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Para que matarlos

Catia fue una hija muy deseada, se sentía querida
por sus padres, tanto que renunció al amor, para quedarse con ellos hasta su final.
Al quedarse sola, terminó sus estudios y se colocó. Tenía afición por la literatura, en sus ratos libres escribía sus novelas, eso la llenaba bastante.
Fueron pasando los años, vivía una vida normal.
Su pasión principal admirar la naturaleza, se sentía feliz contemplándola.
Adoraba a los animales, un día paseando por el bosque se encontró a un pajarito que se había caído de su nido, lo cuidó hasta que pudo volar, quiso darle su libertad, pero cada vez que lo echaba, regresaba y se posaba sobre su hombro, se hicieron tan amigos que siempre estaban juntos.
Cuando salía a la calle la gente creía que era un pájaro contrahecho lo que llevaba en su solapa.
Un día dejó de comer y se murió.
Catia lo echaba de menos cada vez que pensaba en él, se le llenaban los ojos de lágrimas, con el tiempo pudo superarlo.
Una noche estando durmiendo sintió un ruido, se despertó. Cual sería su sorpresa al ver que unos ratones corrían por su mesilla, no se asustó, amaba demasiado a los animales.
Un ratón la miraba,Catía no hizo ningún movimiento él se quedó mirándola.
La casa se iba invadiendo de ratones.
Habían tirado un edificio lindante y los ratones se filtraban.
Ingenió la manera para atraparlos,no quería hacerles daño.
Hizo una caja de cartón con un agujero, ponía un trocito de queso y los ratones pasaban, cuando estaban dentro le daba la vuelta a la caja y los echaba a un tarro de cristal, la tapadera la pinchaba por varios sitios para que respiraran, eso sí le ponía su comida y un algodón mojado en agua para que no se murieran de sed.
Cuando tenía el tarro lleno llamaba a su amiga Celia y salían por la noche con sus ratones.
Antes pasaban por un bar para cenar, sacaba el tarro y ponían a los ratones encima de la mesa.
El camarero que le servía la cena se extrañó, en su vida había visto una cosa semejante.
Catia y Celia cenaban tan contentas. Mientras los ratones las miraban, ellas tan felices, pagaron su consumición y se fueron.
Cerca había un jardín, empezaron a mirar por si venía alguien y cuando se veían solas destapaban el bote de cristal para darle libertad a los ratones, pero ellos no querían salir, estabab bien cuídados y fuera ya lo tenían más difícil para subsistir. Así siguieron todas las noche, el jardín se iba invadiendo de los ratones, no les importaban que las tomaran por locas, pero ellas no los mataban.
Era tal la pena que sentía por ellos que llegó el día que los dejó que corrieran por toda la casa.
Ahora si que estaba contenta con su nueva familia y no se encontraría tan sola y siguió viviendo con sus ratones.
Datos del Cuento
  • Categoría: Sin Clasificar
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