le llama al cielo en idioma antiguo. No se con certeza de que casta puede ser el tuyo.. -Helendir miró al dragón.- tal vez de la casta metálica, a judgar por su color..
"..El cielo, la luna y el sol; libertades profundas que nadie puede alcanzar, pero que todos desean. Quiero llamarme como la libertad de la noche, Olaf..."
Olaf salió de sus pensamientos y miró al dragón; el dragón miraba el cielo. Helendir seguía hablando.
- La casta plata fué la más antigua, quizás...
- ¡Helendir! -dijo Olaf tras reflexionar lo que le había dicho el dragón. -¿Como se dice luna en idioma antiguo?
- Baruk, ¿por?
- EL...Mi dragón.... se llamará Baruk, como la libertad de la noche...
"....Baruk.."

Olaf Continuará...