-Hasta mañana- dijo tras la puerta.
Al otro lado, algo hacía predecir que el mañana sería diferente. Su corazón empezó a latir con fuerza pero intentó tranquilizarse.
Su madre que volvía a pasar frente a su cuarto, oyó un leve quejido. Preocupada, volvió a golpear la puerta con sus nudillos. - ¿Estás bien? ¿seguro que no necesitas nada?
El silencio fue preocupante, lo que volvió a impulsarla a intentar abrir la puerta. Intento fallido. Estaba cerrada desde dentro.
Era la una de la madrugada y todos dormían, aunque ella sentía que el peligro asechaba a su hijo mayor; y el miedo la hizo sudar.
Corrió a la habitación y despertó a su esposo casi a gritos: - Corre, tiene la puerta cerrada, he oído algunos sonidos que provienen de su habitación no hay luz en su cuarto no responde...-
-Será una pesadilla- Dijo él, sacándole importancia al asunto.
Minutos antes de la cena, había discutido con su hijo por haber llegado tarde sin haber avisado. Desde entonces se había encerrado en su cuarto tras varios intentos de su madre por hablar con él.
-Claro que no, yo se que nos necesita, no puedes anteponer el orgullo ante tu propio hijo- Dijo ella de nuevo intentando que su marido la ayudara a derribar la puerta.
Fue imposible.
Corrió de nuevo por el pasillo hacia la última puerta, donde estaba su hijo menor, asomó la cabeza, y cerró la puerta. Seguidamente, volvió al cuarto del mayor y apoyó la cabeza contra el marco de la puerta: -Hijo, se que no estás dormido, y que estás enfadado por lo que ha pasado hace un rato, pero no puedes estar encerrado para toda la vida, ábreme y hablaremos, por favor- A continuación suspiró para sus adentros y cerró los ojos concentrándose en el silencio, esperando oír el leve crujir de la puerta al abrirse; pero pasaron mas de diez segundos y no fue así.
Su madre preocupada corrió a por un par de herramientas que la ayudarían a entrar por la fuerza a ese cuarto. Forcejeó la cerradura, hasta que ésta cedió y se abrió instantáneamente. Intentó dar dos pasos, pero chocó con algo y encendió la luz.
Un grito se escapó de sus labios al descubrir el cuerpo de su hijo tirado en el suelo. Se arrodilló y tocó su cara. Estaba frío, frío como el aire que respiraba su madre mientras observaba el pálido rostro de su hijo. Levantó la cabeza y sus lágrimas empezaron a rodar por sus mejillas humedecidas por el miedo.
No recordaba haber gritado ni pedido ayuda, pero después de un tiempo indeterminado para ella, pudo ver luces de ambulancias y otras sirenas que la sobresaltaron más aún. Entre sus ojos entrecerrados pudo ver la cara de dolor silenciado de su marido, que observaba como cargaban el cuerpo inerte de su hijo mayor, y cómo su hermano se abrazaba a él pidiendo a gritos que no se lo llevaran.
El impacto hizo huellas en aquella mujer, que encerraría un grito sólido en su corazón para siempre; por no encontrar las palabras para despedir a su hijo para siempre, ni para reprochar a aquél padre que nunca entendió que su hijo tuvo que buscar una felicidad material, en forma de veneno, ya que no había vivido un hogar, una familia, ni un sentimiento mas allá de la culpabilidad que le hacía sentir con cada grito y con cada reproche. Aquella noche, tuvo que acudir de nuevo a aquel veneno que lo liberaba, que le enseñaba a reír de todo y de nada, de su infelicidad hasta la eternidad a la que lo condujo aquella fatídica noche...
Es triste que no se encuentre mas que esa salida, que no se sepa luchar, es una salida que no entiendo y no es porque mi vida halla sido tan distinta a la que tenia ese chico.