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Categoría: Mitológicos

PRAXA

En un lugar alejado y escondido entre las montañas, ríos y bosques; había un triste pueblo asediado por el hambre y el dolor. Día a día, la señora muerte llegaba a cada hogar llevándose a hombres, mujeres y ancianos. Gran cantidad de gente, temerosa, huía hacia nuevas tierras o se escondían en los bosques. Algunos llegaban a otros pueblos, pero la mayoría quedaba en el camino; y la muerte, siguiéndoles los pasos, los recogía; dejando huérfanos a muchos niños, que perdidos, huían hacia el bosque.
Oculta en una cueva, vivía una malvada bruja; que al sentir los pasos de la muerte, buscó el conjuro de la salud y la juventud. Que consistía en una pócima de hierbas, mezclado con las uñas, cabellos y lágrimas de un niño; por su suerte, encontraba a muchos niños perdidos en los bosques; y con engaños, los encerraba en su cueva. Diariamente bebía del conjuro, ella, y cada uno de los niños; sintiendo un extraño calor que esmaltaba sus cuerpos contra las garras de la muerte. A lo lejos, la señora muerte la observaba indignada, y fríamente seguía su camino...
El tiempo siguió avanzando, y, no lejos de allí, en medio de los árboles y ríos, vivía Praxa, y su anciano abuelo que aplastado por la edad y el cansancio, estaba cada día más enfermo.
Día a día, Praxa lo cuidaba; buscándole alimento y calor, en los bosques, mientras dulcemente le cantaba, alegrándole la luz de su existencia que día a día se apagaba.
Una noche, tocaron a su puerta; y cuando la abrió, vio a una alta y hermosa mujer, de ropas oscuras como la noche, y de rostro pálido como el mármol de una estatua; en sus negros ojos no había brillo alguno, eran como un pozo oscuro y vacío. Pasó adelante y se encamino hacia el anciano. Praxa la siguió y, cuando la vio delante de su abuelo, alegremente preguntó:
- ¿Desea descansar señora?
Sin mirarlo, y concentrada en su víctima respondió:
- No. Yo soy el descanso eterno.
- ¿Desea comer? - inocentemente inquirió.
- Lo que deseo... Aún no me los puedes dar - fríamente respondió.
Praxa se acercó a su abuelo y dulcemente lo acarició y le cantó, esperando que durmiera en paz. La muerte al escucharlo, sintió que de los labios del niño, salían notas cálidas y dulces, y le dijo:
- Eres tierno y dulce. Pero... Ya es tiempo de irme con tu abuelo.
- ¿Adónde señora? - preguntó el niño
- Al valle de la eterna paz - respondió, sintiendo un inocente calorcillo que suavemente penetraba en su ser; la muerte trató de sonreírle, y dejó escapar un aire cálido a través de sus fríos labios, haciendo vibrar a todos los cielos.
- ¿Señora, puedo ir con mi abuelo? - Tímidamente preguntó. La muerte posó su helada mano sobre la cabeza del niño haciéndole estremecer.
Praxa alzó sus tiernos ojos, y miró los oscuros y profundos ojos de la señora. La pureza de su inocencia iluminó como un rayito, la profundidad de la eterna oscuridad; y de la unión de sus miradas brotó, como una mariposa, el amor...
La señora se alejó de aquel niño y de su brillante mirada, llevándose consigo al anciano. Praxa se quedó solo, con el sentimiento que su abuelo se iba con la buena señora... A descansar...
La inquietud por la señora, lo hizo salir de su hogar, rumbo hacia el bosque, rumbo a su encuentro... Preguntó a los animales, a los arboles, a los ríos, al sol, a la luna y a las nubes; y ellos le dijeron que tarde o temprano la encontraría... Así como cada uno de ellos con el tiempo la encontraría. Con aquella esperanza, Praxa la seguía buscando y buscando... Mientras élla, lo seguía esperando y esperando...
Buscando por los bosques, Praxa llegó a una cueva. Entró, y se encontró con la malvada bruja; ella le aconsejó que reposara antes de proseguir su camino, mientras le relataba las terribles historias de la muerte; pero, para su sorpresa, Praxa, alegremente le dijo:
- ¿La ha visto usted? Pues a ella, la estoy buscando.
- !No! !Ni deseo verla! ¿Por qué la buscas niño? - le dijo la bruja.
- No lo sé, por eso es que la busco - le dijo el niño.
Intrigada, comenzó a escrutarle los ojos, y quedó cautivada por la inocencia de su mirada. De pronto, sintió que aquellos ojos, se hacían más profundos, hasta encontrarse con una total oscuridad; y sorprendida, vio en ellos, los ojos de la muerte. Pues, quien ve el fondo de la belleza, encuentra el pozo de la muerte... La bruja soltó al niño, y alocadamente huyó; cayendo en los caudalosos ríos, y ahogándose entre sus piedras y sus aguas.
De pronto, Praxa escuchó las voces de muchos niños en las profundidades de la cueva. Los llamó; y todos, al escuchar que era la voz de un niño, salieron a su encuentro, y le preguntaron:
- ¿La bruja se ha ido?
- Sí. - Praxa los miró, y vio que estaban llenos de temor - No deben temer - les dijo -, eso es malo para el cielo, los ríos, la noche, los animales... para todos. Ellos esperan de un niño, la luz de su alegría, y así, sentir el calor de su compañía.
Lo escucharon, y poco a poco, comenzaron a reír y reír. Y mientras más reían, recuperaban su forma real en el tiempo. Praxa vio que hombres, mujeres y niños, se sumergían en el bosque hacia una nueva vida, un nuevo hogar y, un nuevo amor...
Cuando todos se alejaron, se sentó al borde de la cueva, y comenzó a contemplar el cielo que poco a poco oscurecía. El aullido de un lobo le anunciaron la presencia de la señora...
- Hola Praxa - dijo ella
- !Señora! - alegremente dijo el niño -. !La encontré!
- ¿Me buscabas... Por qué? - le dijo, dejando en sus palabras una estela plateada en el alma del niño.
- Porque que la quiero - le dijo Praxa, con sus ojos llenos de amor -, pues veo en usted el consuelo y el descanso, de todos los dolores; usted es como la noche, que borra lo bueno y lo malo de todo lo que hacemos; usted es como la espera de un nuevo día... - La muerte escuchaba al niño, sintiendo el calor de la verdad que brotaban de aquellos tiernos labios.
- Te amo Praxa - dijo la muerte - Aún así, no puedo llevarte. Ten mis alas...Te libero del dolor; y canta tu dulce verdad que brilla en tu dorado corazón. Sé mi hermano... - Cerraron sus ojos, y la muerte tiernamente lo besó.
La señora desapareció en las profundidades de la oscuridad, y Praxa quedó solo. Cuando se levantó sintió que de sus brazos brotaban bellas alas, el frío y el calor de su cuerpo se habían ido... Todo olía a paz. Sonrió, y poco a poco, comenzó a elevarse hasta llegar a la cumbre de un árbol; se detuvo en sus ramas, y observó que su pequeño cuerpo yacía sobre la tierra... Vio que todos los animalillos del bosque se acercaron a su cuerpo, y comenzaron a gemir y aullar, como una bella y armoniosa sinfonía en el teatro de la noche. Luego, vio que las raíces fosilizadas de los arboles se acercaban hacia el inerte cuerpo y suavemente lo abrazaron. Vio que las hojas y las flores, caían sobre su cuerpo, cubriéndolo como a un dios. De pronto, de las entrañas de la tierra se hizo un enorme forado; y las raíces llevaron el cuerpo, bellamente cubierto, hacia el mismo corazón del bosque... hasta que con un sonido estremecedor todo se ocultó.
Praxa partió, y viajo por un lugar y por otro; y en cada lugar dejaba la ternura de su canto, calándoles hasta el fondo de sus almas, como el rocío de la lluvia... Y a los ancianos, hombres, mujeres y niños; les susurraba las dulzuras de la vida... y la belleza de muerte. Luego se iba, dejando una estela dorada en los corazones de cada alma...

Joe 10/05/03
Datos del Cuento
  • Autor: joe
  • Código: 2684
  • Fecha: 24-05-2003
  • Categoría: Mitológicos
  • Media: 5.5
  • Votos: 96
  • Envios: 5
  • Lecturas: 3603
  • Valoración:
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1 comentarios. Página 1 de 1
daniela
invitado-daniela 25-05-2003 00:00:00

Es algo muy especial que sientes es una ternura y una tranquilidad

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