Era tarde, habíamos quedado sobre las seis y ya daban las siete y todavía no había aparecido.
Yo, tranquila en la confianza de que sabía que vendría, invertía mi tiempo en seguir arreglandome, en prepararme para él.Es una grata sensación el arreglarse para alguien, el cuidar el más mínimo detalle, y sobre todo el saber que la persona que te recibe se fija, se contempla en tí.
Siendo ya las siete pasadas, llegó. Me llamó y me dijo que estaba en el sitio de siempre, esperandome. Yo rauda y veloz salí a su encuentro, estaba deseando verle, deseando abrazarle, darle un beso. Pero cuando llegué estaba hablando por el telefono, me dedicó una de sus miradas, y sonrió. Fueron tres minutos de conversación, en los que me descubrí caprichosa de mirarle, mejor dicho, de admirarle. Porque siento admiración por su persona, por su alegría, por su sonrisa.
Una vez terminada la charla, nos dirigimos a un pequeño paraiso con todo un inmenso mar rodeandonos, a un pequeño oasis de palmeras y arena, con el gran contraste de tener toda una costa a nuestros pies.
Desde nuestra pequeña habitación se escuchaba el ruido del mar, que tocaba al son de la voz de mi amado, que dulcemente me decia cuanto me queria, y todo esto con un atardecer de fondo, con los últimos rayos de sol luchando por no desaparecer, por no perderse nuestro amor.
Minutos después, en la terraza, con un gran paisaje como testigo, nos amamos.Me dijo que irremediablemente estaba en su vida, que siempre lo estaría. Que hechaba de menos que alguien lo esperara en casa, que me hechaba de menos, y eso que nunca me había tenido en esas circunstancias,
nunca había formado parte de su vida, siempre evitó unirse a alguien, no quería enmarañar la vida de nadie con su ritmo, con su estress; tiene gracia, no sabía que vivía en la añoranza de esperarlo todas las noches, de prepararle su cena, de cuidarlo al regreso de su largo día, de acurrucarlo en mi pecho para que se durmiera, de sentirlo mío.
Y allí en esa terraza con nuestros cuerpos desnudos, unidos ante todo y frente a todo, así empezó nuestra historia de amor, así empezo todo.
Hoy vivo por él, con su ausencia, pero sobre todo con su presencia, esa que llena mis días, que llena mi vida.
Hoy no cambiaría nada de lo que hize por él, sí tuviera que repetirlo lo haría una y mil veces, porque hay momentos que llenan toda una vida, y personas que pasan a ser tu vida, pasan a ser tu historia.