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Categoría: Hechos Reales

PESADILLA DE UN ATRACO

El día había transcurrido con total normalidad en la oficina bancaria donde trabajaba. Las colas en ventanilla, en el consiguiente murmullo de fondo, constituían el hilo musical de todos los días. Papeles, máquinas y dedos pegados al teclado del ordenador, la tónica habitual. Nada hacía presagiar que algo iba a suceder hasta que de repente, un ruido fuera de lo normal rompió la monotonía del entorno. La ordenada cola de clientes comenzó a deshacerse como agitada por un viento huracanado que silbaba articulando palabras estridentes y nerviosas: "¡ESTO ES UN ATRACO! ¡AL SUELO HIJOS DE PUTA!".
La cola desapareció de nuestra vista. Todos, jóvenes, mujeres, niños y ancianos se echaron al suelo presa del nerviosismo y del desconcierto reinante. Y tres hombres con medias negras en la cabeza y armados con pistolas y una escopeta, penetraron en el interior de la oficina saltando por encima del mostrador, gritando e insultando.
Me quedé petrificado. Tenía miedo hasta de levantar las manos en señal de sumisa rendición. Tenía miedo de hacer un movimiento brusco. Tenía miedo de que me dispararan. Sólo les seguía con la mirada. Y en concreto a uno de ellos, que tomó la dirección de donde yo me encontraba sentado. Llevaba una pistola y una media negra que le desfiguraba la cara. Y yo helado, presa del pánico. Ese rostro aplastado y ennegrecido por la media, acrecentaban mis temores. Y la pistola, aquella pistola que blandía con nerviosismo y con la que me apuntó a la cabeza, fue lo que utilizó para que reaccionara apretando su cañon contra mi sien. "¡DAME LA PASTA HIJO DE PUTA O TE METO UN TIRO!", gritaba mientras empujaba mi cabeza con la punta del arma. "¡DAME LA PASTA RÁPIDO! ¡TE VOY A MATAR, HIJO DE PUTA!". Al final, aturdido y desconcertado, pude extender mis brazos y entregarle lo que tenía en la caja. No mucho, también es cierto. ¿Pero qué importancia tiene cuánto, cuando en juego está la vida? Me giré aterrado y sólo pude ver el hocico negro del cañon de su pistola. Eso, y aquella cara aplastada y desfigurada por la media que durante cuatro largos años me impidió ver tranquilamente películas de atracos o secuestros con medias puestas; porque al verlas, no me importa reconocerlo, me daban miedo... Como también tardé cuatro años en borrar aquellas voces que martilleaban mis pesadillas: "¡LA PASTA, HIJO DE PUTA, LA PASTA!". Pero lo que no se me borrará en la vida es la rabia que sentí por la impotencia. Ese odio visceral que aflora a los pocos segundos de que todo haya acabado. Esa sinrazón que te permite cometer actos enloquecidos y fuera de la ley. Sed de venganza. De hacerles pagar el sufrimiento que te han hecho pasar en unos breves pero intensos minutos. Ganas de sangre..., de matar, incluso.
Datos del Cuento
  • Autor: Arruit
  • Código: 4841
  • Fecha: 17-10-2003
  • Categoría: Hechos Reales
  • Media: 5.44
  • Votos: 45
  • Envios: 0
  • Lecturas: 3735
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Comentarios


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1 comentarios. Página 1 de 1
zarazara
invitado-zarazara 29-10-2003 00:00:00

--No he podido vencer la tentación de decirte, que ese tema que has elegido me suena de algo. La impotencia, la rabia, la cobardía, todos esos sentimientos se mezclan en ti formando un explosivo sufrimiento que solo se puede entender cuando uno lo ha vivido. Como muchas otras cosas.

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