No hay explicación posible a lo que ahora siento. Por un lado vergüenza, desolación y miedo. Por otro lado inquietud, valentía y honor. Ya recuerdo a tu amiga P., recuerdo lo que nos contó esta noche, recuerdo que yo no estaba solo.
Tiene razón, le pregunté cuál es su película favorita porque era la entrada a su contraseña, pero recuerdo que lo hice por algo, no recuerdo bien el motivo pero algo me llevó a hacerlo, no sé si al final cambié su contraseña o no o sólo lo hice por asustarla, pero seguro que no toqué nada más. El caso es que lo hice por algo que ella dijo o hizo, algo que me llevó a hacerlo, no sé lo que fue, pero algo lo provocó. No justifico mi acción, sólo la explico porque realmente no lo recuerdo bien, pero convencido estoy de que ella lo provocó.
Entiendo perfectamente que ahora no quieras ya volver a hablarme ni a saber de mí. Quiero que sepas que me ha encantado conocerte y que mientras hablaba contigo no hablaba con nadie más. Que abría la ventana esperando que estuvieras al otro lado y una sonrisa de oreja a oreja recorría mi cara. Lo siento mucho, siento que esto acabe así de esta manera. Me equivoqué una vez, y los errores se pagan. En cierto modo tenías razón, acabaría enamorándome y eso es una enfermedad, así que ya no estaré enfermo.
Nada más, me despido sabiendo que no volveré a hablar contigo, que apareceré en tu ventana de no admitidos y me preguntaré si estás ahí, al otro lado. Eso sí, las noches frías y rosas a la luz de la luna me traeran tu recuerdo.
(F)
Carlitos, tio. Comprendo al intención de tu acto, el amor nos ciega y nos manda hacer cosas sin saber, sin temer el resultado, pero recuerda que el perdón,a veces, es la última esperanza y puede cambiar todo. Ánimo, y recuerda que ahi estoy apra loq eu haga falta.